Por: Elkin Villegas
El discurso analítico toca a los
sujetos uno por uno, no como el de la universidad que en su dispositivo se
dirige a las masas, a cualquiera, sin importar el número. El psicoanálisis de
ninguna manera es así [...]. El analista no es profesor, aunque obviamente los
analistas tienen una tendencia a volverse profesores.
JACQUES-ALAIN MILLER
Desde Aristóteles, con la
Retórica y la Dialéctica, se dice que la verdad es un tratado de objetividad,
es decir de la verdad lo que es, y de lo que no es, que no es. En este rumbo,
la verdad implica un acuerdo intersubjetivo entre las comunidades científicas y
no se trata, como se podría reputar a simple vista, de exceptuar algunos
problemas sin que antes no se haya definido por el consenso de la comunidad,
como es el caso de la comunidad analítica, cuáles son problemas cruciales,
esenciales y cuáles solamente un falso problema. Para que un interrogante sea
juzgado un falso problema se requiere del concurso de la comunidad en la que ha
florecido, ya que en el concierto de las ciencias ningún problema es
considerado falso por la reacción o la veleidad de un sujeto o grupo poco
acreditado. Una cuestión es un falso problema y otra muy distinta, un problema
no resuelto. Esta es la razón por la que hemos decidido explicarnos públicamente,
ya que el procedimiento jurídico nos ha vedado toda explicación pública. Además, ¿cómo demostrar que un determinado
problema es falso y al tiempo incuba intensas resistencias y reacciones que no
circulan por consenso? El mundo de las comunidades científicas -y la comunidad
analítica, que no es sólo lacaniana, no es la salvedad- es darwiniano en el
sentido de que sus conquistas son duras, tan duras como la conquista de
América, la cual fue a "sangre y fuego".
La segunda cohorte de la Maestría
en Ciencias Sociales: Psicoanálisis, Cultura y Vínculo Social, nació a partir
de una conferencia pública titulada "Los rostros de la felicidad". Y
aunque en esa coyuntura la sustancia del texto estaba dirigida a examinar los
hechos con-cernientes al modelaje, las cirugías estéticas y las etiquetas de la
felicidad contemporánea, dicho título representaba bastante bien el entusiasmo
y el matiz primaveral con los que mu-chos emprendimos esa segunda cohorte.
Aunque, a decir verdad, hay mayor "felicidad" ahora al vivenciar,
como efecto de la experiencia analítica, que lo más enjundioso en último
término no es un rostro feliz, un semblante de felicidad, sino una vida interna
serena, no acosada por el sentimiento de culpabilidad.
Apoyado en lo que en esta primera
parte se narra, en su facultad crítica, su sano juicio y responsabilidad ética,
se convoca al lector a que deduzca o aclare ¿por qué el analista no es,
usualmente, profesor? Pues como bien lo evidenciaron Freud y Lacan, quienes
nunca se implicaron directamente en lo que este último bautizó como discurso
universitario, la vida académica y universitaria, sumamente influida por la
dinámica del capitalismo, las ideologías y los juegos del poder, es inversa y
presenta múltiples inconvenientes al discurso analítico, el cual no es un mero
asunto de saber, de teorías o de producción intelectual con el único propósito
de cosechar reconocimientos para acceder a una mejor categoría en el escalafón
y en el contexto de la universidad.
Al final, en la sección titulada
"Saber y verdad: posturas opuestas en psicoanálisis", el lector
descubrirá, por deducción lógica, un razonamiento suplementario que demuestra
por qué el discurso universitario y el discurso analítico se repelen; lo mismo
que argumentos contundentes que clarifican por qué el discurso lacaniano, tan próximo hoy a la filosofía, es tan
apetecido por los universitarios quienes, su vez, se ven cada vez más tentados
a operar como psicoanalistas, por el simple hecho de abordar teorías del
psicoanalista francés y las de otros teóricos, entre ellos al mismo Freud. Sin
embargo, Lacan en Ciencia y verdad, a propósito de la división del sujeto entre
el saber y la verdad, a la manera de una superficie en topología, dice de ésta
que "el derecho y el revés están en estado de unirse por todas
partes". Entonces, parece ser que no hay oposición sino continuidad.
Además, podrá apreciar aquí cómo se expresa el fenómeno de la resistencia en el
ámbito grupal e institucional, un mecanismo psíquico que obstruye el paso a la
elaboración, poniendo esto en evidencia cómo los mismos mecanismos que actúan
en la vida psíquica individual se presentan en lo colectivo o social. Así pues,
la construcción de la pregunta de investigación se ha caracterizado por toda
una faena, como en el análisis, en la que poco a poco se fue venciendo tal
resistencia.
En esta primera parte se hace
mención a los avatares que se presentaron en el curso de la elaboración de la
pregunta de investigación, en el contexto de dicha Maestría en Ciencias
Sociales, la cual hace parte del Departamento de Psicoanálisis de la Facultad
de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. Adicionalmente,
el lector podría aprehender en el presente texto algunas de las dificultades
que, en ocasiones, se presentan cuando se pone a obrar el discurso analítico
en el ámbito de la universidad, pues hay problemas de investigación que pueden
patentizar algunas fallas en la formación de los psicoanalistas y, de paso,
engendrar un cierto caos institucional al procurar mantener la figura del
analista en un estatus de idealización imaginaria que no le corresponde.
En el curso de este capítulo se
relata cada una de las complicaciones que afloraron en la senda de la
composición de la pregunta de investigación, hasta que al final, ante la
negativa para renunciar a tal elaboración, fue suprimido quien aquí escribe de
la Maestría y de la universidad por un lapso de cinco años, configurando esto,
como se precisa más adelante, una clara violación de los derechos fundamentales
y una prueba de la oposición que hay entre la universidad, como discurso al
servicio del amo capitalista, y el discurso o la práctica psicoanalítica. En la
mencionada cohorte el investigador en formación fue admitido, luego de
completar todos los requisitos y la entrega de un anteproyecto sobre un
problema referido a un aspecto teórico o práctico. El anteproyecto que en esa
oportunidad se inscribió llevaba por título "El influjo de la promoción de
la salud mental en la prevención del con-sumo de sustancias psicoactivas".
Como puede apreciarse, se trataba de un título poco claro y nada puntual del
que se esperaba que, poco a poco, se fuera precisando hasta construir una
pregunta de investigación.
El primer semestre se inició en
la segunda mitad del año 2001, en la sede de la universidad ubicada en Robledo.
En tal período se trabajó en torno a cuatro seminarios: pulsión e inconsciente
(bajo la responsabilidad del profesor $), transferencia y repetición (a cargo
del profesor A tachado), seminario de investigación I (bajo la dirección de los
profesores S2 y i (a)), y
el seminario línea de investigación I (a cargo de los profesores S2 y $). Durante todo el
semestre se trabajó con el propósito de construir una pregunta en la que se
articularan la problemática de la toxicomanía y el concepto de sentimiento de
culpa, presente en toda la obra de Freud.
En el transcurso de esta primera
etapa se tomaron apuntes precisos de las exposiciones ma-gistrales de cada uno
de los profesores, de los comentarios que suscitaban en los conversa-torios y
de cada idea o reflexión que se iba construyendo que parecía importante. El
autor no fue, probablemente, el estudiante brillante, el "camarada
brillante" de la Maestría, pero tomó parte verbalmente y por escrito tanto
en el semestre como en los coloquios que se realizaban al final de cada
seminario.
Se llevaron a cabo tres
coloquios, los cuales consistían, esencialmente, en la elaboración por cada
estudiante de un escrito de no más de ocho páginas con el fin de que cada una
de las intervenciones ante el público invitado a los coloquios fuera puntual y
se realizara en un lapso que oscilara entre quince y veinte minutos. Tal
escrito debía reflejar parte de los con-tenidos trabajados en el seminario
concluido, lo mismo que los avances, dificultades y retrocesos en la
construcción de la pregunta de investigación y del "estado del arte o de
la cuestión".
Posteriormente, en la fase de
vacaciones de fin de año, entre los meses de diciembre de 2001 y enero de 2002,
se realizó una serie de lecturas que hicieron cambiar de posición frente a la
cuestión de la toxicomanía y el sentimiento de culpa. Fue así como, poco a
poco, se comenzó a advertir que el proceso investigativo giraba en torno a dos
significantes, el significante "culpa" y el significante
"cura" o "tratamiento". Por más que se intentaba armar una
pregunta clara y distinta relacionada con la toxicomanía se observaba, y hacían
examinar los asesores de la línea de investigación, que el novel investigador
se interrogaba, tiro por vez, por la culpa y por la responsabilidad de los
psicoanalistas en los tratamientos con los adictos. Era como si todo el tiempo
se hubiera estado reprimiendo un genuino interés, una pregunta puntual, una
incógnita que apasionaba.
En medio de múltiples
cavilaciones que movían a formular una y otra vez la pregunta de investigación,
se pensaba en indagar el fenómeno de la toxicomanía con ayuda del concepto de
sentimiento de culpa en la obra de Freud y en contrapunto con la psicología
social; luego, desde el psicoanálisis y la psiquiatría. Con el propósito de
tener una articulación entre estos dos últimos campos, el autor coadyuvó en la
sección de pensionados del Hospital Mental de Antioquia HOMO) durante varios
meses, gracias a un convenio entre dicha institución y el Departamento de
Psicoanálisis.
Estando allí, y dada la pasión
por el psicoanálisis en intensión, lo cual hizo que se pusiera a operar el
dispositivo analítico con muchos de los internos en ^ro de los consultorios y a
puerta cerrada, se tuvo el primer altercado con un joven psiquiatra que acababa
de recibir el cargo de manos del doctor Juan Carlos Botero, psiquiatra con el
que se habían establecido buenas relaciones, ya que éste poseía cierto grado de
simpatía por el psicoanálisis; era una persona amable y además amplia de
pensamiento. El conflicto con el joven psiquiatra consistió en que no le gustó
para nada que un estudiante de una Maestría de un Departamento de Psicoanálisis
se dedicara a poner en funcionamiento un dispositivo analítico en el seno de
una institución médico-psiquiátrica que, desde d nacimiento del psicoanálisis,
se ha resistido a ello. Fue tal su enfado, resisten-i e incomodidad que
inmediatamente lo expulsó de dicha sección, invalidando d convenio hecho y sin
hablar con él una sola palabra. Actitud que, más tarde, x volvió a manifestar
con profesores del Departamento de Psicoanálisis, una se decidió centrar la
atención en una pregunta de investigación cuyo objeto era precisar la esencia
de la formación de los psicoanalistas.
Tras haber leído los textos:
Lacan: esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, de la
historiadora Elizabeth Roudinesco, dilucidación que ha causado animadversión en
muchos círculos lacanianos; Elucidación de Lacan: charlas brasileñas, de
Jacques-Alain Miller y Las voces del superyó. En la clínica psicoanalítica y en
el malestar en la cultura, de Marta Gerez-Ambertin; y otros textos que, de alguna manera,
hicieron despertar preguntas de más de diez años atrás cuando se leyera el
texto Los fundamentos de la técnica psicoanalítica, del primer presidente
latinoamericano de la IPA y amigo íntimo de Jacques-Alain Miller, el
psicoanalista kleiniano Ricardo Horacio Etchegoyen. Y a propósito de kleinianos, Miller dice en
la sexta carta, titulada "El principio de Horacio", que "El
primer kleiniano francés fue Jacques Lacan".
En medio de obcecadas
cavilaciones y de una serie de lecturas referentes al fenómeno de la
toxicomanía, el investigador se encontró con una idea sorprendente en una
conferencia pública titulada "La droga entre los avatares de la estructura
psicótica". Dijo la señora Gorog:
"En un primer momento hay que facilitar la elaboración; es igual que en el
análisis del neurótico: que hay que facilitar el discurso, la elaboración del
analizante. Entonces, cuando hay suficientes analistas con tiempo para escuchar
a drogadictos, los que quieren elaborar lo hacen, es evidente que después de
esto no necesitan tanto la droga".
El asunto del tiempo hizo que se
evocara cómo en el año 1990, época en que se originó la lectura minuciosa del
texto de Etchegoyen, se había formulado la pregunta por la formación de los
psicoanalistas en la IPA. Así que el joven investigador reparó que tal pregunta
había estado en su mente desde tal época, unas pocas veces consciente y otras
más en el ámbito inconsciente. Por ejemplo, cuando se leyó atentamente el texto
de la historiadora Roudines-co, se preguntó: ¿en qué consistió la formación
psicoanalítica de Jacques Lacan? Y poste-riormente, esto es, desde 1998 hasta
el presente, época en que ha batallado más por el ámbi-to lacaniano: ¿en qué
consiste hoy la formación de un psicoanalista en una escuela lacania-na? Por
ello, a pesar de haber escuchado en repetidas ocasiones en el contexto
académico que el maestro Jacques Lacan fue inanalizable y, por tanto, no hizo
una experiencia de aná-lisis, impacto leer en el texto de dicha historiadora
que:
Lacan mantendrá siempre en secreto
su paso por el análisis de control [...], que Lacan no haya creído conveniente
más tarde dar a conocer sus pasos por el análisis de control (con Charles
Odier) no significa que esto no haya tenido lugar, sin duda le bastaba haber
sido escuchado por un oído (el de Rudolph Loewenstein) por lo menos para
significar a sus contemporáneos que su situación de fundador no era la misma
que la de Freud: él, había sido analizado; y no en cualquier diván: en un diván
ortodoxo y reglamentario [...], varias veces por semana, durante seis años, de
junio de 1932 a diciembre de 1938.
Con los datos aportados por la
historiadora se dedujo, lógicamente, que la magna revolución llevada a cabo por
Lacan en el campo psicoanalítico era, muy probablemente, un efecto de su
análisis y no un simple acontecimiento realizado por un hombre intrépido y
audaz. El interés por saber acerca de la formación de los psicoanalistas
lacanianos continuó ascendiendo y fue sorprendente releer, ya casi al final del
texto mencionado, cómo:
Por primera vez en la historia
del psicoanálisis, un pensador genial dotado de un sentido clínico fuera de lo
común, se atrevía a reducir a cenizas el gran principio técnico sobre el que
descansaba todo el edificio transferencial construido por Freud [...]. En unos
años, en efecto, transformó, con algunos de sus pacientes, la sesión corta en
una no-sesión. El paso al grado cero de la sesión [...]. La no-sesión, fue el
síntoma de esta búsqueda: a diferencia de la sesión corta, no permitía al
paciente ni hablar-no tenía tiempo para ello- ni no hablar, puesto que no tenía
tiempo que perder. Muy pocos analizantes de los años 1977-1981 fueron
conscientes de la realidad de la no-sesión: como si la absoluta disolución del
tiempo puesta así en acto, fuera imposible de percibir para los mismos que
fueron sus actores y sus testigos. Todavía hoy, la mayoría de los que
participaron en ese descenso a los infiernos mantiene la ficción de una
duración mínima.
Ilustrado lo anterior, surgía la
pregunta: ¿en esas condiciones se puede hablar de fin de análisis, de
atravesamiento del fantasma, de bien-decir, identificación al síntoma,
superación del padre, caída de los ideales, vencer la cobardía moral, destitución del sujeto supuesto saber, o de
la inexistencia del Otro como consecuencia de la cura analítica? Según Miller:
“Salen del análisis, lo concluyen, muchas menos personas que las que entran en
él.” ¿Qué clase de análisis era ese, el
de la "o-sesión? ¿Es posible hablar de cura analítica o de fin de análisis
con sesiones de cinco minutos, dado que "durante una década (1970 a 1980)
recibió un promedio de diez pacientes por hora?" ¿A qué ha conducido esto en el mundo y cómo
se puede conceptuar hoy la formación de los psicoanalistas? ¿Un analista
analizado en un dispositivo así se ha formado o se ha deformado? Respecto a la
obra de la historiadora, Jacques-Alain Miller dice: "Está claro que
Elizabeth Roudinesco hace de Lacan un insigne bribón".
Entonces, una vez leída la
cogitación de la doctora Gorog, haber remembrado anteriores interrogantes en
torno a la formación de los psicoanalistas y haber centrado la atención en el
aspecto del tiempo, de los analistas con tiempo para escuchar a drogadictos, se
pregunta: ¿qué se puede hacer con un toxicómano en una sesión de cinco minutos
o en la no-sesión? Así pues, se fue gradualmente encadenando con preguntas que
se habían reprimido por un cierto pudor o prudencia inexplicable, al menos a la
altura de este trayecto.
En el mismo segundo semestre de
2001 se realizó un coloquio que fue titulado "Culpa-goce: una cuestión
preliminar a todo tratamiento posible del sujeto toxicómano", después del
cual, y estando en período de vacaciones, se percibió con mayor claridad que el
interés investigativo no era lo suficientemente poderoso en el campo de la
toxicomanía. A esto cooperó, de manera significativa, la lectura del texto Elucidación
de Lacan: charlas brasileñas, de Jacques-Alain Miller, pero de manera singular
el fragmento en el que dice: "se puede decir, en tono de chiste, que el
núcleo de la formación de los analistas es curarlos del sentimiento de culpa
[...]. No hay tratamiento posible con culpa".
Después de esto se hizo
insoslayable pensar aún más en la formación de los analistas y en el lugar del
sentimiento de culpa, que antes se había pensado en relación con la
toxicomanía, en el curso de la dirección de la cura. La verdad es que dicho
fragmento abrió la senda que condujo a un posterior acertijo. ¿Cuál acertijo?
El de interrogar cada una de las partes que componen dicho fragmento. Fue así
como se dio la tarea, como quien analiza un sueño, de tomar por separado cada
elemento, cada significante, para pensarlo de manera rigurosa respecto del
conjunto del enunciado. En la perspectiva de Lacan, éste se preguntaba: “¿Cómo
devine psicoanalista?”, a lo que su yerno enumera tres condiciones: su tesis en
psiquiatría, la psicosis y el caso Aimée. Dice Miller de aquel:
incluso se jacta de ser psicótico:
“Yo soy psicótico”, dice, “por la sola razón de que siempre intenté ser
riguroso”. Y se anima a formular de paso que los lógicos e incluso los
geómetras presentan “cierta forma de psicosis” [...] Sin duda, Lacan subraya
cierto contraste con Freud; no cree que Freud haya sido psicótico como él dice
serlo. De hecho, Freud se interesó muy poco por la elucubración lógica, esa
misma que tenía lugar en su época y en su ciudad [...] ¿Cómo llegó Freud a ser
psicoanalista? No a partir de la psicosis, sino a partir de la histeria, y
escuchándola.
Lo que más cautivaba la atención
era acoplar la afirmación de Miller y el asunto del tiempo explicitado por la
señora Roudinesco, pues se retomaba, una y otra vez, las palabras de ésta
cuando decía de Lacan que se había atrevido "a reducir a ceniza el gran
principio técnico sobre el que descansaba todo el edificio transferencial
construido por Freud", máxime cuando el artífice del psicoanálisis había
dicho en Análisis terminable e interminable: "La experiencia nos ha
enseñado que la terapia psicoanalítica, o sea, el librar a un ser humano de sus
síntomas neuróticos, de j sus inhibiciones y anormalidades de carácter, es un
trabajo largo. Por eso desde el comienzo mismo se emprendieron intentos de
abreviar la duración de los análisis".
Y más adelante en el mismo texto,
criticando a Otto Rank, uno de sus discípulos, dice: "Rank esperaba
eliminar la neurosis íntegra, de suerte que una piecita de trabajo analítico
ahorrara todo el resto. Unos pocos meses bastarían para esa operación".
Al percatarse del factor tiempo
se preguntaba el investigador: ¿será que Lacan ha hecho, por identificación con
Rank, algo semejante? En ese instante, y basado en su larga experiencia de
análisis personal con dos analistas kleinianos, se pregunto, al pensar respecto
a su propio sentimiento de culpa y cómo éste se había reducido de manera
significativa tras la elaboración de más de diez y ocho años de "análisis
con tres sesiones semanales, de treinta y cinco a cuarenta minutos cada una en
promedio, ¿es posible curarse, esto es, reducir los montos de culpa, en un
dispositivo analítico como el que describía la historiadora al hacer referencia
a lacan? En este punto observó que se trataba de un problema fundamental o
complejo y no de algo trivial, prosaico o chistoso, pues con Freud se había
aprendido que el chiste es una formación del inconsciente y es ubicado por él
en El chiste y su relación con lo inconsciente con el mismo estatus que el
sueño, el lapsus, el acto fallido y el síntoma, etc. Además, para los
analistas, no para los profesores: "La cuestión de la culpa, más que una
pregunta que nos formulan los demás, es una pregunta que nosotros nos
formulamos [...]. En esto nos las tenemos que ver solos con nosotros mismos. La
filosofía y la teología se encuentran convocadas a iluminar las profundidades
de la pregunta por la culpa".
Lo que pretendía Miller, se decía
en ese momento el investigador, era llamar la atención sobre un aspecto
sumamente importante en la formación de los psicoanalistas, pero utilizando un
recurso, el significante chiste, para ver si alguno osaba detenerse allí y
descifrar el acertijo. Ahora, ¿quién debía hacerlo? ¿Acaso alguno de los que se
analizaron con Lacan entre 1977 y 1981, en medio de una absoluta disolución del
tiempo? ¿O en el mejor de los casos, alguien que se haya analizado con Lacan,
unos cuantos meses o años, en un dispositivo de sesiones cortísimas? ¿O quizás
algún latinoamericano que se haya supuestamente analizado con Miller o con
algún otro discípulo de éste, luego de viajar a París y estar allí unos pocos
meses, o quizás años, haciéndole la venia a algún prestidigitador, movido por
la idealización del Otro, entendida por Lacan como atribución de saber a un sujeto?
; Como si viajar a París con distintos propósitos, a excepción, en muchos
casos, de la exploración para conquistar la ardua empresa del análisis, o
establecer vínculo social con algún personaje "encantador" reconocido
internacionalmente, dotara de manera mágica y sugestiva de la anhelada
formación psicoanalítica!
Luego de interrogarse sobre la
"culpa-goce como una cuestión preliminar a todo tratamiento posible del
sujeto toxicómano", pasó a preguntarse sobre las "incidencias de la
culpa en el acto analítico". Este fue el título del primer ensayo que
había de ser mejorado y rectificado para, finalmente, hacer visibles las
elaboraciones en el coloquio de esa fase del proceso investigativo; pero...
¿qué sucedió? Faltando aún cuatro días para que comenzara el coloquio y con
suficiente tiempo para modificar y reelaborar este primer escrito, se encontró
con la profesora S2 en la
puerta del Departamento de Psicoanálisis de la universidad, quien en medio de
su prisa acostumbrada le dijo: "Ese trabajo no es serio y probablemente
ese no sea un tema en el que se deba ocupar un estudiante de Maestría en el
contexto universitario. Ese es un tema de investigación de un psicoanalista de
escuela y en el contexto de la escuela y no del ámbito universitario".
"Sin embargo -puntualiza Jacques-Alain Miller- respecto de la
investigación de saber, hay una diferencia entre el saber imaginario y el saber
lógico. Indudablemente, en ambos casos se trata de un saber elaborado a partir
de lo que no hay [...]. La invención no está sólo del lado del analista, sino
que también opera y es válida res-pecto del analizante".
A este respecto cuando al
psicoanalista Sidi Askofaré, miembro de la Internacional de Foros del Campo
Lacaniano, quien fuera convocado por el Departamento de Psicología de la
universidad al finalizar el primer semestre de 2000, con el propósito de
realizar el curso "Fundamentos de la clínica" y el seminario
"Enfermedad mental y figuras del mal en África Negra", se le comentó
a través del correo electrónico: "Actualmente estoy desarrollando una
investigación en torno a la pregunta ¿Es la cura del sentimiento de culpa el
núcleo de la formación de los psicoanalistas? ¿Qué concepto le merece ésta y
cuál cree sea el inconveniente para desarrollarla en el interior de un departamento
de psicoanálisis en el contexto de la universidad?"; manifestó:
Lo siento, pero no estoy seguro
de haber entendido correctamente la pregunta que usted me hace. Parece que
usted desea conocer mi opinión sobre el interés de su tema de investigación y,
particularmente, sobre su realización en el marco de un departamento de
psicología. Pienso que este asunto, a pesar de ser muy complejo, merece gran
interés. Sería entonces necesario formularlo de manera más precisa. Desde el
punto de vista universitario no corresponde a los tipos de temas presentados en
los masters o en los doctorados de psicología. Sin embargo, desde hace poco
tiempo existen en París, Rennes y Montpellier unos masters de psicoanálisis que
lo aceptarían sin problema. Espero haber contestado su pregunta a pesar de la
barrera lingüística. Muy atentamente, Sidi Askofaré.
Por su actitud, la cual operó
siempre como una brújula en medio de la oscuridad de la noche de un navío a la
deriva en alta mar, entendió el investigador que estaba tratando un problema
que suscitaba resistencias. En esta dirección se podría decir con Juan David
Nasio que "Es psicoanalista aquel que se siente psicoanalista y no aquel
calificado según los criterios del saber universitario y menos aún según los de
b respetabilidad burguesa. Sin embargo, sentirse psicoanalista no significa por
ello que cualquiera es analista y basta con anunciarlo entre
bastidores". Desde ese momento
pensó que la profesora, persona a la que consideraba muy capaz por sus Dotes
discursivas y por el discernimiento de la teoría de Freud y Lacan, como
-presentante de la Asociación de Foros del Campo Lacaniano de Medellín,
asociación que había sido creada por Colette Soler como reacción a los
supuestos excesos y abusos del director general de la Asociación Mundial de
Psicoanálisis (AMP), sería, en lo sucesivo, una muestra representativa del
grupo lacaniano de Medellín. Lo que no se logró visualizar, en ese primer
momento, es que iba a representar también a un pequeño sector del bando opositor,
a la recién creada Nueva Escuela Lacaniana (NEL) por la Asociación Mundial de
Psicoanálisis, en un intento político y administrativo de escamotear el influjo
negativo y la mala propaganda que dejaran tras de sí todos los que en los
distintos países se adhirieron a la causa emprendida por Soler y sus
seguidores.
Fue así como el problema de
investigación que se propuso terminó abarcando, como se muestra más adelante, a
algunos lacanianos de ambas "iglesias": los de la Asociación de Foros
del Campo Lacaniano que están posicionados en la Universidad de Antioquia, en
el Departamento de Psicología, y unos cuantos de la Nueva Escuela Lacaniana
(NEL), cuyo centro de mando y operaciones es el Departamento de Psicoanálisis,
adscrito a la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Dos departamentos
dirigidos por miembros o asociados de cada una de estas dos agremiaciones que,
aunque en la realidad y en el campo político y epistemológico se repudian, en
medio del conflicto que suscitó la pregunta de investigación se apoyaron y se
trataron con suma cortesía, al menos manifiestamente, ante los ojos de los
funcionarios de la universidad, quienes al parecer desconocían los múltiples
intereses que se escondían detrás del semblante de todos aquellos eminentes
profesores que hacen de "analistas" cuando les conviene. Aunque,
pensándolo bien, unos encubren a los otros y de este modo nadie sanciona los
abusos y excesos cometidos con los estudiantes, tal y como se muestra más
adelante en detalle.
Ante el pronunciamiento de la
profesora, el cual devela toda una desmentida, un "no pero sí", se
vio claro que, de un lado, decía que el trabajo no era serio y, de otro, que
era tan serio que a la postre no era un problema con el que debería cargar un
simple estudiante de Maestría, pues según sus palabras se trataba de un tema de
investigación de un psicoanalista de escuela. Con esto lo estaba subestimando,
todo porque era un estudiante y un desconocido en el ámbito psicoanalítico de
ella y de los profesores. Lo que más ha llamado la atención del comentario de
la profesora es que, casi un año después, uno de los segundos calificadores del
proyecto incipiente de investigación dejó por escrito un comentario semejante
al de ella, y como se sabe que ambos pertenecen a la misma Asociación se ha conjeturado
que, probablemente, el comentario de la profesora estaba ya influido por la
opinión del expontificio que a la postre le había servido de asesor o, posiblemente,
se debía a una tendencia general de pensamientos en foros.
La cuestión es que, por
imposición de dicha profesora, no se presentó pública-mente el texto del
coloquio de finales del seminario R.S.I., pese a que se le comunicó la
disposición a rectificarlo, pues era sólo el primer borrador. Aún quedaban
cuatro días para el coloquio y había estudiantes que, faltando unas cuantas
horas para el mismo, rectificaban sus textos y de todos modos los exponían
públicamente. ¿Qué sucedió, entonces? Que al parecer no era conveniente para
ella, ni para los profesores del Departamento de Psicoanálisis y alguno que
otro del Departamento de Psicología, permitir que un estudiante de Maestría
expusiera sus ideas, altamente críticas, sobre la práctica clínica de algunos
lacanianos, ante un auditorio pletórico de estudiantes que al tiempo eran, en
muchos casos, sus mismos pacientes o analizantes. Adicionalmente, el
investigador también pensó que influía la idea de que era un asunto de la
universidad sino de la Escuela. A pesar de su autoridad, tenía inconvenientes
para aceptar dicha noción como la decisión resultante de ella o aceptar 1a
resistencia que se ha mencionado.
Ahora, todos sabemos muy bien, en
nuestro campo, qué sucede con un paciente cuando comienza a dudar de la
reputación y la credibilidad en la formación de su analista, y los comentarios
del joven investigador no eran precisamente un medio para reforzar la fe ciega
de los participantes en los coloquios. Era evidente que la ponencia pusiera en
riesgo sus intereses, sobre todo los económicos, pues es pro-bable que buena
parte de los ingresos de tales profesores -quienes en su mayoría funcionan como
psicoanalistas en sus consultorios particulares, como decía en cierta ocasión
el mismo S1, refiriéndose
a los ingresos que le generaban sus pacientes-, sean los que les genera la
consulta, razón por la cual desde el coloquio de R.S.I. la invitación y la
asistencia del público a los coloquios se redujo considerablemente. ¿Por qué?
¿Era conveniente acaso que sus estudiantes-pacientes asistieran a escuchar la
postura de un crítico, irreverente y desidealizador de los psicoanalistas y del
mismo Lacan? Hubo casos como el de alguien que había estado en sesiones con S1, y tan pronto llegaron a sus
oídos algunas apreciaciones de quien aquí escribe abandonó el "análisis".
¿Por qué? No se podría responder a esta pregunta, lo que sí se a decir es que
por las intervenciones verbales y escritas muchos ideales cayeron y ni el mismo
Lacan, como ídolo de las dos escuelas mencionadas, escapó al torrente de las
críticas. En este sentido, es necesario
decir que Duns Scoto sostuvo que la libertad del hombre es tal que él puede decirle
que no, incluso a Dios.
Un ensayo problematizador
Fue así como en el primer ensayo,
que prácticamente abrió la puerta a una i absurda pero necesaria para las
elaboraciones, titulado "Incidencias de la culpa en el acto
analítico", desde la primera página se comenzó a mostrar con una a directa
y sin giros lingüísticos propios de la cobardía moral y de la hipocresía
culpable del obsesivo, que era más interesante preguntarse por los influjos del
sentimiento de culpabilidad de los analistas en el acto analítico, que
continuar centrado en los asuntos de la toxicomanía. Allí se decía que dicha
pregunta podría ser considerada un "falso problema". A este respecto
es necesario decir con Jacques-Alain Miller: “Mi posición, de todos modos, es
simple: para avanzar a veces es necesario insistir sobre lo mismo, volver sobre
los mismos significantes, sobre los mismos esquemas y las mismas
escrituras". Y más adelante dice: "Lacan no retrocedía ante la
posibilidad de volver sobre el mismo punto. De modo que insistir es lo mejor
que puede hacer el sujeto". Esa
expresión, la del "falso problema", con la que el profesor i(a)
designó el nuevo interés investigativo, sería válida si se aceptara sin ningún
cuestionamiento que el analista está curado del sentimiento de culpa y, por lo
tanto, su acto analítico está descontaminado de toda repercusión culposa. Pero
como la culpabilidad es un hecho de estructura, del cual ningún sujeto puede
escapar a sus influjos y consecuencias, es posible que algunas inciden-cias
pueda tener en el acto analítico. Ahora, ¿puede ser falso un problema no
resuelto por la comunidad analítica?
En el mismo escrito se comenzó a
esbozar, basados en Marta Gerez, las diferencias entre sentimiento de culpa,
culpabilidad inconsciente y culpa muda, en el interior de un modelo que la
autora llama trébol de la culpa. Más adelante, en Cura de! sentimiento de culpa
(la segunda parte de esta investigación), se volverá sobre este punto para
ampliarlo.
El factor que al parecer más
impacientó los ánimos de la profesora, y de todos aquellos que estaban
conectados a ella, fue probablemente la parte en la que se hizo alusión a la
culpa muda. Se conjeturó que el lado mudo de la culpa se expresaría entonces
mediante la necesidad inconsciente de castigo. Necesidad que está inscrita en
la culpa muda y, por tanto, en el orden de lo irreductible y lo incurable. El
analista no es un Otro consistente, no es A. Lo que hace pertinente preguntarse
por el acto analítico que, como la estructura misma del sujeto, está atravesado
por la falta. Si el acto analítico no estuviera afectado por las fallas de la
estructura, en este caso la culpa muda, con toda seguridad no tendríamos que
interrogar-nos por la práctica clínica como lo hacemos y estaríamos ante la
única práctica en el universo de los actos humanos, sin fisuras, consistente y
perfecta.
Apoyados en Miller, autor del que
se extractó el interrogante sobre la cura del sentimiento de culpa y la
formación de los analistas, se hizo alusión a que una incidencia de la culpa en
el acto analítico apunta al pago de los honorarios, el cual tiene una
repercusión simbólica en el proceso de la cura, pues si el analista cobra unos
honorarios que no equivalen, simbólicamente, al monto del beneficio terapéutico
recibido, aspecto que se observó por años en la conducción de los
"tratamientos" por el director de PROASIS, grupo al que se hace
alusión en Cura del sentimiento de culpa y de la depresión, se puede alimentar
una culpa y un malestar similar al que se produce en las prácticas altruistas y
redentoras. En este sentido, hay que decir con Jaspers que “Siempre que realizo
acciones como individuo tengo, sin embargo, responsabilidad moral, la tengo por
lo tanto por todas las acciones que llevo a cabo, incluidas las políticas y las
militares [...]. Que yo siga viviendo una vez que han sucedido tales cosas es
algo que me grava con una culpa imborrable". En dichas prácticas los sujetos ostentadores
del beneficio no sabrían qué hacer para compensar lo recibido, ya que este
sería vivenciado como una deuda imposible de pagar, como la del obsesivo, para
no referirnos a la del melancólico, que conduciría a la búsqueda del castigo
por la vía del sufrimiento.
Otro aspecto, se continúa
diciendo en el ensayo del autor, sobre las "Incidencias ría culpa en el
acto analítico", en el que se ve reflejada la culpa, es el hecho de r que
trabajar mucho. En este tramo dice Miller: "Y es por eso que trabajamos
mucho, para hacernos perdonar por la manera en que nos ganamos la vida. Por
eso, Lacan trabajó tanto durante tantos años. Es cierto que debería pagar una
deuda enorme para hacerse perdonar. Y hacerse perdonar es el resultado para
nosotros, que trabajemos como lo hacemos".
Sobre este punto el mismo Miller en ¿os os del goce, comenta: "No
hay otro bien más que el que puede servir para r el precio del acceso al deseo.
Es verdad que Lacan hacía pagar el precio, 5 también es cierto que él mismo lo
pagaba. Se puede hacer pagar por el precio en la medida exacta del precio que
uno paga".
Si la culpa incide en el hecho de
que el analista tenga que trabajar mucho, cuál es el trabajo al que éste se
dedica? ¿La práctica clínica o el trabajo intelectual? A este respecto, Marta
Gerez, refiriéndose al obsesivo, tal y como era pensado por Freud, dice:
"Se ve constreñido a un cavilar incesante al servicio de la despiadada
crueldad superyoica". Hay analistas
que al dedicar la mayor parte del tiempo a sus analizantes poco pueden producir
intelectualmente; otros, en cambio, al dedicar la mayor parte de sus energías a
la construcción teórica poco pueden hacer en el ámbito clínico y terapéutico.
Trabajan mucho lo intelectual y de este buscan, entre otras razones, hacerse
perdonar por no dedicarse a lo esencial del psicoanálisis que es la práctica
clínica. Digamos que este "analista" triunfa en el plano teórico y
conceptual, en tanto que busca fracasar como terapeuta por necesidad
inconsciente de castigo. De todas
maneras, una cosa es la actividad intelectual y otra la gestión docente.
El que cada vez más los
analistas, se decía en ese primer ensayo, se dediquen a la producción teórica,
y hoy, se diría, a ser profesores, tiene consecuencias positivas y negativas.
Positivas en el hecho de hacer avanzar el psicoanálisis por la vía de la
difusión y producción de conocimientos; negativas al convertir paulatinamente
el psicoanálisis en un asunto de discurso, en una especie de filosofía que,
poco a poco, se va quedando sin el piso sólido de la experiencia en la
práctica. Ahora, si los "analistas" están cada vez más dedicados a la
divulgación teórica, más impelidos pueden verse, entre otras cuestiones, a
reducir el tiempo de las sesiones con el argumento de que "en el
inconsciente no hay tiempo", cuando los que realmente no tienen tiempo
para sus pacientes son ellos al estar determinados por múltiples ocupaciones
intelectuales que, si bien son importantes, para el psicoanálisis no
constituyen su verdadera identidad. En este derrotero es vital recordar la
distinción que hiciéramos en cierta ocasión, en el programa radial Patologías
del vínculo social, entre docente-analista y analista-docente. En el primero,
pensamos, prima el docente, el educador, y por tanto el nexo con el saber y con
lo imaginario del superyó que puede mover al acto, al pasaje al acto; mientras
que en el segundo el factor predominante es el de la posición psicoanalítica,
la cual privilegia la relación con la verdad, con la responsabilidad ética, sin
dejarse absorber por la dinámica de poder del amo capitalista, cuyo interés
principal es la ganancia económica.
Lacan, por ejemplo, al final de
sus días recibió un promedio de diez pacientes por hora, lo que quiere decir
que dedicaba de a cinco minutos, aproximadamente, a cada uno, y llegó a
transformar en unos cuantos años, con algunos de sus pacientes, la sesión corta
en una no-sesión; aspecto que permite recordar el caso de un psicólogo clínico
aquí en Medellín que asistió al consultorio de un "psicoanalista"
durante dos años, sin que éste lo atendiera sino sólo para recibirle los
honorarios. ¿Qué clase de analizantes y de psicoanálisis era ese, uno mágico e
imaginario? ¿Intentaba acaso el supuesto psicoanalista de nuestro amigo emular
el estilo particular de Lacan? Ahora, respecto a lo dicho por la señora
Roudinesco hay otras versiones. No todos los autores están de acuerdo con lo
dicho por la historiadora, en relación con la sesión corta. Sin embargo, no hay
que confundir la práctica clínica de Lacan con un estándar imitable por todos.
Esto es lo que es criticable aquí.
Así las cosas, es posible hilar
que hay analistas que suponen que la cura de sus analizantes se produce
mágicamente, con el simple hecho de que éstos pisen los predios de sus consultorios.
Algo semejante a lo que narra el texto bíblico
en cuanto a una mujer que padecía un flujo de sangre hacía ya doce años.
Se acercó a Jesús por detrás, en medio de la multitud, y tocó sus vestiduras
diciéndose entre sí: "conque pueda solamente sobar su vestido, me curaré".
Aquí es evidente cómo dicha mujer le atribuía al maestro no sólo un saber sino
también un poder excepcional, el cual creía podía liberarla de sus sufrimientos
con el simple hecho de frotar sus vestiduras. Posiblemente todo esto, se
continuaba diciendo, tenga que ver con lo que el mismo Lacan planteaba, en
1967, referente a las dos maneras de entrar en la escuela. La primera es
demostrar ser un trabajador decidido (es decir, un culpable que tiene que trabajar mucho intelectualmente
para hacerse perdonar) y, la segunda, demostrar solamente estar analizado. En
ambos casos es aplicable el enunciado: "Por sus frutos, esto es, por sus
actos, los conoceréis".
Ideas como las anteriores, entre
otras razones quizá, bastaron para que la profesora S2 dijera que "ese trabajo no era
serio", subestimara al investigador e impidiera la presentación de su
trabajo en el coloquio. Actitud que nos rememora la fórmula de Lacan, “según la
cual las mujeres nunca son culpables, siempre los hombres lo son”. En este punto del trayecto re-corrido, es
menester decir, apoyados en Karl Jaspers, que:
Es difícil, más allá de las
afirmaciones, penetrar con insistencia en el fondo de la verdad. Es fácil
adoptar una opinión y mantenerla para librarse de ulteriores reflexiones [...];
es difícil resolverse verdaderamente en la claridad de un pensamiento abierto y
universal. Es fácil sustraerse a la responsabilidad por medio de la palabra; es
difícil mantener la decisión, pero sin terquedad. Es fácil, en cada situación,
ceder siempre a la menor resistencia; es difícil mantener en la dirección el
curso decisivo, por medio de una resolución incondicional, a través de toda
movilidad y flexibilidad de pensamiento.
Ahora bien, ¿considera el lector
que tales ideas eran convenientes para los profesores del Departamento de
Psicoanálisis? A nuestra manera de ver, no, porque si los pacientes acontece
algo similar a lo que le sucedió a cierto banco norteamericano: una mañana muy
temprano comenzó a correr el rumor, entre los clientes del o, que el banco
tenía dificultades financieras, estaba al borde de la quiebra y en cualquier
momento sus ahorradores podían perder su dinero. En horas de la tarde una
multitud de personas se agolpaban en las taquillas para retirar sus ahorros. Al
día siguiente el banco estaba, efectivamente, con dificultades financieras y al
borde de la quiebra. En el momento, se podría objetar la pertinencia de este
ejemplo, pero no hay que olvidar cómo el significante no sólo sirve para
recordar sucesos, sino también para crear o suprimir la realidad.
Otro aspecto similar al del
"análisis" con un posible imitador de las acciones del último Lacan,
es el caso de Antón Mesmer, doctorado en filosofía con los padres jesuitas,
quien estudió medicina y efectuó una novedosa revolución terapéutica, primero
en Viena y luego en París. En 1773 realizó su primera curación notable, por
sugestión con unos imanes en una joven de 29 años aquejada de convulsiones. En
la cumbre de su notoriedad, viendo la cantidad de personas que le solicitaban
consulta (como en el caso de Lacan al final de su vida), y dado los niveles de
idealización que había alcanzado, resolvió magnetizar un árbol en la calle de
Bondy en París. Pues bien, millares de enfermos se ataban a él con cuerdas o lo
tocaban con la esperanza de sanar. Es importante destacar este hecho porque el
componente mágico-imaginario ha estado siempre en los procedimientos para curar
a lo largo de la historia. Un psicoanálisis así (lo mismo que las terapias
cognitivo-comportamentales (TCC), según el informe francés del INSERM
-Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica-) se asemeja a lo
imaginario de los efectos del bálsamo de fierabrás del que hace alusión Miguel
de Cervantes en el capítulo XVII de Don Quijote de La Mancha.
Además, ¿es la cura analítica un
efecto o una consecuencia del impacto producido por la idealización de un
personaje, o es más bien el resultado de un proceso largo de elaboración
psíquica en un dispositivo analítico que cuenta con el tiempo cronológico como
el principio fundamental sobre el que reposa el edificio transferencial
construido por Freud? ¿O será que el tiempo cronológico se articula en un
punto, según la lógica moebiana, con el tiempo lógico? Otro dirá que es el
saber supuesto, el pivote de la construcción transferencial.
Una asesoría esclarecedora
Después del coloquio R.S.I. las
cosas se tornaron cada vez más grises. Fue así como se pre-sentó el
investigador con el fin de conversar con $ y S1 sobre la elaboración anterior del coloquio que ni
presentó, lo mismo que de la pregunta de investigación que de ese primer ensayo
se pudo desprender. Cuando se sentó, lo primero que le dijeron fue: "¿Cómo
va con su pregunta?" Y sin vacilar dijo que consideraba no sólo puntual
sino además válido, centrarse en la cita de Jacques-Alain Miller: "se
puede decir, en tono de chiste, que el núcleo de la formación de los analistas
es curarlos del sentimiento de culpa [...]. No hay tratamiento posible con
culpa”. Allí se observan, dijo, tres conceptos absolutamente potentes que son:
"formación de los analistas", "cura" y "sentimiento de
culpa". Luego la pregunta (o una
ellas) que se puede desmembrar de aquí es: ¿es el núcleo de la formación de los
analistas curarlos del sentimiento de culpa? Esta fue la pregunta, se les comentó
que A sugirió, que podía ser una investigación documental. S1 mencionó también que se
podían observar los testimonios del pase con el fin de saber qué se podía
encontrar allí. Como fue explícito en lo que había estado pensando, S2 comenzó a decir que dicha
pregunta no era pertinente hacerla desde el punto de vista académico (esto es,
en la universidad) sino en la escuela o en el espacio de las reflexiones de los
analistas. La lectura que aquí inmediatamente se hizo en silencio fue: En
efecto, esta pregunta no es acorde a los intereses de muchos "psicoanalistas"
(al menos en el ámbito universitario de Medellín, pues se trata, según parece,
de un intento de dejarlos públicamente al descubierto). En ese instante
irrumpió la pregunta: ¿qué verdad alberga este interrogante que produce
semejantes reacciones?
La profesora decía que en el
ámbito académico no se contaba con los recursos para saber de ello. ¿De qué
recursos hablaba? ¿Acaso para Freud y Lacan las diferencias entre psicología
individual y social no se disuelven? ¿Acaso lo interno, es decir, la subjetividad
no se expre-sa por medio de los actos? Siendo así las cosas ¿para qué saber de
la experiencia analítica de los psicoanalistas si ésta se da a conocer por
medio de los actos? Tanto el que está analizado como el que no lo está, se
conoce. Digamos que el análisis deja marcas, huellas o rastros que luego, para
quien haya sido entrenado en los oficios del análisis, son relativamente
fáciles de reconocer. Al parecer este tipo de pregunta no aportaba a los
objetivos aprobados por la universidad, el ICFES y la sociedad para avalar la
función de investigador en ciencias sociales.
Ante lo manifestado por la
profesora, el investigador dijo que la universidad era un espacio abierto en el
que un estudiante podía hacer cualquier pregunta comentó, además, que consideraba
que en tanto estudiante de la Maestría, perfectamente podía hacerse esa
pregunta, máxime cuando en ninguna parte había escuchado o leído sobre cuáles
preguntas hacer y cuáles no en el ámbito universitario. En la historia de las
universidades, desde finales del siglo XI y bajo el fuerte influjo de las
rigideces religiosas, es probable que esto no sea válido, pero a la luz de
nuestro Estado social de derecho sí. Asunto de las rigideces universitarias,
con un trasfondo religioso, utilitarista y de mercadeo, que ampliamos un poco
más en La nueva ciudad de Dios. Vestigios de la universidad medieval.
Se hizo énfasis en que si a la
pregunta se le censuraba, ello causaría algo así como una pro-vocación y un
mayor interés para detenerse en ella. A este respecto cavilaba el investigador
dentro de sí que se trataba, muy seguramente, de algo tabú, de algo prohibido.
Y todos sabemos, así no sea por el psicoanálisis, lo que se forja cuando algo
se prohíbe. Digamos que es el camino para que el deseo surja. Al vetar o
intentar vetar la pregunta a lo que se estaba invitando era, precisamente, a
que el investigador se ocupara de ella. En este sentido, y apoyados en Miller,
diríamos que "La respuesta precede a la pregunta. A partir de la
res-puesta del Otro el sujeto podrá plantear la pregunta [...], la pregunta que
invita a la respuesta siempre supone que la respuesta ya está allí".
Cuando la profesora advirtió el
carácter prohibitivo que estaba transmitiendo, dijo que en-tendiera (como si el
investigador fuera tonto) que no se trataba de vetar la pregunta, sino de
hacerla en el lugar adecuado. Respecto a esto, no puede primar más el
interrogante ¿adecuado para quién? que la pertinencia y relevancia para la Maestría,
la universidad y la sociedad de una pregunta que es de "gusto" y
"tradición" de la escuela psicoanalítica. Aquí evidenció que no era
el sitio apropiado para ella y para los profesores del Departamento de
Psicoanálisis. Insistía, de esta manera, en que había preguntas que se podían
hacer en la universidad y otras solamente en la escuela analítica, ¿por
designio, orden o voluntad de quién? Confiesa quien aquí escribe que una
tontería igual no había escuchado hacía mucho tiempo. Estaba estupefacto porque
la profesora había mostrado hasta ese momento una actitud distinta y con esto
se veía, a las claras, que la pregunta de investigación suscitaba algunas
incomodidades.
Cuando terminó de hablar, ahí sí
las pocas prevenciones y el uso tímido de la voz del investigador cesaron. Y
les comunicó, de manera directa, que no estaba de acuerdo con dicha afirmación,
porque consideraba que de lo que se trataba en la Maestría era de poder hacer
una construcción que surgiera del deseo de cada uno, tal y como se había leído
en el pacto pedagógico, y no del deseo del otro. Como en la experiencia
analítica, pues hay similitudes entre analizarse e investigar contando con el
psicoanálisis. Luego, $ intentó aclarar lo dicho por la profesora y dijo que
estaba sorprendido, una vez se llegó de vacaciones, por el giro o modificación
en la pregunta, después de haber hecho todo un recorrido y un trabajo. Decía,
intentando también persuadir para que se abandonara la actual pregunta, que
había seguido con sumo interés las elaboraciones y que consideraba que se había
hecho, en el campo de la toxicomanía, una pregunta muy importante para darle a
conocer los resultados a la comunidad y a los analistas. Decía que había
invertido libido en ese trabajo, y que de un momento a otro se había quedado
sin pistas... ¡Perdido...! Estaba un poco fastidiado por ello, era evidente. Lo
decía, seguía hablando, porque el investigador supuestamente no había contado
con ellos, que era como si no existieran, como si el Otro no existiera; se
quejaba porque se había operado una torsión en la pregunta de investigación y
no se los tuvo en cuenta, porque se los habría dejado "mirando para el
páramo", sin tener la más mínima noción.
El investigador recordó que en
una ocasión había escuchado al mismo profesor decir: "No se puede ceder en
el deseo". Y que eso era lo que se estaba haciendo, al no haber más
interés en la toxicomanía y menos aún en hacer una simple tareíta para cumplir
con ella, para responder a los deseos del otro. En este punto fue absolutamente
respetuoso, les dijo que admiraba su trabajo, que se quitaba el sombrero (que
no se pone) ante ellos, pero que comprendieran que no estaba dispuesto a
enfocarse en otra cosa distinta a su deseo. S2, en ese momento, dijo que uno de los problemas de la
época era que cada uno se pasaba por encima las pautas. Que "no se podía
actuar como el que crea una norma y piensa que puede hacerla funcionar sin
tener en cuenta la legislación de su país". ¿Quién iba a sospechar que el
des-enlace final a que sus palabras estaban básicamente referidas a ella, a $,
a i(a), a S1, y a todos
aquellos otros que intervinieron, indirectamente, en el conflicto que
posteriormente estalló y se dio a conocer?
Al respecto le comunicó el joven
investigador a la profesora que estaba de acurdo con ella con ella, pero que ese no era su caso, pues
lo que había dicho perfectamente señalaba una formación imaginaria (con esto se
le dio a conocer que se comprendía muy bien lo que quería decir), que no se
estaba pasando por encima de nadie y sólo se consideraba que no era necesario
generar tanta disensión, que perfectamente una pregunta así se podía formular
desde el ámbito universitario. Llegado a este punto pensaba, para sus adentros,
en la constitución política del país y cómo en ella se consagra el derecho a la
educación, la libre expresión del pensamiento, la libertad investigativa,
etcétera.; que más adelante, sin saberlo en ese momento, habría de tener en
cuenta en un litigio jurídico que ponía en evidencia lo dicho por la profesora,
pero contra ella y el Departamento de Psicoanálisis. Sin embargo, así no
terminó todo.
Después ella dijo que desde la
experiencia del análisis personal, y por los casos que atendía, podía observar
cómo responder a la pregunta, que sin duda para los analistas (¿lacanianos
solamente?) era una cuestión importante. Aquí dio a entender que ya estaba más
dispuesta, que había bajado un poco la guardia y el tono opositor y que le
quedó claro que el investigador no estaba dispuesto a ceder en su deseo. Luego
de habérseles dicho que, sólo en apariencia, antes se venía bien apuntalado con
la pregunta de investigación (se hacía referencia a la toxicomanía) y que,
ahora, si para ellos estaba desubicado no era así (los desubicados seguramente
eran ellos), porque ahora sí se tenía una muy buena pregunta de investigación; acto
seguido sugirieron que podían plantearse varios momentos en la pesquisa
(insistiendo con esto, nuevamente, en que se abandonara la pregunta, sólo que
ahora utilizaban un procedimiento más sutil), para que al final se decidiera si
se daba el paso siguiente o no de responder a la pregunta: ¿Es el núcleo de la
formación de los analistas curarlos del sentimiento de culpa? Porque de ello
podía saberse, se dijo, pero por los actos, por la necesidad inconsciente de
castigo presente en las consecuencias del acto de los psicoanalistas. Por la
actitud que adoptaron dieron a conocer una flexibilización momentánea
razonable, por cuanto de ello ya se había ocupado el investigador en el primer
esbozo que les había entre-gado para el coloquio.
Con todo lo acaecido en dicha
reunión se ponderó, ya al final y en secreto, que si bien era importante la
asesoría de ellos, de todos modos jugaba un papel como la censura de textos en
la Edad Media; lo cual hizo que se interpelara: ¿hay aún algo reprochable de
Edad Media en el ámbito universitario y, sobre todo, en los sujetos que se
hacen llamar analistas? La ciudad universitaria seguía siendo un amurallado
burgo medieval.
Los pasos sugeridos fueron:
1. ¿Qué lugar tiene la culpa en
el psicoanálisis? Pregunta teórica.
2. ¿Qué lugar tiene la culpa en
un final de análisis? Para luego pensar si se daba o no el último paso, es
decir, responder a la pregunta de investigación - interrogante que por la
conversación sostenida era mejor trasladar, según la profesora, para el ámbito de
la escuela porque la universidad no era el espacio en el que se podía
contestar.
La pregunta de este último
movimiento, hay que decirlo, fue sugerida por el profesor A (tachado) en una
asesoría individual que brindó, por solicitud del investigador, con su habitual
amabilidad, cortesía y diplomacia, después de leer el primer ensayo que se hizo
para el Coloquio de R.S.I., el cual se tituló, como ya se ha mencionado,
"Incidencias de la culpa en el acto analítico".
En esa asesoría, previa a la
reunión que se tuvo con los profesores S2 y $ que se acaba de reseñar, el profesor A dijo:
"¿Y es que usted va a invertirle una Maestría al chiste de otro..."?
"Boludo", diría un argentino. A lo que se le respondió que eso de en
tono de chis-te", empleado por Miller, era muy posiblemente con el
propósito de fijar la atención en tal afirmación. "Además, usted sabe
profesor, le dijo, que en el psicoanálisis un chiste no significa lo mismo que
en la vida corriente, pues ¿qué sentido habría tenido entonces para Freud
escribir El chiste y su relación con lo inconsciente?" Luego de esto
sonrió y dijo que consideraba perfectamente posible hacer una Maestría sólo con
la afirmación de Miller, pues en ella había tres conceptos anudados. En la
perspectiva de este mismo autor es pertinente decir que: “La formación del analista consiste, en gran medida, en
aprender a tomar las tonterías en serio”.
No obstante, es claro que lo contenido allí no es un simple chiste o una
tontería.
Entonces, la investigación podía consistir en
demostrar si tal afirmación era falsa o verdadera y por qué. Es importante
decir que el profesor A (tachado) fue de los pocos, muy pocos, que adoptaron
una actitud serena, amable y sugerente (al menos en lo manifiesto) respecto al
nuevo interés investigativo; lástima que al final su actitud hubiera cambiado
un poco, dado, posiblemente, a que tenía que respaldar a su gran amigo de mil
batallas, el profesor S1,
quien era por ese entonces Jefe del Departamento de Psicoanálisis; persona que,
como veremos más adelante permitió sin darse cuenta y ¿por sentimiento de
culpa?, que se presentara todo un barullo con dicha situación y con el
Departamento de Psicoanálisis en el nivel administrativo, al punto de verse
afectado y tener que renunciar, antes de lo previsto, a la dirección de dicho
Departamento. Claro que a los estudiantes de la Maestría se les hizo creer que
su renuncia obedecía a que se iba para Francia o España a hacer un doctorado,
intentando con ello oscurecer la verdad de los inadecuados manejos del
Departamento de Psicoanálisis. Este aspecto quedó bien descrito por medio de
las cartas de los esposos Ángel y Fernández, personas que al parecer no
estuvieron de acuerdo con muchas situaciones que percibieron una vez regresaron
de su pasantía en París.
Al final de la reunión con los
profesores S2 y $, este
último dijo: "Seguramente voy a saber de usted". Este comentario,
asociado al de cierta ocasión cuando $ llamara al autor y a dos de sus amigos
"Los cicutas de la Maestría", como que presagiaba un trágico
desenlace. Con el zumo de este arbusto de las umbelíferas, recordémoslo,
Sócrates fue envenenado por sus contradictores al convertirse en un crítico
mordaz, así como Lacan con los analistas de la IPA, con su famoso método mayéutico.
En esta lógica nos dice Miller: “Tal es incluso la esencia de la dialéctica de
Sócrates, por lo cual Lacan puede decir que Sócrates era un analista bastante
bueno, ya que sabía operar con la consecuencia sorprendente”. Se les dijo a ambos que, de todos modos, era
importante ponerle un poco de humor a eso. Nos despedimos y se abandonó el
recinto al tiempo que se pensaba, fundado en Jaspers: "De antemano ruego
que me perdonen si ofendo a alguien. No pretendo tal cosa. Pero estoy resuelto
a atreverme a desarrollar, con la prudencia necesaria, los más radicales
pensamientos".
Pronto, y a propósito del
seminario que seguía, titulado "Los discursos y el Otro", bajo la
dirección del profesor S1,
surgieron varias preguntas: ¿será que hay en todo esto elementos de antagonismo
entre el discurso universitario (o del amo moderno) y el discurso analítico?
¿Será que, en verdad, ambos discursos son opuestos, rivales? Si esto es así, se
meditaba, ¿qué implicaciones tiene entonces el discurso analítico en la universidad
y el hecho mismo de que haya, como en el caso de la Universidad, un
Departamento de Psicoanálisis? ¿Cuál es la función, en el seno de la
Universidad, de un Departamento de Psicoanálisis? ¿Acaso soslayar las preguntas
fundamentales que en dicho contexto se pueden formular y, de paso, emascular la
creatividad de los futuros investigadores, emulando con ello la actitud pedagógica
tradicional al servicio de un amo castrador como es el capitalismo?
Con razón señalan muchos
epistemólogos que las universidades son verdaderos obstáculos a la
investigación, a la "investigación dura" o a la verdadera
"Metodología de los programas de investigación científica", según
Imre Lakatos. En este alcance, y como
previéndose lo que se iba a desencadenar, se había tenido en cuenta, en el
proceso de preparación del "estado de la cuestión", una idea de Juan
Fernando Pérez que, desde el momento en que fue leída, se consideró que
guardaba relación con lo que estaba aconteciendo. Tal idea se encuentra en el
texto "El estado de la cuestión o del significante amo y la
investigación". La elaboración del
profesor Pérez, a quien se entregó una copia de las elucubraciones incipientes
en torno a la nueva pregunta de investigación y que nos dejó aguardando sus
comentarios (aunque su silencio fue, como el de otros, sumamente
posibilitador), abrió las ventanas del pensamiento en lo tocante a efectuar
lecturas de manera cuidadosa, aunque, a decir ver-dad, la metodología del
comentario de texto propuesta por Lacan, había sido tenida en cuenta por quien
aquí escribe en la versión del Director del Proceso PROASIS, grupo al que
perteneció por espacio de nueve años, y en el que se aprendió a leer a Freud
con sumo rigor metodológico.
Dicha elaboración permitió
escribir, en esa ocasión: "Dependiendo del tipo de lectura que se haga de
los datos o el material obtenido, sea vasto o reducido, ello va a determinar el
rumbo de la investigación, lo mismo que la predilección por ciertos detalles.
Así, el proceso de lectura opera de un modo diferente para cada investigador,
ya que cada lectura se hace desde los conceptos, las hipótesis, las teorías,
los interrogantes que emergen de las experiencias, los prejuicios y las
escrupulosidades de cado uno. En esta acepción, diríamos con Thomas Kuhn, que
el saber del investigador opera como un paradigma, el cual selecciona o rechaza
datos.
Las comunidades científicas -nos
recuerda Pérez- sustituyen a menudo el lio del trabajo teórico por los
intereses económicos, gremiales o sociales, como Lacan lo reconoció en la IPA.
Dichas comunidades tienen su abrigo, normalmente en el campo universitario,
donde difundir doctrinas es su posición esencial, en forma tal que los S1, cambian tan a menudo como la
demanda lo exija. Pierre Bourdieu considera que el campo científico es un lugar
de relación de fuerzas. Toda ciencia, todo saber, se basa, simultáneamente, en
un contexto socio-cultural de dependencia (heteronomía) y otro de independencia
(autonomía). Las ciencias -según Bourdieu- habrían de tener cierta autonomía,
cierto aislamiento sin sujeciones a amos. La autonomía fortalece la sociedad
civil, una autonomía sana, relativa, no desligada de los acontecimientos de la
sociedad. Así que poder movilizarse de esa forma, que en muchos casos deforma,
es denominado por muchos "libertad de pensamiento". Libertad que es
necesaria para llevar a cabo una investigación, pues el campo universitario, al
estar inscrito en la lógica y el funcionamiento del discurso del amo
capitalista, ordena qué se debe o no investigar. Luego para poder investigar,
contando con el psicoanálisis, es necesario salirse del dogmatismo de las
instituciones y de las escuelas y, de este modo, permitir la emergencia de un
fragmento de verdad sin que los prejuicios o los intereses de distinto tipo
sean los factores determinantes. Algo similar a lo que acontece en el curso de
un pro-ceso analítico, donde la verdad del sujeto emerge sin que el analista
esté para obstaculizarla. La resistencia del analizante es suficiente.
Desde estas primeras
elucubraciones se auguraba lo que iba a suceder, pues desde aquí, en medio de
una certidumbre anticipada, se visualizaba que tanto el investigador como la
pregunta de investigación iban a ser desaprobadas de la Maestría y de la
universidad. A la altura de estas divagaciones nos preguntábamos en el fondo:
¿si así efectúan la dirección de la cura...? Dado que no se cesaba de pensar en
Freud y Lacan, y ambos habían demostrado, el primero en Psicología de las masas
y análisis del yo, y el segundo en el Seminario XVII El reverso del
psicoanálisis, que "la psicología individual es al mismo tiempo y desde el
principio psicología social". Lo que quiere decir que lo subjetivo, lo
inconsciente, mal llamado individual, se expresa en lo social por medio de los
actos y de sus consecuencias, se decía en una elaboración anterior. Desde aquí,
y a partir de estos presupuestos teóricos, comenzaba a dibujarse en la mente
del investigador lo que posteriormente sería el método de investigación, si
bien desde el inicio se aplicó sin ser muy consciente de ello.
El manejo que se le dio a la
situación, a la pregunta de investigación y sus efectos, con comentarios
insinuantes y descalificadores tales como "¿y usted cómo va a investigar
eso?" Y, posteriormente, al percatarse de la manera de conducir los
destinos del Departamento de Psicoanálisis, para vergüenza de la referida
universidad, hacía que se pensara una y otra vez: si así conducen una
"cura", con razón los pacientes rotan tanto y a la postre por ello
igualmente hay tanta desconfianza en el medio en cuanto al dispositivo
analítico y a los psicoanalistas. ¿O será que no son analistas sino sólo
profesores que hacen como impostura, sin lógica o autorización, para asumir esa
posición o función y por ello se han defendido, con tal resistencia, ante la
pregunta que se hizo en el contexto de la universidad? ¿Habrá otra conjetura
que se oponga con fuerza equivalente a la que se ha defendido hasta aquí?
En relación con este elemento ya
habían llegado al oído, tanto en el consultorio como en conversaciones
desprevenidas, una serie de comentarios alusivos a la práctica analítica de
algunos "analistas"; así que lo que se estaba fermentando no era nada
absurdo y presentaba los indicios del mismo problema que al parecer muchos
conocían muy bien, pero que todos silenciaban en medio de una complicidad
inconsciente.
Fue tal la sorpresa, la pasión y
el deseo que suscitó la pregunta de investigación, a partir de lo afirmado por
Jacques-Alain Miller, que el investigador se dio a la tarea de rastrear datos,
directos e indirectos, articulados a la pregunta, no sólo en el interior de la
Maestría y del Departamento de Psicoanálisis, sino además en bibliografías y
escritos por fuera de dicho contexto, que hicieran alusión al problema. En este
punto es necesario precisar con Miller que una cosa es la sorpresa y otra muy
distinta el enigma. Mientras la primera se suele aso-ciar con la dialéctica
entre el significante y el significado en las neurosis, el segundo, por el
contrario, se articula más con el jeroglífico, es decir, con lo que no logramos
leer y con la psicosis. Dice Miller: “En los no psicóticos la relación entre el
significante y el significado es fluida: el significante se borra de inmediato,
mientras uno se apasiona por la significación desplegada”
Lo atractivo desde el inicio fue
que ni la misma S2, de la
que se decía en el Departamento que era poseedora de una gran memoria
bibliográfica, de fechas, ideas y conceptos, tanto en Freud como en Lacan,
llegó a sugerir un texto o un autor que se ocupara de una elaboración
semejante. Aún A, que había sido muy solícito y amable en la fase preliminar de
la Maestría, cuando el interés estaba aparentemente afianzado en la
toxicomanía, y había inspirado una serie de fuentes bibliográficas, llegó a
decir: "Es la primera vez que me topo con una pregunta así". Y cuando
se le inquirió por alguna bibliografía al respecto dijo que no conocía ninguna.
Así que desde los inicios se
intuía, por los comentarios que había suscitado la pregunta, que el
"estado del arte o de la cuestión" sobre la misma se reducía a una
página, pues hasta ese momento, en el primer trimestre del año 2002, no se
había leído nada al respecto en ningún autor a excepción de Miller, quien,
entre otras cosas, no hace un desarrollo sobre el problema y lo que dice se
sitúa en máximo una página.
Fue así como se interrogó: ¿qué
se puede construir al respecto? Pues se suponía o conjeturaba, desde los
inicios, que el hecho de formular la pregunta constituía ya tener que pensar y
construir en esta dirección, algo así como que la pregunta crea un problema,
una perspectiva, unos hechos nuevos; en fin, un campo nuevo para la
investigación. En este sentido la pregunta de investigación es como el
significante, el cual crea o asesina la cosa, sea ésta material o subjetiva. El
significante lo mismo que la lógica descompletan al Otro y hacen que la falta
finalmente aflore.
Dadas las dificultades que esta
investigación planteaba, según se había dicho, se comenzó a frecuentar otros
espacios y a intercambiar ideas con una y otra persona, tanto dentro como fuera
del Departamento de Psicoanálisis. En el curso de las elaboraciones se escuchó
que en la NEL (Nueva Escuela Lacaniana) estaban ofreciendo un seminario que
contenía uno de los tres significantes de la pregunta de investigación. ¿Cuál
era el título del seminario y de qué trataba?
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