Señores, la sospecha, cada vez más
fundada, de la falta de garantía de la prueba testifical, que a pesar de ello
sigue constituyendo la base de tantas sentencias condenatorias en casos
discutibles, ha intensificado en todos nosotros, futuros jueces y defensores,
el interés hacia un nuevo método de investigación, que habría de forzar al
acusado mismo a probar, por medio de signos objetivos, su culpabilidad o su
inocencia.
Sigmund
Freud
RESUMEN
La abducción, también llamada en esta
elaboración paradigma indiciario, es una forma de proceder que transita del
efecto a la causa o de la experiencia al pensamiento. En tanto alternativa
metodológica, entre la inducción y la deducción, es una exposición sobre las
formas de razonar propuestas en la obra lógica y semiótica de Charles Sanders
Peirce. Tanto la abducción como el paradigma indiciario se emparientan con el
método empleado por Freud (denominado Psicoanálisis) y con los procedimientos de
Voltaire, los cuales son un invaluable instrumento de interpretación para
capturar la verdad en un proceso de investigación psicológico o jurídico.
La lógica del indicio se asocia con la
vos latina investigare, que significa, en vestigio, seguir el rastro. Los
hechos que preceden al paradigma indiciario han sido elevados a la categoría
del saber cinegético de los primeros cazadores, exploradores, a los oráculos y
a la jurisprudencia de los mesopotámicos (4000 a. de n. e.), a la Filología
(Lingüística) y a la Semiótica Médica, al arte pictórico del siglo xvii, lo
mismo que a la grafología, cruzando por filósofos como Voltaire, Diderot,
Montesquieu, entre otros, hasta arribar a Morelli.
En tal perspectiva, podríamos decir
que el Psicoanálisis es una disciplina con mucha más osadía que el Conductismo,
porque éste no quiere saber de ese otro lado de la cuestión, que para él no es
científico; lo científico para el Behaviorismo es quedarse sólo con lo que es
directamente observable. El psicoanalista, en cambio, considera que lo
científico será la sustentación de lo que se diga sobre lo inconsciente. En
fin, la palabra es el factor común al dispositivo creado por Freud y al
empleado por el Derecho, sobre todo, en el nuevo sistema penal acusatorio.
Palabras claves
Abducción, inducción, deducción, paradigma
indiciario, indicio, huella, rastro, método, investigación, lógica, semiótica,
interpretación, sentimiento de culpa, responsabilidad, acto, sujeto, Derecho,
Derecho Penal, Psicoanálisis, experimento, teoría, patología, interpretación y
ciencia.
Desde el comienzo de su intervención, en el texto “El
psicoanálisis y el diagnóstico de los hechos en los procedimientos judiciales”
(1906), dirigida a estudiantes de Derecho, en el contexto del seminario del
profesor Loffler, de la Universidad de Viena, Freud da cuenta del punto de
convergencia o de articulación entre psicoanálisis y ciencia jurídica, por
medio del método de investigación. ¿Qué quiere decir esto? Que en dicho texto
invita al investigador en Derecho a advertir la semejanza entre el método
empleado por el Psicoanálisis, que bien podríamos llamar “abducción”, y el que
caracteriza uno de los procedimientos judiciales, sobre todo en derecho penal,
o sea, el método o paradigma indiciario.
Tal procedimiento, como su nombre lo indica, parte de
indicios, rastros o huellas que le permiten al investigador acceder a la
constitución de una noción o explicación, armada con una lógica tan contundente
que, a la postre, constituye el fundamento de una elaboración que apunta a la
verdad como saber que no aparece en ningún caso manifiesto. Tanto Enrico Ferri
como su maestro en Derecho Penal Pietro Ellero y otros teóricos de la
antropología criminal, resaltan la importancia de la investigación e interpretación
de indicios.
Sobre esta forma de pensar y de proceder, Freud hace
referencia en muchos de sus escritos, particularmente en “El Moisés” de Miguel
Ángel, haciendo alusión a la creación artística. Según el profesor Mario Elkin
Ramírez Ortiz, otros autores como Carlo Ginzburg hacen referencia a la
abducción como “paradigma indiciario”, comentando que así se hace la
microhistoria en tanto sucesora de la historia de las mentalidades. Tal
paradigma es empleado también por autores como Edgar Allan Poe, Agatha Christie,
Conan Doyle y Morelli, quien publica entre 1874 y 1876, fallece en 1891 y fue
leído por Freud y por los seguidores de la técnica forense.
Esta investigación se inscribe de manera precisa en la
relación entre Psicoanálisis y Derecho, particularmente el derecho penal,
siendo un sitio de encuentro o articulación significante entre ambos discursos
el concepto de “culpa”, el cual guarda en un punto un vínculo estrecho con la
Historia de las Mentalidades o Microhistoria. Los hechos que preceden al paradigma
indiciario han sido elevados a la categoría del saber cinegético de los
primeros cazadores, exploradores, a los oráculos y a la jurisprudencia de los
mesopotámicos (4000 a. de n. e.), a la Filología (Lingüística) y a la Semiótica
Médica, al arte pictórico del siglo xvii, lo mismo que a la grafología,
cruzando por filósofos como Voltaire, Diderot, Montesquieu, entre otros, hasta
arribar a Morelli. La racionalidad indiciaria apuntalada, parcialmente, en una
especie de cientificidad newtoniana, libre de la tradición de los adivinos,
recobra la larga costumbre oral que entre cazadores existió, en la que a partir
de indicios como huellas, hilos de saliva, sitios más olorosos, follaje
cascado, etc., percibían la señal de sus presas.1
El término investigar, recordémoslo, proviene de la voz
latina investigare, que significa “en vestigio: seguir el rastro”. El mismo
autor nos comenta que Iván Lermolieff, pseudónimo anagramático o transpositivo
de Giovanni Morelli, dio pie a un procedimiento con su nombre para descubrir y
diferenciar los cuadros originales de las copias, particularmente de los
pintores del Renacimiento. El paradigma indiciario explica, a diferencia del
método de orientación galileana de la ciencia que se impone, algunas
características del Psicoanálisis y del paso de Freud a su invención,
desechando la tradición positivista en la que fue formado.2 Este paradigma privilegia lo irrepetible, lo singular, lo
original, lo sorprendente; su intromisión es más cualitativa y se ocupa de lo
excepcional. En la orientación del paradigma indiciario, el proceso lógico
llamado por Charles Sanders Peirce abducción, aporta una ruta nueva de
investigación.
Así, la Historia de las Mentalidades o la Microhistoria y el
Psicoanálisis se ocupan de objetos despreciados por los discursos y la
mentalidad de las elites dominantes. Tal es el caso de la presente
investigación, lo mismo que en la de la novela El código Da Vinci, de Dan Brown
–un especialista en simbología, quien considera que la religión y la ciencia no
se excluyen, sino que se necesitan mutuamente –, de la cual se desprende que:
María Magdalena fue la esposa de Jesús; cuando éste fue
crucificado Magdalena huyó a Francia escapando de la persecución; al hacerlo,
estaba embarazada y en el país que le dio refugio parió a Sarah, hija suya y de
Jesús; la descendencia continuó y dio origen a la dinastía merovingia; el
Vaticano ha hecho y hace lo posible por ocultar esta verdad, pero los
descendientes de Cristo tuvieron y tienen sus aliados, concretamente los
templarios y el priorato de Sión; este último, sociedad secreta con siglos de
antigüedad, sigue actuando en los tiempos presentes y entre sus objetivos se
encuentra el de restituir a los merovingios en el poder.3
Conviene tener en cuenta que estas argumentaciones no se
pueden tomar como ciertas, pues son meras especulaciones del novelista. Hay que
tomarlas como otro mito al igual que Freud con su narración de la horda
primitiva en Tótem y tabú. Sin embargo, si pensamos el mito desde otras
perspectivas y autores como Mircea Eliade (con su Mito y realidad) o Paul
Ricoeur, entre otros, otra sería la versión o la interpretación que se podría
hacer, dentro de la lógica de la epistemología y la metodología de la
investigación científica, en la actualidad. Nuestra investigación, es necesario
aclararlo, transita todo el tiempo entre factores imaginarios, simbólicos y
reales de la culpa.
Ahora, dado que el sentimiento de culpa (al menos en la
perspectiva filosófica y psicoanalítica) aparece asociado a factores
imaginarios y a la cobardía moral, consideramos que existe una relación de
oposición íntima entre dicho sentimiento y los procesos legítimos de
investigación, los cuales requieren que el sujeto supere tanto aquella cobardía
como el sentimiento de culpa subyacente. Todo ello para, finalmente, ser capaz
(como lo mostramos más adelante con Voltaire y lo deducimos del trabajo de todo
aquel que descolla en la genuina y eficaz investigación) de poner a prueba la
crítica y la lógica de los resultados de
una indagación, en la escena simbólica de lo escrito.
Tanto en la abducción como en el paradigma indiciario el
experimento de la asociación, introducido por Wundt en la psicología, es puesto
en operación. En este sentido, ambos procedimientos parten de pequeños
detalles, los cuales al ser sometidos a una lógica y un razonamiento
implacables logran aportar, en último término, gracias a la labor
interpretativa que ello implica, una construcción teórica o de conocimientos
acorde con la verdad posible de los hechos. Son el camino, en uno y otro campo,
para acceder a la subjetividad, la cual, como mostramos en este trabajo, se
expresa por medio de actos que no están exentos de significación, pues, como
nos ha enseñado Freud, hay actos humanos íntimamente articulados con una serie
de motivaciones internas e inconscientes. Sobre este aspecto ha sido bastante
explícito en Psicopatología de la vida cotidiana.
Ahora, tanto en el Psicoanálisis como en la Microhistoria y
en el Derecho se requiere anudar el material especulativo, conjetural o teórico
con evidencias empíricas. Esta articulación entre teoría y práctica, o entre
enunciados teóricos y los hechos de la realidad, es la encargada de producir
las pruebas, la demostración y, en último término, una convicción que sólo se
sostiene por la relación de proximidad lógica entre los datos empíricos
observables. Tanto uno como otro método funciona sin obedecer a un programa
fijo o a una finalidad determinada con antelación. Privilegian la sorpresa, el
enigma, la emergencia de lo novedoso. En esta perspectiva, el investigador está
abierto a la aparición de datos diferentes a los que concuerdan con sus propias
teorías o prejuicios –oponiéndose en este punto al modo de conducirse del
investigador determinado por los paradigmas descritos por Thomas Kuhn–, ya que
éstos, tal y como lo señala este filósofo de las ciencias, obligan al
investigador a seleccionar aquellos datos que coinciden con sus conjeturas. En
ambas situaciones el uso de la palabra es fundamental para acceder a los
contenidos profundos y subjetivos de la verdad que subyace a la apariencia de
los fenómenos.
Semejanzas entre Derecho y Psicoanálisis por el modo de
operar
La dinámica de los dos modos de funcionar va, como en una
banda de Moebius, de las reacciones a las motivaciones subjetivas y de éstas a
aquellas, en una lógica de continuidad y no de ruptura. Ahora bien, en la
administración de justicia, Freud enseña que a partir de las reacciones es
posible inferir las motivaciones ocultas, constituyendo la reacción, en tanto
acto del sujeto, un modo de expresión de la motivación interna, de la
subjetividad. La relación entre la culpa y las reacciones, en una lógica de
continuidad moebiana, es harto conocida hasta por escritores y literatos. Por
ello, Jorge Chensham, apoyado en dos cuentos de Mario Benedetti, dice: “La
vivencia de la culpa […], aflora ocasionando trastornos psíquicos; implica, al
mismo tiempo, la incapacidad del sujeto para controlar sus reacciones y la
incapacidad para relacionar lo sucedido con estas reacciones.
La excitación en la que cae es síntoma del trauma psíquico
que está viviendo y este cuadro de síntomas lo reconocemos enseguida”.4 A tales reacciones propone denominarlas “actos
sintomáticos”, que se relacionan con un sentimiento oculto encaminado a
producir una expresión discreta. La deducción a la que se llega, tanto en
Psicoanálisis como en Derecho, sobre todo en Derecho Penal, es una consecuencia
de las reacciones, ya que a toda resistencia le corresponde una serie de
motivaciones profundas e inconscientes. Según Freud, de las reacciones surgen
cuatro elementos importantes:
1. Un contenido inusual de la reacción, que requiere ser
explicado.
2. La prolongación de la oposición, sin que se dé un cambio
objetivo, ni reparador en la disposición del sujeto o grupo.
3. El error en la reproducción de la reacción, la cual
confirma lo que se intenta desconocer o denegar.
4. El hecho de la perseverancia del error o la denegación.
Cuando todos estos signos coinciden es prueba de que existe,
en el ámbito subjetivo, un componente psíquico que ha sido perturbado y ha dado
lugar a una acción. En la intervención que Freud hace en el seminario del
profesor Loffler propone llamar “psicoanálisis” al procedimiento empleado por
él en su campo de investigación, siendo en una serie de puntos semejante a lo
que aquí hemos dado en llamar “abducción” o “paradigma indiciario”. Con el fin
de aclarar las relaciones entre Psicoanálisis y Derecho establece una analogía
entre el sujeto histérico y el delincuente y dice que “En ambos se trata de un secreto,
de algo recóndito”. Mientras en el sujeto histérico se trata de un secreto, de
un saber inconsciente que él mismo no sabe que sabe, de un enigma que él mismo
se oculta; en el delincuente se trata de una reserva que el sujeto conoce y
oculta.
El método abductivo se asemeja, en muchos puntos, a los modos
de proceder de la “investigación cualitativa”, la cual, según Carlos Sandoval,
experto en esta modalidad investigativa, es contextual por cuanto privilegia lo
singular y en esto coincide con el modo de operar psicoanalítico. La
generalización universal no importa tanto aquí, como sí la agudeza de lo
particular. Se evalúa menos y se comprende más, dando lugar a que la realidad
tenga múltiples lecturas e interpretaciones. No como en la investigación
cuantitativa, pues en la cualitativa el objeto, la metodología, los principios
epistemológicos y las interpretaciones son todas distintas. La investigación
cualitativa posee una serie de alternativas y entre ellas la abducción, la
teoría fundada, el método etnográfico, las entrevistas en profundidad,
etcétera. Se basa esencialmente en factores como lo contrafactual, lo
consensual, lo contraevidencial, la apertura, la multiplicidad, la
flexibilidad, la adaptabilidad, la interactividad y la sinergia. Atravesados
todos estos elementos por la interpretación, factor escencial que es compartido
por los analistas de todas las orientaciones del Psicoanálisis.
En cuanto a la labor del analista, Freud dice: “La labor del
terapeuta es la misma que la del juez instructor: tenemos que descubrir lo
psíquico oculto y hemos inventado con este fin una serie de artes
“detectivescas”, algunas de las cuales tendrán que copiarnos ahora los señores
juristas”.5 He aquí, en el modo de proceder de
ambos, el punto de convergencia entre psicoanálisis y derecho, lo mismo que a
partir del uso que en los dos campos se da al concepto de culpabilidad. Tanto
en uno como en otro ámbito “un secreto cuidadosamente guardado puede delatarse
en indicaciones sutilísimas”. Un modus operandi semejante se presenta en la
dinámica de los sueños, en los cuales la acción de la censura es evidente.
Sobre este punto volveremos más adelante.
En el sujeto histérico se trata de algo secreto para su
propia consciencia (siendo responsable de ello la reacción del yo ante el
superyó), mientras que en el delincuente es algo únicamente oculto para los
jueces. En el primer caso, enfatiza Freud, se presenta una ignorancia
auténtica, aunque no absoluta, en tanto que en el segundo sólo hay una
simulación, un semblante de ignorancia. Otra diferencia entre ambos campos es
que en el Psicoanálisis el que padece pide ayuda, aunque con dificultad (dado
el sentimiento de culpa, la necesidad inconsciente de castigo, la reacción
terapéutica negativa, la compulsión a la repetición y el beneficio secundario
de la enfermedad), para vencer las resistencias ya que espera del dispositivo
analítico la curación; mientras que el delincuente no colabora con los jueces,
en tanto supuestos representantes de la justicia, y pone su yo a funcionar en
contra de todo. En ambos sectores se trata de extraer una convicción objetiva.
Según Freud, el acusado, esto es, el culpable y por tanto
responsable de un acto, a pesar de su negativa a colaborar con los jueces,
apoya a los organismos encargados de administrar justicia, aún en contra de su
propósito consciente de no delatarse. Por esto no hay acto ilícito perfecto,
pues el sentimiento de culpabilidad siempre hace que el sujeto, o todo un
grupo, se equivoquen, dejen rastros, huellas o indicios objetivos para
finalmente ser amonestados o sancionados. Así el sujeto niegue, reniegue y
deniegue resueltamente su culpabilidad, sus actos terminan por denunciarlo, de
ahí que sea necesario, en ambos campos, pasar de la teoría a los hechos y de
estos a la teoría, pues centrarse en uno de estos polos hace con probabilidad
que lo ideológico y lo imaginario se aniden allí.
Aunque un acusado sea considerado inocente por las acciones
perversas de los encargados de los aparatos de administración de justicia,
desde el Psicoanálisis, así se denomine a esto terrorismo, es más difícil
alegar dicha inocencia, pues como decía Lacan: “De nuestra posición de sujeto
somos siempre responsables”.6 Así, el sujeto
que niega su culpabilidad, por un lado, echando mano de cualquier tipo de
recursos, al tiempo se acusa por el otro. Al respecto Freud dice que el sujeto
neurótico se conduce, en muchos campos, como un niño cuando niega la
responsabilidad por sus actos, los cuales siempre tienen consecuencias.
Aquí es necesario decir que el autoengaño es una especie de
acto fallido, dado que la verdad siempre se expresa. En esta dirección, los
cuentos “Relevo de pruebas” y “Escrito en Überlingen”, de Mario Benedetti, “Nos
muestran la imposiblidad del autoengaño, cuando emergen en los personajes las
dudas y las vacilaciones sobre sus actuaciones. La invitación es, entonces, a
la reflexión y a encontrar esa verdad que habita en el interior de los
individuos, por lo que podríamos terminar diciendo que en ambos cuentos los
personajes se encuentran con “un ejercicio de la conciencia ineludible”.7 La literatura universal está pletórica de alusiones en este
sentido, tal es el caso de autores como Shakespeare, Zola, Dante, Balzac,
Tolstoi, Ibsen, Dostoievsky, Kafka y Camus, entre otros. Este último por ejemplo
representa, de manera puntual, en El extranjero, la situación global del
declive de la función paterna y la consecuente insensibilidad afectiva y social
del hombre contemporáneo. Características contrarias al espíritu de nuestra
investigación.
Ahora bien, los datos empíricos que surgieron en el trayecto
de esta indagación fueron generados por el proceso de construcción de la
pregunta de investigación. Dicho proceso, tal y como se ve en todo el recorrido
de mi libro Avatares políticos y transferenciales, implicó un gran esfuerzo en
el investigador para vencer sus propias resistencias internas y las de la
comunidad objeto de investigación. La pregunta no sólo instaló un problema de
investigación sino que también marcó el camino metodológico que se habría de
seguir. Sobre el recorrido mencionado el lector podría argumentar que lo
consignado allí es más bien un problema político-social y personal y no un dato
que justifique una investigación, a lo que el autor responde diciendo, con base
en la lógica moebiana, que tales problemas, si se observa con atención, también
tienen que ver, por la resistencia adoptada, con la investigación que nos hemos
propuesto.
Podría decirse que con el hecho de no haber renunciado el
investigador a la pregunta (¿es la cura del sentimiento de culpa el núcleo de
la formación de los psicoanalistas?) dio lugar a que surgieran los datos
empíricos de los que se carecía en los inicios. Dicho de otra manera, dio lugar
con su insistencia en que el fragmento de verdad, del que los “analistas” se
defendieron desde el momento mismo en que se formuló la pregunta, se
convirtiera en una fuerte resistencia que a la postre se convertiría en el
punto de partida de la investigación. Digamos que la resistencia que se
desarrolló fue suficiente para determinar la magnitud de la verdad implícita en
la pregunta de investigación. Si en la fase inicial no había datos empíricos,
tras la incitación del investigador fueron emergiendo como por “arte de magia”.
La parte teórica se fue construyendo, poco a poco, a partir de los datos
empíricos suscitados en el contexto de la investigación, lo mismo que por las
lecturas del investigador y su experiencia analítica en torno al sentimiento de
culpabilidad. Esto tuvo una repercusión determinante, pues si no hubiera sido
por tal experiencia difícilmente le habría concedido tanta fuerza a la pregunta
y su persistencia no habría alcanzado los niveles que alcanzó. Los detalles de
tal impase están descritos en Avatares políticos y transferenciales...
Método y lógica
Entonces, ¿cuál fue el método que empleamos? El indiciario,
del que nos ocupáramos más arriba, o también conocido como abducción, el cual,
definido de manera puntual, es un razonamiento inferencial que va de la
observación de fenómenos a la elaboración de una teoría. Dicho método, digamos
de paso, es el que se emplea en la obra El nombre de la rosa, de Umberto Eco,
así como en infinidad de novelas, filmes policíacos y cuentos como los de
Voltaire, de los cuales dice el mismo Eco, en particular respecto al de “Zadig
o el destino”, que allí hay abducciones. La abducción, a la cual aludió
Aristóteles, aunque no directamente, es una construcción de Charles Sanders
Peirce, quien había sido amigo de William James y se había hecho excluir de
varias universidades.
Con el método abductivo se trata, pues, de pequeños indicios,
de unos cuantos datos y no de una cantidad de ellos. Digamos que es un sistema
que privilegia los pequeños detalles y por ello se ha considerado que fue
probablemente el proceso empleado por Freud para el hallazgo de lo
inconsciente. Así, para Siegfried Bernfeld el Psicoanálisis es la ciencia de
las huellas, por ello “puede caracterizarse el método fundamental de la
investigación psicoanalítica como la reconstrucción de acontecimientos
personales pasados a partir de las huellas que dejan tras sí”.8
Ahora, ¿cómo podríamos definir el método abductivo? La
abducción “es un proceso inferencial que va de la observación de hechos y
fenómenos a la suposición de una proposición de carácter general, lo cual experimentado
y verificado explica el hecho o fenómeno referido. La abducción es un
razonamiento que va del efecto a la causa, de la experiencia al pensamiento, de
la clasificación a la interrogación y cada uno de ellos, a la experimentación y
a la explicación”.9
La primera parte de la definición del mencionado método, es
decir, “la observación de hechos y fenómenos”, está plasmada, en la
investigación que hemos llevado a cabo en dos tiempos, en el libro Avatares
políticos y transferenciales; mientras que la segunda, esto es, “la suposición
de una proposición de carácter general”, se coliga con la presente elaboración.
Ambas partes se articulan en una lógica de continuidad moebiana.
Entonces, la abducción, como una alternativa metodológica
entre la inducción y la deducción, es un planteamiento sobre los modos de
razonar presentes en la obra lógico-semiótica de Charles Sanders Peirce.
Digamos que en el ámbito de la investigación hay muchos procedimientos para
poder acceder a lo que no es directamente observable. Un ejemplo de esto,
podríamos decir, es el microscopio y el telescopio, instrumentos con los cuales
técnicamente es factible observar lo que no es directamente observable, lo que
no está empíricamente dado. Para explorar por medio del microscopio o el telescopio
es necesario, no obstante, disponer previamente de una teoría. Al no haber una
hipótesis podría uno reaccionar como muchos de los camaradas de Galileo, es
decir, no permitiendo observar mediante el telescopio que para ellos, dados sus
prejuicios, debió ser algo así como un instrumento mágico, encantado y
defectuoso.
Las leyes que correlacionan un tipo de variable con otro,
esto es, el lado empírico con el no empírico, son llamadas en la jerga de la
Epistemología “reglas de correspondencia” o “hipótesis” que correlacionan lo
visible con lo que no lo es, el material manifiesto con el contenido latente,
para utilizar las expresiones que Freud construyó para estudiar los sueños, los
lapsus, los síntomas, los chistes, etc. Cambios minúsculos o divinos detalles
que, como en la magnífica investigación de Darwin, pueden dar lugar a grandes
transformaciones en la mentalidad en períodos de tiempo largos.
El material manifiesto es, pues, desde el punto de vista
epistemológico, el material observable, empírico, en el sentido conductista de
la palabra. En nuestro campo sería todo lo que ha dicho un sujeto, cuestión que
se articula con la lógica del nuevo sistema penal acusatorio; mientras que del
lado latente está todo lo que pertenece al sector inconsciente, es decir, el
material que no es observable directamente o no empírico.
En este sentido, el Psicoanálisis es una disciplina con mucha
más osadía que el Conductismo, porque éste no quiere saber de ese otro lado de
la cuestión, que para él no es científico; lo científico para el Behaviorismo
es quedarse sólo con lo que es directamente observable. El psicoanalista, en
cambio, podríamos decirlo así, piensa que lo científico será sustentar lo que
se diga acerca del inconsciente. Así pues, podremos distinguir entre material
observable, que podríamos llamar A, y material inobservable, conjeturable, de
tipo B. Dada la importancia que tiene la palabra, el significante, para el
psicoanalista conviene diferenciar los conceptos de “señal”, “símbolo” y “signo
lingüístico”. La señal es de tránsito, por ejemplo: voltear a la derecha y
punto. Es un signo que no tiene arbitrariedad, las abejas se conducen hacia el
alimento por instinto a partir de ciertas señales; el símbolo es una
representación, como la balanza (de la justicia) y la antorcha (de la
libertad). Aquí tampoco hay arbitrariedad; mientras que el signo lingüístico,
como naturaleza del lenguaje humano, según Saussure, está determinado por el
significado. Aquí sí hay arbitrariedad. El significante árbol puede significar
simultáneamente una cantidad de cosas dependiendo del oyente.
En ocasiones lo observable, A, se vincula con lo conjeturado,
B, por medio de una ley lógica que dice: “Si A entonces B”. O “si ocurre A
entonces ocurre B”. Algo así como que cuando estamos frente a A podemos
inferir, si hemos internalizado la ley en cuestión, que estamos ante B, cuando
lo único que vemos es A. Todo esto implica, como bien sabemos, una mezcla
inextricable y guestáltica de aspectos empíricos y conceptuales. Por ello
cuando se internaliza una ley de este tipo termina uno por ver, por tener
experiencias que van más allá de la experiencia preteórica. En este sentido las
hipótesis o reglas de correspondencia operan como los anteojos, haciendo ver lo
que no se podría ver sin ellos.
Podríamos decir que es el psicoanálisis mismo el que llega al
tipo de ley «si A entonces B», que permite de forma inequívoca, por medio de un
rasgo de conducta y de esta regla de correspondencia, comprender qué está
pasando internamente en un sujeto, institución o comunidad. En esta misma
lógica Paul Ricoeur nos dice: “Todo acontecimiento singular puede deducirse de
dos premisas. La primera describe las condiciones iniciales: acontecimiento
precedente, condición previa, etc. La segunda enuncia una regularidad, una hipótesis
universal que, una vez verificada, pasa a llamarse “ley”. Si estas dos premisas
se formulan convenientemente, el acontecimiento considerado puede deducirse
lógicamente. En este caso decimos que lo hemos explicado”10
Así pues, podemos enunciar una ley que nos diga algo así: si
una persona está en la ocasión apropiada para desarrollar una acción para la
cual se ha preparado y manifiesta interés y, sin embargo, deja de hacerla,
entonces es que el superyó ha inhibido la acción del yo. Desde el punto de
vista epistemológico el superyó y la acción inhibitoria no son materiales
manifiestos, empíricos. El superyó no es un dato, sí es que se ha dejado de
hacer una acción que el contorno favorecía y que había interés manifiesto por
parte del sujeto en realizarla. Esta es la lógica que Freud sigue en dos de sus
textos de 1916.
Cuando el material manifiesto está ligado con el material
latente por alguna relación válida del tipo que se acaba de mencionar, o sea,
por una relación de correspondencia o hipótesis, que dice que este material
manifiesto tiene forzosamente que acompañarse de tal material latente, estamos
entonces autorizados a decir, sólo en este caso, que la interpretación es una
lectura de lo que ocurre en el inconsciente a través de lo que observamos, a
través del material manifiesto.
El tipo de relación entre A y B nos permite, pues, hacer una
“interpretación-lectura” que consiste en que A es condición suficiente para B
y, también, como se dice en lógica, B es condición necesaria para A. Lo que
quiere decir que no puede estar presente A sin estar presente B., Tal y como
ocurre en el par de casos que Freud narra de manera precisa en “Los que
fracasan al triunfar”. Según Freud, el tratamiento fundado en la palabra y en
la elaboración mental disminuye las desdichas del corazón y los pasajes al
acto.
Pues bien, todo esto está en estrecha relación con el método
abductivo, el cual parte de lo manifiesto, de lo observable, en este caso, la
“gran resistencia” opuesta, la cual está íntimamente ligada con la pregunta de
investigación, donde A, el material observable, es la “fuerza de resistencia”
como expresión de lo inobservable, de lo conjeturable, en este caso la verdad
oculta en la pregunta de investigación. Digamos también que la lógica entre lo
manifiesto y lo latente, entre A y B, o entre la fuerza de resistencia y la
pregunta de investigación, calza perfectamente en el modelo lacaniano de la
banda de Moebius, en el que la lógica no es de ruptura sino de continuidad. En
esta perspectiva, Manfred Maxneef, economista e investigador chileno, quien
participara en la ciudad capital de nuestro país, en 1991, en el Primer
Congreso de la Creatividad, con una ponencia titulada “El acto creativo”, dice
que:
Desde la revolución científica, hace cuatrocientos años, hemos
cometido un error: describimos y explicamos, pero no comprendemos. Describir y
explicar hacen parte de la ciencia, en cambio comprender va más allá de lo
aparente, es ir a lo profundo. Una cosa es acumular conocimientos y otra
comprender. Aquí no hay problemas, como en el mundo del conocimiento, el cual
debe resolver problemas. Hay transformación integral permanente, lo cual es un
puro acto creativo. Comprender es un acto profundamente creativo. La ciencia
nos programa para solucionar problemas, pero no para comprender. Una persona
capacitada es un mal computador, pues sólo pretende explicar enigmas, sabe a
dónde va pero no crea nada nuevo, pues es incapaz de vivir con el estado de
alerta.
El modo de proceder de
Voltaire
En fin, el método empleado en esta indagación es semejante al
que Voltaire usa en sus novelas y cuentos, particularmente en “El perro y el
caballo”; cuento en el que satiriza los temas que solían discutirse en la
Academia de Ciencias, la cual no había querido admitirle en su seno. El escritor
francés, desde su invención del cuento filosófico, concilia filosofía y
didáctica con ironía e imaginación. El personaje Zadig:
Paseándose un día junto a un bosquecillo vio venir […]
servidores del palacio; todos parecían llenos de zozobra y corrían a todas
partes como locos que buscan algo precioso que se ha perdido.
–Mancebo –le dijo el eunuco a Zadig–, ¿visteis al perro de la reina?
Respondió Zadig con modestia:
–Es perra.
–Tenéis razón –replicó el eunuco.
–Es una perra fina, muy chiquita –continuó Zadig–, que ha parido poco ha, cojea del pie izquierdo delantero y tiene unas orejas muy largas.
–Con que ¿la habéis visto?
–No, por cierto –respondió Zadig–; ni la he visto ni sabía que la reina tuviese perra ninguna.
Aconteció que […] se había escapado al mismo tiempo, por
descuido de un palafrenero del rey, el mejor caballo de las caballerizas
reales, y andaba corriendo por la vega de Babilonia. Iban tras él el
caballerizo mayor y todos sus subalternos, con no menos premura que el eunuco,
tras de la perra. Dirigióse el caballerizo a Zadig, preguntándole si había
visto al caballo del rey.
–Ese es un caballo –dijo Zadig– que tiene el mejor galope, dos varas de alto, la pezuña muy pequeña, la cola de vara y cuarto de largo; el bocado del freno es de oro de veintitrés quilates, y las herraduras de plata de once dinares.
–¿Y por dónde se ha ido? ¿Dónde está? –preguntó el caballerizo mayor.
–Ni le he visto –repuso Zadig– ni he oído nunca hablar de él.
Ni al caballerizo mayor ni al eunuco les quedó duda de que
había robado Zadig el caballo del rey y la perra de la reina; condujéronle,
pues, ante el Supremo Tribunal que le condenó al knut y a pasar el resto de sus
días en Siberia.
No bien hubieron leído la sentencia, cuando aparecieron el
caballo y la perra, de suerte que se vieron los jueces en la dolorosa precisión
de anular su castigo; condenaron, empero, a Zadig a una multa de cuatrocientas onzas
de oro, porque había dicho que no había visto, habiendo visto. Primero pagó la
multa y luego se le permitió defender su propio pleito. Entonces habló así al
Supremo Tribunal:
–Astros de la justicia, pozos de ciencia, espejos de la verdad, que a la gravedad del plomo unís la dureza del hierro y el brillo del diamante y que tenéis no pocas afinidades con el oro, ante esta augusta asamblea, juro por Orosmades que nunca vi ni a la respetable perra de la reina ni al sagrado caballo del rey de reyes. El suceso ha sido como voy a contar.
Andaba paseando por el bosquecillo donde luego encontré al
venerable eunuco y al ilustrísimo caballerizo mayor. Observé en la arena las
huellas de un animal, y fácilmente conocí que eran las de un perro chico. Unos
surcos largos y ligeros impresos en montoncillos de arena entre las huellas de
las patas, me dieron a conocer que era una perra y que le colgaban las tetas,
de donde colegí que había parido pocos días hacía. Otros vestigios en otra
dirección, que se dejaban ver siempre al ras de la arena al lado de los pies
delanteros, me demostraron que tenía las orejas largas, y como las pisadas de
un pie eran menos hondas que las de los otros tres, saqué por consecuencia que
era, si soy osado a decirlo, algo coja la perra de nuestra augusta soberana.
En cuanto al caballo del rey de reyes, la verdad es que paseándome por las veredas de dicho bosque noté las señales de las herraduras de un caballo, todas a igual distancia. Este caballo –dije– tiene un galope perfecto. En una senda angosta que no mide más de dos varas y media de ancho estaba, a izquierda y a derecha barrido el polvo en algunos parajes. El caballo –conjeturé– tiene una cola de vara y cuarta, la cual con sus movimientos a derecha e izquierda barrió ese polvo. Debajo de los árboles que forman una enramada de dos varas de alto, estaban recién caídas las hojas de las ramas, y conocí que las había dejado caer el caballo, que, por tanto, tenía dos varas de alzada. Su freno ha de ser de oro de veintitrés quilates, porque habiendo restregado las herraduras en piedras de distinta dureza me convencí que eran de plata de once dinares.
Quedáronse pasmados todos con el profundo y sagaz tino de Zadig […]. El rey mandó que se le restituyese la multa de cuatrocientas onzas de oro a que había sido sentenciado, aunque no pocos magos eran de dictamen de quemarle como hechicero […]. Viendo Zadig que era cosa muy peligrosa el saber en demasía, hizo propósito firme de no decir en otra ocasión lo que hubiese observado.11
La observación en el ámbito de la ciencia puede ser pensada
por medio de tres formas del pensamiento: la deducción, la inducción y la
abducción. La deducción parte de una regla general, se confronta con un caso y
se obtiene un resultado; la inducción parte del caso, se confronta con un
resultado y emerge la regla general y en la abducción se parte de la regla
general, se infiere el resultado y se llega al caso. Un ejemplo, parafraseando
a Sócrates, desde el punto de vista del Psicoanálisis y de lo inconsciente, es
que todos los hombres somos culpables.
Finalmente, el paradigma indiciario es el método con el que
hemos pretendido verificar los finales de análisis y la formación del
psicoanalista y, todos los aspectos que hasta aquí hemos tratado constituyen,
así como en la lógica de la investigación freudiana, el camino expedito que
conduce a pensar los embates y los efectos de la instancia crítica y punitiva
de nuestra subjetividad.
Referencias
1Clío y Psyque. Ensayos sobre psicoanálisis e historia,
Medellín, Lealón, 2005, p. 42.
2Ibid.,p. 44.
3 René Chandelle. Más allá del Código Da Vinci, Bogotá,
Robinbook, 2004, p. 12.
4 “Culpa y responsabilidad moral en dos cuentos de Mario
Benedetti”. Revista Letras de Deusto, No. 92, vol. 31, julio-septiembre 2001,
Bilbao, Universidad de Deusto, p. 211.
5 El psicoanálisis y el diagnóstico de los hechos en los
procedimientos judiciales. Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981, p.
1280.
6 “La ciencia y la verdad”. En: Escritos 2, 10ª ed., México,
Siglo Veintiuno, 1984, p. 343.
7 Chensham, op. cit., p. 215.
8 El concepto de interpretación en psicoanálisis, en el
psicoanálisis y la educación antiautoritaria, Barcelona, Barral, 1973, p. 326.
9 Neyla Graciela. Pardo, Introducción a la semiótica. Signo y
cultura, op. cit., pp. 64, 65.
10 Paul Ricoeur. Para una teoría del discurso narrativo. En
Historia y narratividad, Barcelona, Paidós, 1999, pp.85-89.
11 Françoise Marie Arouet Voltaire. Novelas y cuentos,
México, Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, 1956, pp. 131-134.
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