Por:
Elkin Villegas
De acuerdo con nuestra tesis de partida, nos presentamos aquí de a dos para debilitar, hacer vacilar, socavar al Otro, para mostrarlo en su ruina y, al mismo tiempo, para constituir y representar el comité, para manifestar que la inexistencia del Otro inicia precisamente la época de los comités, en la que hay debate, controversia, polílogo, conflicto, esbozo de consenso, disensión, comunidad –confesable o inconfesable-, parcialidad, escepticismo sobre lo verdadero, lo bueno, lo bello, sobre el valor exacto de lo dicho, sobre las palabras y las cosas, sobre lo real.
JACQUES-
ALAIN MILLER
Antecedentes
En cuanto a ese sugestivo título
de un libro de Jacques Alain Miller deseo referirme para fundamentar mi queja
respecto a los incidentes de los últimos años. Tras el cortocircuito acaecido
el sábado 27 de Octubre en las VII
Jornadas de la Nel, realizado en el Hotel Four Points by Sheraton,[1] surge la
pregunta: ¿cuál es realmente el otro que no existe y dónde quedan los comités
de ética? Luego del enojo que me suscitó advertir que los organizadores del
evento El sexo y el amor en el siglo XXI.
¿De qué satisfacción se trata? les habían ordenado a los encargados de la
librería recoger de sus estantes y no vender el libro Cura del sentimiento de culpa y de la depresión. Núcleo de la formación
de los psicoanalistas. Elaboración que se inspira en Jacques-Alain Miller
cuando dice: “En fin, como chiste se puede decir que el núcleo de la formación
de los analistas consiste en curarlos del sentimiento de culpa (…) no hay cura
con culpa.” Sobre el mismo asunto Miller afirma en otro lugar: “hay que
curarlos del sentimiento de culpa en tanto que dirigen la cura y, al mismo
tiempo, y es lo más difícil, no curarlos de él en tanto que sujetos”.
Libro cuyos contenidos compartí
hacía poco más de un año con Juan
Fernando Pérez y del que en un primer momento aceptó hacerle el prólogo pero
después decidió, sin que expresara una justificación racional adecuada, no
hacerlo.[2] En esa
ocasión, ante el desprecio y la falta de reconocimiento por el esfuerzo
realizado, estuve tentado de preguntarle, como Miguel de Cervantes (1984: 10) en
el prólogo al lector del segundo volumen de El
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, lo siguiente: “¿Pensará vuestra
merced ahora que es poco trabajo hacer un libro?” Además, es preciso aclarar
que los contenidos del mencionado texto son fruto de un trabajo continuado por
mí, el cual inició en el Departamento de Psicoanálisis de la U de A en el año
2002, y se prolongó luego tras mi exclusión arbitraria de tal recinto académico
durante estos años bajo el influjo de la Nel. Obra que si hay que decir las
cosas con claridad y en aras a la verdad, es fruto de la elaboración por más de
20 años en el análisis personal, de mi
trabajo teórico y de las elucidaciones realizadas bajo la influencia de la Nel
Medellín y no una publicación imprevista con el ánimo de armar polémica o de
dañar la vida institucional, tal y como Juan Fernando Pérez lo sugirió
defensivamente en respuesta a mi alocución indignada.
El texto me lo habían enviado de
Ediciones San Pablo (Bogotá) el día 25 de Octubre,[3]
razón por la que no tuve tiempo ni libido disponible en ese momento para reflexionar
la cuestión de si le plateaba a los organizadores de las jornadas de la Nel la
opción de difundir el libro por medio ellos. Fue así como al percatarme que
había una librería en el evento opté, de manera espontánea y natural, por
plantearles directamente a los encargados de la misma (quienes supuse que
operaban como un concesionario con libertad de comercio) que lo recibieran en
consignación y determinaran el porcentaje que debía asignarles por las ventas.
Ellos consintieron la propuesta y yo acepté sus reglas del juego y el
porcentaje del treinta por ciento por todas las ventas. Si los encomendados de
la librería me hubieran comentado que no tenían autorización para recibir más
libros, ya que supuestamente todos los títulos para esa ocasión ya habían sido
acogidos, tal y como Juan Fernando me lo enunció, con toda seguridad lo habría
entendido y la cuestión allí habría quedado.
Sin embargo, mientras a los
encargados de la librería los tenía sin cuidado tanto las disputas personales,
como las diferencias teóricas y gremiales, ya que solo estaban empeñados en la
comercialización de los libros, a los organizadores esas cuestiones, con cierta
dosis de pasión, como que si les importaban, dado que finalmente esas disputas
y diferencias podrían afectar no solo su reputación ante los colegas
internacionales, sino también su economía monetaria y libidinal. Es lo que a
posteriori y en última instancia se dibuja en la mente de cada uno de los que
le han seguido el hilo a ese suceso. La verdad es que ningún otro argumento
posee la fuerza heurística, racional y objetiva para desplazar el significado
de los hechos que he procurado relatar. Si se entiende a los delegados de la
librería como representantes de los organizadores de las Jornadas de la Nel, se deduce inmediatamente que en ningún
momento se violaron las reglas. Por el contrario, se trató de un procedimiento legítimo,
limpio y sin la finalidad de llevar a cabo jugadas ilícitas y encubiertas. Tanto
es así que con los encargados de la librería, como suele decir el filósofo
Gonzalo Soto Posada, deliberamos, juzgamos y decidimos en unos cuantos minutos.
Asunto del que esos mismos
muchachos pueden dar fe. Algo que me gustó y hasta se me ocurrió que por su
receptividad, flexibilidad y confianza expresadas, parecían psicoanalizados.
Actitud por entero diferente de la posición activa (caracterizada por el control,
la vigilancia y el castigo) de los organizadores y sus colaboradores cercanos,
quienes sí tenían razones, tanto teóricas, como de su práctica clínica y en el
aspecto gremial, por las cuales no permitir la libre y legítima circulación de
mi libro, como si él hiciera parte de una lista de libros censurados y
prohibidos, como por ejemplo los de Jean Allouch o los de Elizabeth Roudinesco,
el Libro negro del psicoanálisis o el
reciente libro contra Freud y el psicoanálisis de Michel Onfray titulado Freud.
El crepúsculo de un ídolo. No obstante, si no se analizan a fondo estas
cuestiones y se rectifican tales posturas, tanto en el plano individual de la
experiencia analítica como en la dinámica de las instituciones analíticas, me
temo que no se podrán superar las viejas rencillas de escuela y el carácter
fundamentalista de iglesia que tanto se critica hacia fuera.
Sobre lo real
Se me ha reprochado no haber
contado con la comisión organizadora de las jornadas para presentar el libro,
mientras que maliciosamente y en secreto los directamente encargados del evento
tomaron la decisión de restringir su exhibición y la posterior venta del mismo
sin comunicármelo. Aquí la pregunta es: ¿si yo conté con los encargados de la
librería para la exhibición del texto (en tanto que representantes de la
comisión organizadora de las jornadas, porqué ellos, los organizadores, no
hablaron ni contaron conmigo para retirar el libro? En esas circunstancias
pensé, y creo que cualquiera podría cavilar lo mismo, en el conocido refrán:
“zapatero a sus zapatos”, y tras una rápida consideración práctica advertí que
para lo de los libros estaban allí los respectivos encargados, en tal caso ¿para
qué iba yo a llamar la atención de aquellos, cuando para ese tipo de cosas precisamente
estaban los de la librería? En realidad no consideré que fuera prudente
distraer la atención de los organizadores con un producto de mi
narcicismo.
Además, por los sucesos ocurridos
en el pasado (que involucraban a algunos profesores del Departamento de
Psicoanálisis de la U de A y al tiempo miembros de la Nel) es probable que el
libro, dados sus polémicos contenidos, no fuera aceptado por los organizadores
de las jornadas, pues ya en otras ocasiones y contextos habían dado a conocer
su posición rígida, dogmática y excluyente. Es así como me he preguntado
posteriormente: ¿qué sentido tenía contar con ellos para la difusión de mi
libro, cuando ha quedado claro para mí y han dado indicios de sobra en varios
lugares de que mi actitud y mi presencia en la escuela no son bienvenidas?
Varias personas de la Nel han percibido este hecho y me lo han comunicado y no
existen dudas de que mi participación se ha procurado inhibir de muchas
maneras. Síntoma que irrumpió con fuerza en las jornadas, como la punta de un
iceberg, para que la cuestión no siguiera marchando de manera destructiva, secreta
y en silencio.
Al siguiente día del
cortocircuito abordé a Juan Fernando Pérez con el fin de aclarar el asunto.
Momentos antes le había manifestado a Leonardo Gorostiza, Delegado General (D.G) de la Asociación
Mundial de Psicoanálisis (AMP), mi pena e inconformidad por lo sucedido el día anterior, pues en
realidad no me sentía nada bien con la situación molesta suscitada. A lo que
respondió con su amabilidad acostumbrada, con serenidad y paciencia invitándome
a que no me preocupara por ello. Por su
parte, Juan Fernando se limitó a decir, que no pensara que ellos estaban
empeñados en impedir o limitar mi participación en la Nel, que me percatara de
que yo no había contado con los organizadores de las Jornadas, que los títulos
a distribuir habían sido fijados con anticipación y que por mi actitud era que
yo había tenido inconvenientes en otros contextos. Ante lo cual, preferí mejor
guardar silencio y agachar la cabeza porque, evidentemente, se veía que no
había conciencia ni disposición para aceptar que lo sucedido hacía parte de una
cadena de eventos asociados con el fin de inhibir mi participación y borrarme
de la escena, tal y como había sucedido en el mencionado Departamento, casi
diez años atrás. Sin embargo, las cosas habían cambiado y ello ya no era
posible seguirlo ocultando.
Dada la acumulación de incidentes
aislados y repetidos, con el propósito de neutralizar mi presencia, mi palabra
y mi influjo, lamento no haber encontrado otra opción mejor para pronunciarme y
haber tenido que manifestar públicamente la queja. La cual operó como el hipo
(cortocircuito) de Aristófanes en El banquete de Platón, como emergencia
de lo real pulsional que pone a trastabillar los discursos, el amor y la
sexualidad. Por tal suceso espero que los participantes, en especial Juan
Fernando Pérez, también me puedan entender a mí. Según las palabras de aquél,
los libros fueron retirados del Stand de exhibición porque no se habían
inscrito con antelación dentro del material bibliográfico del evento. Como si
no se tolerara ningún hecho imprevisto y todo se tuviera que prever, calcular y
controlar. Nada más contrario a la lógica del discurso y la práctica del
psicoanálisis.
Según dijo Juan Fernando, de un congreso
de sexología habían intentado llevar varios de sus títulos para exponerlos y a
ellos también se les impidió su circulación. Ahora, ¿mi libro era acaso sobre
una cuestión distinta a la teoría y la práctica del psicoanálisis y yo un
extraño para los organizadores de las jornadas? ¿Valía la comparación? ¿Se
trataba de una elaboración inconveniente para los intereses de los
organizadores de las jornadas? ¿No era esa medida un poco exagerada con un
simpatizante de la Nel y del movimiento psicoanalítico internacional promovido
por la AMP? Seguro que sí. Por ello fue que no pude contener mi enojo ante ese
pasaje al acto, el cual constituye, a la luz del énfasis que se hizo en las
jornadas sobre la posición receptiva y femenina en el psicoanálisis, una
actitud defensiva, combativa y masculina que no permite un diálogo fluido, conveniente
y veraz.
Acepto la reacción adoptada, así
no esté de acuerdo con ella, y me excuso con la comisión organizadora del
evento, con los asistentes y con el Delegado General de la AMP por no haber
comentado con anticipación el interés de que mi libro fuera incluido dentro del
material bibliográfico que se había previsto y recibido para tal ocasión. Sin
embargo, la verdad es que no se me ocurrió, dada la racha de desplantes y
descortesías que en el pasado había experimentado, pues cabe recordar que por
haber procurado responder en el contexto de la Universidad de Antioquia a la
pregunta: ¿es la cura del sentimiento de culpa el núcleo de la formación de los
psicoanalistas? no sólo me habían excluido de manera injustificada de la
Maestría en Ciencias Sociales: Psicoanálisis, Cultura y vínculo Social, que
hacía parte del Departamento de Psicoanálisis y éste de la facultad de Ciencias
Sociales y Humanas, sino que además por haber hecho pública mi queja ante los
estrados judiciales[4] me había
granjeado la enemistad de muchos de los profesores y estudiantes del
Departamento de Psicoanálisis y me habían negado, en tres ocasiones
consecutivas, la posibilidad de pertenecer a la Nel como asociado, sin que
hasta la fecha medie una adecuada justificación. Este solo hecho habla del
encono que aún afecta nuestras las relaciones.[5]
No conforme con ello habían
tomado medidas de las que algunos
participantes de la Nel se han percatado, para impedir mi participación como Más
Uno en los carteles y en todo tipo de actividades en las que yo pudiera tener algún
liderazgo y responsabilidad de un cartel
o de un curso. Lo anterior sucedió luego
de que fuera nombrado Más Uno del cartel sobre Feminidad y fin de análisis, cartel por el que fue necesario
batallar para que fuera aceptado y, como algo paradójico, al poco tiempo de
haber sido declarado se disolvió. ¿La razón? Considero que la postura masculina
y el embarazo fálico de los integrantes no nos permitieron trabajar con
serenidad un problema crucial del final del análisis. La verdad es que todo el
tiempo he estado sometido a vigilancia y control, luego lo que se presentó en
las jornadas fue un castigo más de los tantos que han procurado aplicarme. En
este punto vale la pena recordar a Freud al final de Más allá del principio del placer, quien decía: “En cuanto a lo
demás, un poeta (Ruckert) nos consuela por la lentitud con que progresa nuestro
conocimiento científico: ‘Lo que no puede tomarse volando hay que alcanzarlo
cojeando. La escritura dice: cojear no es pecado’.[6]
Es probable que ante lo anterior algunos
digan, para procurar desacreditarme y borrarme, que estoy paranoico, tal y como
en otras ocasiones lo han sugerido en distintos contextos. Ahora bien, ¿cuál es
la razón de todo ello? Que están heridos en su narcicismo porque los he hecho
ver como simples profesores y no como psicoanalistas. No me perdonan que yo
haya dudado de la supuesta “experiencia de lo real en la cura psicoanalítica”
por la que han pasado. Sin darse cuenta de que son precisamente sus acciones
las que los delatan como profesores (con todos los enredos y las confusiones
que ello implica, en la lógica del discurso capitalista) y no como analistas. En
las jornadas de la Nel algo de esto hizo emergencia con la decisión (¿o
reacción emotiva?) de impedir el tránsito de mi libro, quedando al descubierto el
punto de discordia entre algunos de ellos conmigo. ¿Esto también es parte de mi
psicopatología?
La pregunta aquí es ¿una actitud
así favorece la formación de los analistas y la dinámica de la escuela? A mi
manera de ver eso también es fundamentalismo, actitud que no permite una
formación adecuada, al ponerse el énfasis en el saber teórico y no en la
experiencia analítica, dando lugar a una mayor y mejor cualificación de los
analistas en nuestro medio. La verdad es que actitudes como esa seguramente
Lacan las habría repudiado, pues cabe recordar que él fue objeto de una censura
y una persecución injustificadas en la IPA por parte de una serie de personajes
que consideraban que el trabajo de aquél atentaba contra la doctrina y contra
la comodidad de los paradigmas y la
práctica psicoanalítica de aquella época. La cuestión es que Lacan nunca aceptó
esa desmesura. Desmesura que algunos asistentes al evento no dejaron de
reprocharle a los organizadores, como fue el caso de Mario Elkin Ramírez, quien
en medio de la interrupción que suscité con mi “queja histérica” le dijo a Juan
Ruiz, quien estaba a su lado en ese momento, algo así como: “¿y por qué no le
dejaron vender el librito…?
Lo llamativo de todo esto es que
aunque han procurado borrarme de los ambientes psicoanalíticos de Medellín, que
a decir verdad son bastante deficientes en lo tocante a la formación de los
analistas por la vía de la experiencia en el diván, la realidad es que con ello
solo me han promovido y potenciado. Tal y como sucede con las formaciones del
inconsciente, entre ellas el síntoma, en las que lo que se procura esconder termina
siendo lo que más brilla, lo que insiste
y se impone. En este punto estoy convencido de que si los organizadores
hubieran previsto serena y prudentemente
el efecto de prohibir la circulación de mi libro, se habrían quedado más bien callados
y, en consecuencia, lo habrían comprado unas cuantas personas sin mucho ruido,
pero con su accionar fálico y de poder hicieron que la venta se redujera al
máximo, pero su difusión fuera tan
imperativa que de un momento a otro los más de trescientos que asistieron a las
jornadas se tuvieran que preguntar por el mencionado texto.
Elaboración escrita que al ser
prohibida como un objeto tabú, es probable que se convierta en un objeto de
deseo y de curiosidad que muchos quisieran conocer. ¿No es esta la dialéctica
del Edipo? Por ello, así como sucedió con la exclusión de la mencionada
Maestría, tengo mucho por agradecer y poco por maldecir, pues en realidad su
actitud defensiva y la famosa exclusión aquella me ha beneficiado más de lo que
se han podido imaginar. La cuestión es que por ese impase mi libro será ahora
leído por Leonardo Gorostiza y por otros analistas que se lo alcanzaron a
llevar como obsequio. Ahora bien, como a mí no me da miedo ser criticado y me
considero un constante aprendiz, le solicité al Delegado General, que por favor
me hiciera los comentarios que considerara pertinentes sobre mi censurada y retenida
elaboración.
Entonces, ¿quién es el que no
cuenta con los otros? ¿Yo, o algunos integrantes de la Nel que al parecer no
han podido sanar la herida narcisista ocasionada por mi elaboración escrita? En
el caso de los encargados de la librería ninguno de ellos puede decir que
impuse mi voluntad para que los libros fueran aceptados y recibidos. Hablé con
uno de ellos, le plateé la cuestión y él inmediatamente aceptó. Ahora, en cuanto
a mi participación en la Nel, reconozco que soy un poco confrontador e
incisivo. Es quizá mi rasgo paterno y mi síntoma fundamental. Características
que al parecer no son asumidas ni
aceptadas por los miembros y asociados de la Nel, de quienes yo si tengo que
asumir y aceptar sus propios rasgos de carácter, sus compulsiones insólitas y
sus síntomas que no son precisamente los más adecuados en el vínculo
social.
¿Acaso no es esa la mejor actitud
para el despliegue creativo e intelectual? ¿No será que es precisamente esa la
actitud que falta en Medellín entre los analistas y por tal ausencia el
psicoanálisis en nuestro medio no es un discurso y un saber apasionante como lo
es en Argentina y en otras latitudes? ¿No es acaso la ausencia de dinamismo
teórico y práctico lo que se necesita para que muchos en el futuro, dada la
apatía y el desgano generalizados, nada
acordes con el deseo del psicoanalista, tengan que emigrar a otras tierras en
las que sí existen condiciones para que el psicoanálisis exista? De todo ello
somos responsables.
La verdad es que en la hermana
república de la Argentina la gente sí se psicoanaliza, algo que se constata
allá y se advirtió en la actitud y las palabras de muchos de los gauchos que
pasaron por aquí el fin de semana de las Jornadas. Esa es nuestra gran
falencia, la cual ha quedado manifestada en la censura de la que he sido
objeto. De acuerdo con la presentación renovada de su testimonio del pase, Leonardo
Gorostiza (D.G de la AMP) en el curso de su análisis siempre se preguntó: ¿qué
era lo que me llevaba a proseguir el análisis aún más? A lo que decía sin rodeos
ni ficciones: “En torno al falo estamos embarazados. Como analistas los hombres
hemos de trabajar mucho en el análisis para desembarazarnos del falo.” Asunto
que se relaciona con la posición femenina del final del análisis, con la
aceptación de la falta, la cual produce en muchos paz y tranquilidad, mientras
que en otros da lugar a una actitud reactiva constante de mal humor. Es
probable que el predominio de la masculinidad, que niega y rechaza todo brote
de feminidad, sea una fuente de múltiples violencias en nuestro medio.
Para el porvenir
Así que es necesario aspirar,
como identidad del analista al final de su análisis, a la feminidad, lo cual es
necesario entender no como un insulto ni como una agresión fenomenológica a la
homosexualidad, sino como un hecho estructural a partir del cual procuramos entender la actitud amorosa y pacífica de lo
humano como desmonte del superyó masculino del sujeto, entendido como
actividad, como rigidez y como goce fálico. Algo que es sumamente difícil de
alcanzar en la experiencia analítica y es la razón principal por la que la mayoría
no logra conquistar el famoso fin de análisis. Es necesario agregar que la tranquilidad
del alma, de la que cantidad de tinta ha corrido en las elucidaciones de la
filosofía, es también una consecuencia de la postura femenina. De ahí que
existan tantas coincidencias entre psicoanálisis y filosofía. Según lo anterior se hace necesario entonces
decir que el psicoanálisis no es una cuestión de meros semblantes, pues la
experiencia analítica termina por evidenciar que se tiene pasión por lo
inconsciente o no se tiene.
Esto no se puede ocultar más y es necesario que nos comencemos a
desacomodar y que nos preocupemos más por los análisis personales y no tanto
por continuar haciendo pantalla por medio de la teoría. A mi manera de ver,
este ha sido el factor molesto en el que yo he enfatizado y es la razón por la
que aún muchos no me perdonan. Sin embargo, es importante saber que el problema
no es conmigo, sino con lo real de la
formación de los analistas y que hacer el semblante, tal y como en la vida
empresarial contemporánea se hace hoy, no ayuda mucho. La verdad es que seguir
haciendo el semblante de analistas, es algo que a muchos no les cuadra más; es
necesario analizarse y analizarse bien. Ser analista no es cuestión de
apariencia, es una pasión que se lleva por dentro, alejada de intereses
gremiales, políticos o económicos. Si esto no fuera así, sería lamentable y el
psicoanálisis estaría en vía de extinción. Razón por la que no considero que
esté justificado impedir la circulación de un libro que podría, como en el caso
de Edipo, contribuir a abrir los ojos de la subjetividad sobre lo real de la
cura psicoanalítica.
En este punto vale la pena
preguntarse, ¿a qué le estamos jugando? A la promoción de las apariencias, como
lo hacen las organizaciones, entre ellas la universidad, al servicio del
discurso científico y capitalista, o en pro del discurso psicoanalítico, el
cual habría de caracterizarse por una mayor tolerancia y apertura hacia lo real
que no podemos controlar a plenitud. Parafraseando a Leonardo Gorostiza, es
necesario asumir el fracaso de la buena manera, sin la ilusión de que a la
falta (el vacío estructural) la vamos a obturar o a dominar de una vez y para
siempre. Pensar la escuela, la formación de los analistas y los casos clínicos
sin hendiduras, constituye un descrédito del psicoanálisis para el porvenir…
Todo no lo podemos saber, controlar y calzar. Esa es la antilógica del discurso
del amo, de lo masculino y de la vida empresarial contemporánea, la cual es incapaz de tolerar la dimensión de
la falta. Incapacidad que constituye una fisura en lo tocante a los análisis personales
de los psicoanalistas en nuestro medio.
Lo anterior no quiere decir que
el analista tenga que ser un eterno enamorado de lo que no va, de los errores y
de las catástrofes entorno a lo real. No se trata de la neurótica necesidad
inconsciente de fracaso o de sufrimiento freudiano (presente en Los que fracasan al triunfa de 1916) que
privilegia siempre el error o la falla, sino de procurar hacer las cosas bien,
pero sin la ilusión de lo consistente, lo armónico y lo perfecto. En muchas
ocasiones hablamos de la falla estructural por excelencia que es la no relación sexual, pero en el ámbito
institucional parece que estamos llenos de ilusiones en cuanto a la efectiva
funcionalidad de las cosas. Sin embargo,
es necesario decir que si no aceptamos
las fallas en el campo de la vida cotidiana es probable que tampoco aceptemos
aquella grieta estructural, y sólo nos
estemos amoldando a una institución en la que, el mutuo elogio y el
desconocimiento de la legítima participación de otros, son el pan de cada día.
No se trata de palabras, de
repetición de lo que otros han dicho para que nos vean como psicoanalistas lacanianos.
Se trata de vivir esa experiencia por medio de lo real de la cura
psicoanalítica y no creer que ello se aprehenda por medio de lecturas, conferencias o
seminarios. Por los testimonios del pase
sabemos que nadie se hace psicoanalista por medio de cursos. Es imprescindible
el análisis personal y a ello, personalmente, es a lo que le he venido apostando
en los distintos actos de palabra que he venido realizando en los últimos años
en la Nel. Ese es el punto nodal del cortocircuito con los analistas del medio.
Si esto no se tolera, tengo que decir que no se está trabajando para formar
psicoanalistas y promover el psicoanálisis en la ciudad, sino sólo para
intentar sostener una empresa narcisista con base en el semblante de sus
miembros.
Entonces, si bien es cierto que
para amar es necesario que el sujeto habite una posición femenina, también es
válido decir que tal posición se requiere para psicoanalizarse, ser
psicoanalista y crear una escuela de psicoanálisis, ya que del lado de una
actitud esencialmente masculina e intransigente no se encuentran sino escollos,
agresividad y malas relaciones con el semejante en el plano de la comunicación.
Para subsistir las cuatro posturas del amante, del paciente, del psicoanalista
y de la escuela (no de una institución cualquiera) se requiere de una actitud
receptiva y flexible como la que en las jornadas se describió para el caso de
la postura femenina. En palabras del Delegado General, Leonardo Gorostiza,
digamos que las cuatro requieren de un vaciamiento fálico o de que los sujetos
nos “desembaracemos del falo”, lo cual no es fácil ni es una tarea exclusiva de los hombres, pues las
mujeres en posición fálica y de dominación masculina estarían tan embarazadas
con el falo como el hombre en posición varonil. Posición que, en términos
lógicos, coincide con la actitud del sujeto histérico y del amo, quien como se
observa en la clínica no está muy dispuesto a ceder o asumirse como un ser en
falta…
Finalmente, se podría decir que
ese conflicto o disociación entre un superyó masculino y otro femenino lo
entendemos, a partir de nuestra elaboración del sentimiento de culpa y de la
depresión, como la superación de la arcaica introyección del sadomasoquismo de
la pareja parental, caracterizado por la actividad, la agresividad y el goce,
los cuales se transforman al final de la experiencia analítica en pasividad
creadora, tranquilidad del alma y predominio de una posición deseante cada vez
más posibilitadora para el sujeto y el vínculo social. Dicho en palabras de Lacan
y Freud, es el tránsito que va de la primacía del odio, la agresividad y el
goce a la supremacía del amor, la ternura y el deseo. Paso que no suprime la
dialéctica entre el goce y el deseo, sino que solo transforma la distribución
energética y psíquica de la actividad pulsional, dando lugar a que el proceso
primario evolucione en secundario. Algo que Freud bien podría llamar, en El malestar en la cultura, un progreso
de la humanidad que va de la beligerancia del hombre primitivo a la
civilización de un eros creador…
Referencias Bibliográficas
[1] Lo llamativo es que en el año
2002, entre los días 15, 16 y 17 de Noviembre,
en el mismo Hotel se había desarrollado un evento similar de la NEL con
invitados internacionales, en el cual se le había planteado a Graciela Brodski
(Delegada General de la AMP), a Juan Carlos Indart y a Miquel Bassols, la
inquietud investigativa derivada de Miller que dio lugar al libro objeto de la
controversia que aquí se narra.
[2] De esto tengo correos
electrónicos que lo prueban.
[3] Tal y como puedo probar con la guía y con la
fecha de recibido inscrita en la factura expedida por la empresa de transportes
Servientrega.
[4] Lo cual está descrito con lujo
de detalles en el libro: Avatares
políticos y transferenciales. Una pregunta sobre la culpa, Medellín, Grupo Editorial Uniciencia,
2007.
[5] Al respecto, en el curso de las
jornadas, tuve la oportunidad de manifestarles tanto a Héctor Gallo como a
Mario Elkin Ramírez, que en mi caso las cosas del pasado (relacionadas con la
Maestría de la U de A) estaban totalmente esclarecidas y tramitadas, ellos a su
vez me manifestaron que tampoco tenían problemas...
[6] FREUD,
Sigmund. Obras completas, XVIII.
Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 62.
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