Monday, March 11, 2013

Sobre la construcción de una pregunta de investigación


                                                                                             Por: Elkin Villegas
      
       El discurso analítico toca a los sujetos uno por uno, no como el de la universidad que en su dispositivo se dirige a las masas, a cualquiera, sin importar el número. El psicoanálisis de ninguna manera es así [...]. El analista no es profesor, aunque obviamente los analistas tienen una tendencia a volverse profesores.
                                                                                              JACQUES-ALAIN  MILLER

Desde Aristóteles, con la Retórica y la Dialéctica, se dice que la verdad es un tratado de objetividad, es decir de la verdad lo que es, y de lo que no es, que no es. En este rumbo, la verdad implica un acuerdo intersubjetivo entre las comunidades científicas y no se trata, como se podría reputar a simple vista, de exceptuar algunos problemas sin que antes no se haya definido por el consenso de la comunidad, como es el caso de la comunidad analítica, cuáles son problemas cruciales, esenciales y cuáles solamente un falso problema. Para que un interrogante sea juzgado un falso problema se requiere del concurso de la comunidad en la que ha florecido, ya que en el concierto de las ciencias ningún problema es considerado falso por la reacción o la veleidad de un sujeto o grupo poco acreditado. Una cuestión es un falso problema y otra muy distinta, un problema no resuelto. Esta es la razón por la que hemos decidido explicarnos públicamente, ya que el procedimiento jurídico nos ha vedado toda explicación pública.  Además, ¿cómo demostrar que un determinado problema es falso y al tiempo incuba intensas resistencias y reacciones que no circulan por consenso? El mundo de las comunidades científicas -y la comunidad analítica, que no es sólo lacaniana, no es la salvedad- es darwiniano en el sentido de que sus conquistas son duras, tan duras como la conquista de América, la cual fue a "sangre y fuego".

La segunda cohorte de la Maestría en Ciencias Sociales: Psicoanálisis, Cultura y Vínculo Social, nació a partir de una conferencia pública titulada "Los rostros de la felicidad". Y aunque en esa coyuntura la sustancia del texto estaba dirigida a examinar los hechos con-cernientes al modelaje, las cirugías estéticas y las etiquetas de la felicidad contemporánea, dicho título representaba bastante bien el entusiasmo y el matiz primaveral con los que mu-chos emprendimos esa segunda cohorte. Aunque, a decir verdad, hay mayor "felicidad" ahora al vivenciar, como efecto de la experiencia analítica, que lo más enjundioso en último término no es un rostro feliz, un semblante de felicidad, sino una vida interna serena, no acosada por el sentimiento de culpabilidad.

Apoyado en lo que en esta primera parte se narra, en su facultad crítica, su sano juicio y responsabilidad ética, se convoca al lector a que deduzca o aclare ¿por qué el analista no es, usualmente, profesor? Pues como bien lo evidenciaron Freud y Lacan, quienes nunca se implicaron directamente en lo que este último bautizó como discurso universitario, la vida académica y universitaria, sumamente influida por la dinámica del capitalismo, las ideologías y los juegos del poder, es inversa y presenta múltiples inconvenientes al discurso analítico, el cual no es un mero asunto de saber, de teorías o de producción intelectual con el único propósito de cosechar reconocimientos para acceder a una mejor categoría en el escalafón y en el contexto de la universidad.

Al final, en la sección titulada "Saber y verdad: posturas opuestas en psicoanálisis", el lector descubrirá, por deducción lógica, un razonamiento suplementario que demuestra por qué el discurso universitario y el discurso analítico se repelen; lo mismo que argumentos contundentes que clarifican por qué el discurso lacaniano,  tan próximo hoy a la filosofía, es tan apetecido por los universitarios quienes, su vez, se ven cada vez más tentados a operar como psicoanalistas, por el simple hecho de abordar teorías del psicoanalista francés y las de otros teóricos, entre ellos al mismo Freud. Sin embargo, Lacan en Ciencia y verdad, a propósito de la división del sujeto entre el saber y la verdad, a la manera de una superficie en topología, dice de ésta que "el derecho y el revés están en estado de unirse por todas partes". Entonces, parece ser que no hay oposición sino continuidad. Además, podrá apreciar aquí cómo se expresa el fenómeno de la resistencia en el ámbito grupal e institucional, un mecanismo psíquico que obstruye el paso a la elaboración, poniendo esto en evidencia cómo los mismos mecanismos que actúan en la vida psíquica individual se presentan en lo colectivo o social. Así pues, la construcción de la pregunta de investigación se ha caracterizado por toda una faena, como en el análisis, en la que poco a poco se fue venciendo tal resistencia.

En esta primera parte se hace mención a los avatares que se presentaron en el curso de la elaboración de la pregunta de investigación, en el contexto de dicha Maestría en Ciencias Sociales, la cual hace parte del Departamento de Psicoanálisis de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. Adicionalmente, el lector podría aprehender en el presente texto algunas de las dificultades que, en ocasiones, se presentan cuando se pone a obrar el discurso analítico en el ámbito de la universidad, pues hay problemas de investigación que pueden patentizar algunas fallas en la formación de los psicoanalistas y, de paso, engendrar un cierto caos institucional al procurar mantener la figura del analista en un estatus de idealización imaginaria que no le corresponde.

En el curso de este capítulo se relata cada una de las complicaciones que afloraron en la senda de la composición de la pregunta de investigación, hasta que al final, ante la negativa para renunciar a tal elaboración, fue suprimido quien aquí escribe de la Maestría y de la universidad por un lapso de cinco años, configurando esto, como se precisa más adelante, una clara violación de los derechos fundamentales y una prueba de la oposición que hay entre la universidad, como discurso al servicio del amo capitalista, y el discurso o la práctica psicoanalítica. En la mencionada cohorte el investigador en formación fue admitido, luego de completar todos los requisitos y la entrega de un anteproyecto sobre un problema referido a un aspecto teórico o práctico. El anteproyecto que en esa oportunidad se inscribió llevaba por título "El influjo de la promoción de la salud mental en la prevención del con-sumo de sustancias psicoactivas". Como puede apreciarse, se trataba de un título poco claro y nada puntual del que se esperaba que, poco a poco, se fuera precisando hasta construir una pregunta de investigación.

El primer semestre se inició en la segunda mitad del año 2001, en la sede de la universidad ubicada en Robledo. En tal período se trabajó en torno a cuatro seminarios: pulsión e inconsciente (bajo la responsabilidad del profesor $), transferencia y repetición (a cargo del profesor A tachado), seminario de investigación I (bajo la dirección de los profesores S2 y i (a)), y el seminario línea de investigación I (a cargo de los profesores S2 y $). Durante todo el semestre se trabajó con el propósito de construir una pregunta en la que se articularan la problemática de la toxicomanía y el concepto de sentimiento de culpa, presente en toda la obra de Freud.

En el transcurso de esta primera etapa se tomaron apuntes precisos de las exposiciones ma-gistrales de cada uno de los profesores, de los comentarios que suscitaban en los conversa-torios y de cada idea o reflexión que se iba construyendo que parecía importante. El autor no fue, probablemente, el estudiante brillante, el "camarada brillante" de la Maestría, pero tomó parte verbalmente y por escrito tanto en el semestre como en los coloquios que se realizaban al final de cada seminario.

Se llevaron a cabo tres coloquios, los cuales consistían, esencialmente, en la elaboración por cada estudiante de un escrito de no más de ocho páginas con el fin de que cada una de las intervenciones ante el público invitado a los coloquios fuera puntual y se realizara en un lapso que oscilara entre quince y veinte minutos. Tal escrito debía reflejar parte de los con-tenidos trabajados en el seminario concluido, lo mismo que los avances, dificultades y retrocesos en la construcción de la pregunta de investigación y del "estado del arte o de la cuestión".

Posteriormente, en la fase de vacaciones de fin de año, entre los meses de diciembre de 2001 y enero de 2002, se realizó una serie de lecturas que hicieron cambiar de posición frente a la cuestión de la toxicomanía y el sentimiento de culpa. Fue así como, poco a poco, se comenzó a advertir que el proceso investigativo giraba en torno a dos significantes, el significante "culpa" y el significante "cura" o "tratamiento". Por más que se intentaba armar una pregunta clara y distinta relacionada con la toxicomanía se observaba, y hacían examinar los asesores de la línea de investigación, que el novel investigador se interrogaba, tiro por vez, por la culpa y por la responsabilidad de los psicoanalistas en los tratamientos con los adictos. Era como si todo el tiempo se hubiera estado reprimiendo un genuino interés, una pregunta puntual, una incógnita que apasionaba.

En medio de múltiples cavilaciones que movían a formular una y otra vez la pregunta de investigación, se pensaba en indagar el fenómeno de la toxicomanía con ayuda del concepto de sentimiento de culpa en la obra de Freud y en contrapunto con la psicología social; luego, desde el psicoanálisis y la psiquiatría. Con el propósito de tener una articulación entre estos dos últimos campos, el autor coadyuvó en la sección de pensionados del Hospital Mental de Antioquia HOMO) durante varios meses, gracias a un convenio entre dicha institución y el Departamento de Psicoanálisis.

Estando allí, y dada la pasión por el psicoanálisis en intensión, lo cual hizo que se pusiera a operar el dispositivo analítico con muchos de los internos en ^ro de los consultorios y a puerta cerrada, se tuvo el primer altercado con un joven psiquiatra que acababa de recibir el cargo de manos del doctor Juan Carlos Botero, psiquiatra con el que se habían establecido buenas relaciones, ya que éste poseía cierto grado de simpatía por el psicoanálisis; era una persona amable y además amplia de pensamiento. El conflicto con el joven psiquiatra consistió en que no le gustó para nada que un estudiante de una Maestría de un Departamento de Psicoanálisis se dedicara a poner en funcionamiento un dispositivo analítico en el seno de una institución médico-psiquiátrica que, desde d nacimiento del psicoanálisis, se ha resistido a ello. Fue tal su enfado, resisten-i e incomodidad que inmediatamente lo expulsó de dicha sección, invalidando d convenio hecho y sin hablar con él una sola palabra. Actitud que, más tarde, x volvió a manifestar con profesores del Departamento de Psicoanálisis, una se decidió centrar la atención en una pregunta de investigación cuyo objeto era precisar la esencia de la formación de los psicoanalistas.

Tras haber leído los textos: Lacan: esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, de la historiadora Elizabeth Roudinesco, dilucidación que ha causado animadversión en muchos círculos lacanianos; Elucidación de Lacan: charlas brasileñas, de Jacques-Alain Miller y Las voces del superyó. En la clínica psicoanalítica y en el malestar en la cultura, de Marta Gerez-Ambertin;  y otros textos que, de alguna manera, hicieron despertar preguntas de más de diez años atrás cuando se leyera el texto Los fundamentos de la técnica psicoanalítica, del primer presidente latinoamericano de la IPA y amigo íntimo de Jacques-Alain Miller, el psicoanalista kleiniano Ricardo Horacio Etchegoyen.  Y a propósito de kleinianos, Miller dice en la sexta carta, titulada "El principio de Horacio", que "El primer kleiniano francés fue Jacques Lacan".

En medio de obcecadas cavilaciones y de una serie de lecturas referentes al fenómeno de la toxicomanía, el investigador se encontró con una idea sorprendente en una conferencia pública titulada "La droga entre los avatares de la estructura psicótica".  Dijo la señora Gorog: "En un primer momento hay que facilitar la elaboración; es igual que en el análisis del neurótico: que hay que facilitar el discurso, la elaboración del analizante. Entonces, cuando hay suficientes analistas con tiempo para escuchar a drogadictos, los que quieren elaborar lo hacen, es evidente que después de esto no necesitan tanto la droga".

El asunto del tiempo hizo que se evocara cómo en el año 1990, época en que se originó la lectura minuciosa del texto de Etchegoyen, se había formulado la pregunta por la formación de los psicoanalistas en la IPA. Así que el joven investigador reparó que tal pregunta había estado en su mente desde tal época, unas pocas veces consciente y otras más en el ámbito inconsciente. Por ejemplo, cuando se leyó atentamente el texto de la historiadora Roudines-co, se preguntó: ¿en qué consistió la formación psicoanalítica de Jacques Lacan? Y poste-riormente, esto es, desde 1998 hasta el presente, época en que ha batallado más por el ámbi-to lacaniano: ¿en qué consiste hoy la formación de un psicoanalista en una escuela lacania-na? Por ello, a pesar de haber escuchado en repetidas ocasiones en el contexto académico que el maestro Jacques Lacan fue inanalizable y, por tanto, no hizo una experiencia de aná-lisis, impacto leer en el texto de dicha historiadora que:

Lacan mantendrá siempre en secreto su paso por el análisis de control [...], que Lacan no haya creído conveniente más tarde dar a conocer sus pasos por el análisis de control (con Charles Odier) no significa que esto no haya tenido lugar, sin duda le bastaba haber sido escuchado por un oído (el de Rudolph Loewenstein) por lo menos para significar a sus contemporáneos que su situación de fundador no era la misma que la de Freud: él, había sido analizado; y no en cualquier diván: en un diván ortodoxo y reglamentario [...], varias veces por semana, durante seis años, de junio de 1932 a diciembre de 1938.

Con los datos aportados por la historiadora se dedujo, lógicamente, que la magna revolución llevada a cabo por Lacan en el campo psicoanalítico era, muy probablemente, un efecto de su análisis y no un simple acontecimiento realizado por un hombre intrépido y audaz. El interés por saber acerca de la formación de los psicoanalistas lacanianos continuó ascendiendo y fue sorprendente releer, ya casi al final del texto mencionado, cómo:

Por primera vez en la historia del psicoanálisis, un pensador genial dotado de un sentido clínico fuera de lo común, se atrevía a reducir a cenizas el gran principio técnico sobre el que descansaba todo el edificio transferencial construido por Freud [...]. En unos años, en efecto, transformó, con algunos de sus pacientes, la sesión corta en una no-sesión. El paso al grado cero de la sesión [...]. La no-sesión, fue el síntoma de esta búsqueda: a diferencia de la sesión corta, no permitía al paciente ni hablar-no tenía tiempo para ello- ni no hablar, puesto que no tenía tiempo que perder. Muy pocos analizantes de los años 1977-1981 fueron conscientes de la realidad de la no-sesión: como si la absoluta disolución del tiempo puesta así en acto, fuera imposible de percibir para los mismos que fueron sus actores y sus testigos. Todavía hoy, la mayoría de los que participaron en ese descenso a los infiernos mantiene la ficción de una duración mínima.

Ilustrado lo anterior, surgía la pregunta: ¿en esas condiciones se puede hablar de fin de análisis, de atravesamiento del fantasma, de bien-decir, identificación al síntoma, superación del padre, caída de los ideales, vencer la cobardía moral,  destitución del sujeto supuesto saber, o de la inexistencia del Otro como consecuencia de la cura analítica? Según Miller: “Salen del análisis, lo concluyen, muchas menos personas que las que entran en él.”  ¿Qué clase de análisis era ese, el de la "o-sesión? ¿Es posible hablar de cura analítica o de fin de análisis con sesiones de cinco minutos, dado que "durante una década (1970 a 1980) recibió un promedio de diez pacientes por hora?"  ¿A qué ha conducido esto en el mundo y cómo se puede conceptuar hoy la formación de los psicoanalistas? ¿Un analista analizado en un dispositivo así se ha formado o se ha deformado? Respecto a la obra de la historiadora, Jacques-Alain Miller dice: "Está claro que Elizabeth Roudinesco hace de Lacan un insigne bribón".

Entonces, una vez leída la cogitación de la doctora Gorog, haber remembrado anteriores interrogantes en torno a la formación de los psicoanalistas y haber centrado la atención en el aspecto del tiempo, de los analistas con tiempo para escuchar a drogadictos, se pregunta: ¿qué se puede hacer con un toxicómano en una sesión de cinco minutos o en la no-sesión? Así pues, se fue gradualmente encadenando con preguntas que se habían reprimido por un cierto pudor o prudencia inexplicable, al menos a la altura de este trayecto.

En el mismo segundo semestre de 2001 se realizó un coloquio que fue titulado "Culpa-goce: una cuestión preliminar a todo tratamiento posible del sujeto toxicómano", después del cual, y estando en período de vacaciones, se percibió con mayor claridad que el interés investigativo no era lo suficientemente poderoso en el campo de la toxicomanía. A esto cooperó, de manera significativa, la lectura del texto Elucidación de Lacan: charlas brasileñas, de Jacques-Alain Miller, pero de manera singular el fragmento en el que dice: "se puede decir, en tono de chiste, que el núcleo de la formación de los analistas es curarlos del sentimiento de culpa [...]. No hay tratamiento posible con culpa".

Después de esto se hizo insoslayable pensar aún más en la formación de los analistas y en el lugar del sentimiento de culpa, que antes se había pensado en relación con la toxicomanía, en el curso de la dirección de la cura. La verdad es que dicho fragmento abrió la senda que condujo a un posterior acertijo. ¿Cuál acertijo? El de interrogar cada una de las partes que componen dicho fragmento. Fue así como se dio la tarea, como quien analiza un sueño, de tomar por separado cada elemento, cada significante, para pensarlo de manera rigurosa respecto del conjunto del enunciado. En la perspectiva de Lacan, éste se preguntaba: “¿Cómo devine psicoanalista?”, a lo que su yerno enumera tres condiciones: su tesis en psiquiatría, la psicosis y el caso Aimée. Dice Miller de aquel:

incluso se jacta de ser psicótico: “Yo soy psicótico”, dice, “por la sola razón de que siempre intenté ser riguroso”. Y se anima a formular de paso que los lógicos e incluso los geómetras presentan “cierta forma de psicosis” [...] Sin duda, Lacan subraya cierto contraste con Freud; no cree que Freud haya sido psicótico como él dice serlo. De hecho, Freud se interesó muy poco por la elucubración lógica, esa misma que tenía lugar en su época y en su ciudad [...] ¿Cómo llegó Freud a ser psicoanalista? No a partir de la psicosis, sino a partir de la histeria, y escuchándola.

Lo que más cautivaba la atención era acoplar la afirmación de Miller y el asunto del tiempo explicitado por la señora Roudinesco, pues se retomaba, una y otra vez, las palabras de ésta cuando decía de Lacan que se había atrevido "a reducir a ceniza el gran principio técnico sobre el que descansaba todo el edificio transferencial construido por Freud", máxime cuando el artífice del psicoanálisis había dicho en Análisis terminable e interminable: "La experiencia nos ha enseñado que la terapia psicoanalítica, o sea, el librar a un ser humano de sus síntomas neuróticos, de j sus inhibiciones y anormalidades de carácter, es un trabajo largo. Por eso desde el comienzo mismo se emprendieron intentos de abreviar la duración de los análisis".

Y más adelante en el mismo texto, criticando a Otto Rank, uno de sus discípulos, dice: "Rank esperaba eliminar la neurosis íntegra, de suerte que una piecita de trabajo analítico ahorrara todo el resto. Unos pocos meses bastarían para esa operación".

Al percatarse del factor tiempo se preguntaba el investigador: ¿será que Lacan ha hecho, por identificación con Rank, algo semejante? En ese instante, y basado en su larga experiencia de análisis personal con dos analistas kleinianos, se pregunto, al pensar respecto a su propio sentimiento de culpa y cómo éste se había reducido de manera significativa tras la elaboración de más de diez y ocho años de "análisis con tres sesiones semanales, de treinta y cinco a cuarenta minutos cada una en promedio, ¿es posible curarse, esto es, reducir los montos de culpa, en un dispositivo analítico como el que describía la historiadora al hacer referencia a lacan? En este punto observó que se trataba de un problema fundamental o complejo y no de algo trivial, prosaico o chistoso, pues con Freud se había aprendido que el chiste es una formación del inconsciente y es ubicado por él en El chiste y su relación con lo inconsciente con el mismo estatus que el sueño, el lapsus, el acto fallido y el síntoma, etc. Además, para los analistas, no para los profesores: "La cuestión de la culpa, más que una pregunta que nos formulan los demás, es una pregunta que nosotros nos formulamos [...]. En esto nos las tenemos que ver solos con nosotros mismos. La filosofía y la teología se encuentran convocadas a iluminar las profundidades de la pregunta por la culpa".

Lo que pretendía Miller, se decía en ese momento el investigador, era llamar la atención sobre un aspecto sumamente importante en la formación de los psicoanalistas, pero utilizando un recurso, el significante chiste, para ver si alguno osaba detenerse allí y descifrar el acertijo. Ahora, ¿quién debía hacerlo? ¿Acaso alguno de los que se analizaron con Lacan entre 1977 y 1981, en medio de una absoluta disolución del tiempo? ¿O en el mejor de los casos, alguien que se haya analizado con Lacan, unos cuantos meses o años, en un dispositivo de sesiones cortísimas? ¿O quizás algún latinoamericano que se haya supuestamente analizado con Miller o con algún otro discípulo de éste, luego de viajar a París y estar allí unos pocos meses, o quizás años, haciéndole la venia a algún prestidigitador, movido por la idealización del Otro, entendida por Lacan como atribución de saber a un sujeto? ; Como si viajar a París con distintos propósitos, a excepción, en muchos casos, de la exploración para conquistar la ardua empresa del análisis, o establecer vínculo social con algún personaje "encantador" reconocido internacionalmente, dotara de manera mágica y sugestiva de la anhelada formación psicoanalítica!

Luego de interrogarse sobre la "culpa-goce como una cuestión preliminar a todo tratamiento posible del sujeto toxicómano", pasó a preguntarse sobre las "incidencias de la culpa en el acto analítico". Este fue el título del primer ensayo que había de ser mejorado y rectificado para, finalmente, hacer visibles las elaboraciones en el coloquio de esa fase del proceso investigativo; pero... ¿qué sucedió? Faltando aún cuatro días para que comenzara el coloquio y con suficiente tiempo para modificar y reelaborar este primer escrito, se encontró con la profesora S2 en la puerta del Departamento de Psicoanálisis de la universidad, quien en medio de su prisa acostumbrada le dijo: "Ese trabajo no es serio y probablemente ese no sea un tema en el que se deba ocupar un estudiante de Maestría en el contexto universitario. Ese es un tema de investigación de un psicoanalista de escuela y en el contexto de la escuela y no del ámbito universitario". "Sin embargo -puntualiza Jacques-Alain Miller- respecto de la investigación de saber, hay una diferencia entre el saber imaginario y el saber lógico. Indudablemente, en ambos casos se trata de un saber elaborado a partir de lo que no hay [...]. La invención no está sólo del lado del analista, sino que también opera y es válida res-pecto del analizante".

A este respecto cuando al psicoanalista Sidi Askofaré, miembro de la Internacional de Foros del Campo Lacaniano, quien fuera convocado por el Departamento de Psicología de la universidad al finalizar el primer semestre de 2000, con el propósito de realizar el curso "Fundamentos de la clínica" y el seminario "Enfermedad mental y figuras del mal en África Negra", se le comentó a través del correo electrónico: "Actualmente estoy desarrollando una investigación en torno a la pregunta ¿Es la cura del sentimiento de culpa el núcleo de la formación de los psicoanalistas? ¿Qué concepto le merece ésta y cuál cree sea el inconveniente para desarrollarla en el interior de un departamento de psicoanálisis en el contexto de la universidad?"; manifestó:

Lo siento, pero no estoy seguro de haber entendido correctamente la pregunta que usted me hace. Parece que usted desea conocer mi opinión sobre el interés de su tema de investigación y, particularmente, sobre su realización en el marco de un departamento de psicología. Pienso que este asunto, a pesar de ser muy complejo, merece gran interés. Sería entonces necesario formularlo de manera más precisa. Desde el punto de vista universitario no corresponde a los tipos de temas presentados en los masters o en los doctorados de psicología. Sin embargo, desde hace poco tiempo existen en París, Rennes y Montpellier unos masters de psicoanálisis que lo aceptarían sin problema. Espero haber contestado su pregunta a pesar de la barrera lingüística. Muy atentamente, Sidi Askofaré.

Por su actitud, la cual operó siempre como una brújula en medio de la oscuridad de la noche de un navío a la deriva en alta mar, entendió el investigador que estaba tratando un problema que suscitaba resistencias. En esta dirección se podría decir con Juan David Nasio que "Es psicoanalista aquel que se siente psicoanalista y no aquel calificado según los criterios del saber universitario y menos aún según los de b respetabilidad burguesa. Sin embargo, sentirse psicoanalista no significa por ello que cualquiera es analista y basta con anunciarlo entre bastidores".  Desde ese momento pensó que la profesora, persona a la que consideraba muy capaz por sus Dotes discursivas y por el discernimiento de la teoría de Freud y Lacan, como -presentante de la Asociación de Foros del Campo Lacaniano de Medellín, asociación que había sido creada por Colette Soler como reacción a los supuestos excesos y abusos del director general de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), sería, en lo sucesivo, una muestra representativa del grupo lacaniano de Medellín. Lo que no se logró visualizar, en ese primer momento, es que iba a representar también a un pequeño sector del bando opositor, a la recién creada Nueva Escuela Lacaniana (NEL) por la Asociación Mundial de Psicoanálisis, en un intento político y administrativo de escamotear el influjo negativo y la mala propaganda que dejaran tras de sí todos los que en los distintos países se adhirieron a la causa emprendida por Soler y sus seguidores.

Fue así como el problema de investigación que se propuso terminó abarcando, como se muestra más adelante, a algunos lacanianos de ambas "iglesias": los de la Asociación de Foros del Campo Lacaniano que están posicionados en la Universidad de Antioquia, en el Departamento de Psicología, y unos cuantos de la Nueva Escuela Lacaniana (NEL), cuyo centro de mando y operaciones es el Departamento de Psicoanálisis, adscrito a la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Dos departamentos dirigidos por miembros o asociados de cada una de estas dos agremiaciones que, aunque en la realidad y en el campo político y epistemológico se repudian, en medio del conflicto que suscitó la pregunta de investigación se apoyaron y se trataron con suma cortesía, al menos manifiestamente, ante los ojos de los funcionarios de la universidad, quienes al parecer desconocían los múltiples intereses que se escondían detrás del semblante de todos aquellos eminentes profesores que hacen de "analistas" cuando les conviene. Aunque, pensándolo bien, unos encubren a los otros y de este modo nadie sanciona los abusos y excesos cometidos con los estudiantes, tal y como se muestra más adelante en detalle.

Ante el pronunciamiento de la profesora, el cual devela toda una desmentida, un "no pero sí", se vio claro que, de un lado, decía que el trabajo no era serio y, de otro, que era tan serio que a la postre no era un problema con el que debería cargar un simple estudiante de Maestría, pues según sus palabras se trataba de un tema de investigación de un psicoanalista de escuela. Con esto lo estaba subestimando, todo porque era un estudiante y un desconocido en el ámbito psicoanalítico de ella y de los profesores. Lo que más ha llamado la atención del comentario de la profesora es que, casi un año después, uno de los segundos calificadores del proyecto incipiente de investigación dejó por escrito un comentario semejante al de ella, y como se sabe que ambos pertenecen a la misma Asociación se ha conjeturado que, probablemente, el comentario de la profesora estaba ya influido por la opinión del expontificio que a la postre le había servido de asesor o, posiblemente, se debía a una tendencia general de pensamientos en foros.

La cuestión es que, por imposición de dicha profesora, no se presentó pública-mente el texto del coloquio de finales del seminario R.S.I., pese a que se le comunicó la disposición a rectificarlo, pues era sólo el primer borrador. Aún quedaban cuatro días para el coloquio y había estudiantes que, faltando unas cuantas horas para el mismo, rectificaban sus textos y de todos modos los exponían públicamente. ¿Qué sucedió, entonces? Que al parecer no era conveniente para ella, ni para los profesores del Departamento de Psicoanálisis y alguno que otro del Departamento de Psicología, permitir que un estudiante de Maestría expusiera sus ideas, altamente críticas, sobre la práctica clínica de algunos lacanianos, ante un auditorio pletórico de estudiantes que al tiempo eran, en muchos casos, sus mismos pacientes o analizantes. Adicionalmente, el investigador también pensó que influía la idea de que era un asunto de la universidad sino de la Escuela. A pesar de su autoridad, tenía inconvenientes para aceptar dicha noción como la decisión resultante de ella o aceptar 1a resistencia que se ha mencionado.

Ahora, todos sabemos muy bien, en nuestro campo, qué sucede con un paciente cuando comienza a dudar de la reputación y la credibilidad en la formación de su analista, y los comentarios del joven investigador no eran precisamente un medio para reforzar la fe ciega de los participantes en los coloquios. Era evidente que la ponencia pusiera en riesgo sus intereses, sobre todo los económicos, pues es pro-bable que buena parte de los ingresos de tales profesores -quienes en su mayoría funcionan como psicoanalistas en sus consultorios particulares, como decía en cierta ocasión el mismo S1, refiriéndose a los ingresos que le generaban sus pacientes-, sean los que les genera la consulta, razón por la cual desde el coloquio de R.S.I. la invitación y la asistencia del público a los coloquios se redujo considerablemente. ¿Por qué? ¿Era conveniente acaso que sus estudiantes-pacientes asistieran a escuchar la postura de un crítico, irreverente y desidealizador de los psicoanalistas y del mismo Lacan? Hubo casos como el de alguien que había estado en sesiones con S1, y tan pronto llegaron a sus oídos algunas apreciaciones de quien aquí escribe abandonó el "análisis". ¿Por qué? No se podría responder a esta pregunta, lo que sí se a decir es que por las intervenciones verbales y escritas muchos ideales cayeron y ni el mismo Lacan, como ídolo de las dos escuelas mencionadas, escapó al torrente de las críticas.   En este sentido, es necesario decir que Duns Scoto sostuvo que la libertad del hombre es tal que él puede decirle que no, incluso a Dios.

Un ensayo problematizador

Fue así como en el primer ensayo, que prácticamente abrió la puerta a una i absurda pero necesaria para las elaboraciones, titulado "Incidencias de la culpa en el acto analítico", desde la primera página se comenzó a mostrar con una a directa y sin giros lingüísticos propios de la cobardía moral y de la hipocresía culpable del obsesivo, que era más interesante preguntarse por los influjos del sentimiento de culpabilidad de los analistas en el acto analítico, que continuar centrado en los asuntos de la toxicomanía. Allí se decía que dicha pregunta podría ser considerada un "falso problema". A este respecto es necesario decir con Jacques-Alain Miller: “Mi posición, de todos modos, es simple: para avanzar a veces es necesario insistir sobre lo mismo, volver sobre los mismos significantes, sobre los mismos esquemas y las mismas escrituras". Y más adelante dice: "Lacan no retrocedía ante la posibilidad de volver sobre el mismo punto. De modo que insistir es lo mejor que puede hacer el sujeto".  Esa expresión, la del "falso problema", con la que el profesor i(a) designó el nuevo interés investigativo, sería válida si se aceptara sin ningún cuestionamiento que el analista está curado del sentimiento de culpa y, por lo tanto, su acto analítico está descontaminado de toda repercusión culposa. Pero como la culpabilidad es un hecho de estructura, del cual ningún sujeto puede escapar a sus influjos y consecuencias, es posible que algunas inciden-cias pueda tener en el acto analítico. Ahora, ¿puede ser falso un problema no resuelto por la comunidad analítica?

En el mismo escrito se comenzó a esbozar, basados en Marta Gerez, las diferencias entre sentimiento de culpa, culpabilidad inconsciente y culpa muda, en el interior de un modelo que la autora llama trébol de la culpa. Más adelante, en Cura de! sentimiento de culpa (la segunda parte de esta investigación), se volverá sobre este punto para ampliarlo.

El factor que al parecer más impacientó los ánimos de la profesora, y de todos aquellos que estaban conectados a ella, fue probablemente la parte en la que se hizo alusión a la culpa muda. Se conjeturó que el lado mudo de la culpa se expresaría entonces mediante la necesidad inconsciente de castigo. Necesidad que está inscrita en la culpa muda y, por tanto, en el orden de lo irreductible y lo incurable. El analista no es un Otro consistente, no es A. Lo que hace pertinente preguntarse por el acto analítico que, como la estructura misma del sujeto, está atravesado por la falta. Si el acto analítico no estuviera afectado por las fallas de la estructura, en este caso la culpa muda, con toda seguridad no tendríamos que interrogar-nos por la práctica clínica como lo hacemos y estaríamos ante la única práctica en el universo de los actos humanos, sin fisuras, consistente y perfecta.

Apoyados en Miller, autor del que se extractó el interrogante sobre la cura del sentimiento de culpa y la formación de los analistas, se hizo alusión a que una incidencia de la culpa en el acto analítico apunta al pago de los honorarios, el cual tiene una repercusión simbólica en el proceso de la cura, pues si el analista cobra unos honorarios que no equivalen, simbólicamente, al monto del beneficio terapéutico recibido, aspecto que se observó por años en la conducción de los "tratamientos" por el director de PROASIS, grupo al que se hace alusión en Cura del sentimiento de culpa y de la depresión, se puede alimentar una culpa y un malestar similar al que se produce en las prácticas altruistas y redentoras. En este sentido, hay que decir con Jaspers que “Siempre que realizo acciones como individuo tengo, sin embargo, responsabilidad moral, la tengo por lo tanto por todas las acciones que llevo a cabo, incluidas las políticas y las militares [...]. Que yo siga viviendo una vez que han sucedido tales cosas es algo que me grava con una culpa imborrable".  En dichas prácticas los sujetos ostentadores del beneficio no sabrían qué hacer para compensar lo recibido, ya que este sería vivenciado como una deuda imposible de pagar, como la del obsesivo, para no referirnos a la del melancólico, que conduciría a la búsqueda del castigo por la vía del sufrimiento.

Otro aspecto, se continúa diciendo en el ensayo del autor, sobre las "Incidencias ría culpa en el acto analítico", en el que se ve reflejada la culpa, es el hecho de r que trabajar mucho. En este tramo dice Miller: "Y es por eso que trabajamos mucho, para hacernos perdonar por la manera en que nos ganamos la vida. Por eso, Lacan trabajó tanto durante tantos años. Es cierto que debería pagar una deuda enorme para hacerse perdonar. Y hacerse perdonar es el resultado para nosotros, que trabajemos como lo hacemos".  Sobre este punto el mismo Miller en ¿os os del goce, comenta: "No hay otro bien más que el que puede servir para r el precio del acceso al deseo. Es verdad que Lacan hacía pagar el precio, 5 también es cierto que él mismo lo pagaba. Se puede hacer pagar por el precio en la medida exacta del precio que uno paga".

Si la culpa incide en el hecho de que el analista tenga que trabajar mucho, cuál es el trabajo al que éste se dedica? ¿La práctica clínica o el trabajo intelectual? A este respecto, Marta Gerez, refiriéndose al obsesivo, tal y como era pensado por Freud, dice: "Se ve constreñido a un cavilar incesante al servicio de la despiadada crueldad superyoica".  Hay analistas que al dedicar la mayor parte del tiempo a sus analizantes poco pueden producir intelectualmente; otros, en cambio, al dedicar la mayor parte de sus energías a la construcción teórica poco pueden hacer en el ámbito clínico y terapéutico. Trabajan mucho lo intelectual y de este buscan, entre otras razones, hacerse perdonar por no dedicarse a lo esencial del psicoanálisis que es la práctica clínica. Digamos que este "analista" triunfa en el plano teórico y conceptual, en tanto que busca fracasar como terapeuta por necesidad inconsciente de castigo.  De todas maneras, una cosa es la actividad intelectual y otra la gestión docente.

El que cada vez más los analistas, se decía en ese primer ensayo, se dediquen a la producción teórica, y hoy, se diría, a ser profesores, tiene consecuencias positivas y negativas. Positivas en el hecho de hacer avanzar el psicoanálisis por la vía de la difusión y producción de conocimientos; negativas al convertir paulatinamente el psicoanálisis en un asunto de discurso, en una especie de filosofía que, poco a poco, se va quedando sin el piso sólido de la experiencia en la práctica. Ahora, si los "analistas" están cada vez más dedicados a la divulgación teórica, más impelidos pueden verse, entre otras cuestiones, a reducir el tiempo de las sesiones con el argumento de que "en el inconsciente no hay tiempo", cuando los que realmente no tienen tiempo para sus pacientes son ellos al estar determinados por múltiples ocupaciones intelectuales que, si bien son importantes, para el psicoanálisis no constituyen su verdadera identidad. En este derrotero es vital recordar la distinción que hiciéramos en cierta ocasión, en el programa radial Patologías del vínculo social, entre docente-analista y analista-docente. En el primero, pensamos, prima el docente, el educador, y por tanto el nexo con el saber y con lo imaginario del superyó que puede mover al acto, al pasaje al acto; mientras que en el segundo el factor predominante es el de la posición psicoanalítica, la cual privilegia la relación con la verdad, con la responsabilidad ética, sin dejarse absorber por la dinámica de poder del amo capitalista, cuyo interés principal es la ganancia económica.

Lacan, por ejemplo, al final de sus días recibió un promedio de diez pacientes por hora, lo que quiere decir que dedicaba de a cinco minutos, aproximadamente, a cada uno, y llegó a transformar en unos cuantos años, con algunos de sus pacientes, la sesión corta en una no-sesión; aspecto que permite recordar el caso de un psicólogo clínico aquí en Medellín que asistió al consultorio de un "psicoanalista" durante dos años, sin que éste lo atendiera sino sólo para recibirle los honorarios. ¿Qué clase de analizantes y de psicoanálisis era ese, uno mágico e imaginario? ¿Intentaba acaso el supuesto psicoanalista de nuestro amigo emular el estilo particular de Lacan? Ahora, respecto a lo dicho por la señora Roudinesco hay otras versiones. No todos los autores están de acuerdo con lo dicho por la historiadora, en relación con la sesión corta. Sin embargo, no hay que confundir la práctica clínica de Lacan con un estándar imitable por todos. Esto es lo que es criticable aquí.

Así las cosas, es posible hilar que hay analistas que suponen que la cura de sus analizantes se produce mágicamente, con el simple hecho de que éstos pisen los predios de sus consultorios. Algo semejante a lo que narra el texto bíblico  en cuanto a una mujer que padecía un flujo de sangre hacía ya doce años. Se acercó a Jesús por detrás, en medio de la multitud, y tocó sus vestiduras diciéndose entre sí: "conque pueda solamente sobar su vestido, me curaré". Aquí es evidente cómo dicha mujer le atribuía al maestro no sólo un saber sino también un poder excepcional, el cual creía podía liberarla de sus sufrimientos con el simple hecho de frotar sus vestiduras. Posiblemente todo esto, se continuaba diciendo, tenga que ver con lo que el mismo Lacan planteaba, en 1967, referente a las dos maneras de entrar en la escuela. La primera es demostrar ser un trabajador decidido (es decir, un culpable que  tiene que trabajar mucho intelectualmente para hacerse perdonar) y, la segunda, demostrar solamente estar analizado. En ambos casos es aplicable el enunciado: "Por sus frutos, esto es, por sus actos, los conoceréis".

Ideas como las anteriores, entre otras razones quizá, bastaron para que la profesora S2 dijera que "ese trabajo no era serio", subestimara al investigador e impidiera la presentación de su trabajo en el coloquio. Actitud que nos rememora la fórmula de Lacan, “según la cual las mujeres nunca son culpables, siempre los hombres lo son”.  En este punto del trayecto re-corrido, es menester decir, apoyados en Karl Jaspers, que:

Es difícil, más allá de las afirmaciones, penetrar con insistencia en el fondo de la verdad. Es fácil adoptar una opinión y mantenerla para librarse de ulteriores reflexiones [...]; es difícil resolverse verdaderamente en la claridad de un pensamiento abierto y universal. Es fácil sustraerse a la responsabilidad por medio de la palabra; es difícil mantener la decisión, pero sin terquedad. Es fácil, en cada situación, ceder siempre a la menor resistencia; es difícil mantener en la dirección el curso decisivo, por medio de una resolución incondicional, a través de toda movilidad y flexibilidad de pensamiento.

Ahora bien, ¿considera el lector que tales ideas eran convenientes para los profesores del Departamento de Psicoanálisis? A nuestra manera de ver, no, porque si los pacientes acontece algo similar a lo que le sucedió a cierto banco norteamericano: una mañana muy temprano comenzó a correr el rumor, entre los clientes del o, que el banco tenía dificultades financieras, estaba al borde de la quiebra y en cualquier momento sus ahorradores podían perder su dinero. En horas de la tarde una multitud de personas se agolpaban en las taquillas para retirar sus ahorros. Al día siguiente el banco estaba, efectivamente, con dificultades financieras y al borde de la quiebra. En el momento, se podría objetar la pertinencia de este ejemplo, pero no hay que olvidar cómo el significante no sólo sirve para recordar sucesos, sino también para crear o suprimir la realidad.

Otro aspecto similar al del "análisis" con un posible imitador de las acciones del último Lacan, es el caso de Antón Mesmer, doctorado en filosofía con los padres jesuitas, quien estudió medicina y efectuó una novedosa revolución terapéutica, primero en Viena y luego en París. En 1773 realizó su primera curación notable, por sugestión con unos imanes en una joven de 29 años aquejada de convulsiones. En la cumbre de su notoriedad, viendo la cantidad de personas que le solicitaban consulta (como en el caso de Lacan al final de su vida), y dado los niveles de idealización que había alcanzado, resolvió magnetizar un árbol en la calle de Bondy en París. Pues bien, millares de enfermos se ataban a él con cuerdas o lo tocaban con la esperanza de sanar. Es importante destacar este hecho porque el componente mágico-imaginario ha estado siempre en los procedimientos para curar a lo largo de la historia. Un psicoanálisis así (lo mismo que las terapias cognitivo-comportamentales (TCC), según el informe francés del INSERM -Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica-) se asemeja a lo imaginario de los efectos del bálsamo de fierabrás del que hace alusión Miguel de Cervantes en el capítulo XVII de Don Quijote de La Mancha.

Además, ¿es la cura analítica un efecto o una consecuencia del impacto producido por la idealización de un personaje, o es más bien el resultado de un proceso largo de elaboración psíquica en un dispositivo analítico que cuenta con el tiempo cronológico como el principio fundamental sobre el que reposa el edificio transferencial construido por Freud? ¿O será que el tiempo cronológico se articula en un punto, según la lógica moebiana, con el tiempo lógico? Otro dirá que es el saber supuesto, el pivote de la construcción transferencial.

Una asesoría esclarecedora

Después del coloquio R.S.I. las cosas se tornaron cada vez más grises. Fue así como se pre-sentó el investigador con el fin de conversar con $ y S1 sobre la elaboración anterior del coloquio que ni presentó, lo mismo que de la pregunta de investigación que de ese primer ensayo se pudo desprender. Cuando se sentó, lo primero que le dijeron fue: "¿Cómo va con su pregunta?" Y sin vacilar dijo que consideraba no sólo puntual sino además válido, centrarse en la cita de Jacques-Alain Miller: "se puede decir, en tono de chiste, que el núcleo de la formación de los analistas es curarlos del sentimiento de culpa [...]. No hay tratamiento posible con culpa”. Allí se observan, dijo, tres conceptos absolutamente potentes que son: "formación de los analistas", "cura" y "sentimiento de culpa".  Luego la pregunta (o una ellas) que se puede desmembrar de aquí es: ¿es el núcleo de la formación de los analistas curarlos del sentimiento de culpa? Esta fue la pregunta, se les comentó que A sugirió, que podía ser una investigación documental. S1 mencionó también que se podían observar los testimonios del pase con el fin de saber qué se podía encontrar allí. Como fue explícito en lo que había estado pensando, S2 comenzó a decir que dicha pregunta no era pertinente hacerla desde el punto de vista académico (esto es, en la universidad) sino en la escuela o en el espacio de las reflexiones de los analistas. La lectura que aquí inmediatamente se hizo en silencio fue: En efecto, esta pregunta no es acorde a los intereses de muchos "psicoanalistas" (al menos en el ámbito universitario de Medellín, pues se trata, según parece, de un intento de dejarlos públicamente al descubierto). En ese instante irrumpió la pregunta: ¿qué verdad alberga este interrogante que produce semejantes reacciones?

La profesora decía que en el ámbito académico no se contaba con los recursos para saber de ello. ¿De qué recursos hablaba? ¿Acaso para Freud y Lacan las diferencias entre psicología individual y social no se disuelven? ¿Acaso lo interno, es decir, la subjetividad no se expre-sa por medio de los actos? Siendo así las cosas ¿para qué saber de la experiencia analítica de los psicoanalistas si ésta se da a conocer por medio de los actos? Tanto el que está analizado como el que no lo está, se conoce. Digamos que el análisis deja marcas, huellas o rastros que luego, para quien haya sido entrenado en los oficios del análisis, son relativamente fáciles de reconocer. Al parecer este tipo de pregunta no aportaba a los objetivos aprobados por la universidad, el ICFES y la sociedad para avalar la función de investigador en ciencias sociales.

Ante lo manifestado por la profesora, el investigador dijo que la universidad era un espacio abierto en el que un estudiante podía hacer cualquier pregunta comentó, además, que consideraba que en tanto estudiante de la Maestría, perfectamente podía hacerse esa pregunta, máxime cuando en ninguna parte había escuchado o leído sobre cuáles preguntas hacer y cuáles no en el ámbito universitario. En la historia de las universidades, desde finales del siglo XI y bajo el fuerte influjo de las rigideces religiosas, es probable que esto no sea válido, pero a la luz de nuestro Estado social de derecho sí. Asunto de las rigideces universitarias, con un trasfondo religioso, utilitarista y de mercadeo, que ampliamos un poco más en La nueva ciudad de Dios. Vestigios de la universidad medieval.

Se hizo énfasis en que si a la pregunta se le censuraba, ello causaría algo así como una pro-vocación y un mayor interés para detenerse en ella. A este respecto cavilaba el investigador dentro de sí que se trataba, muy seguramente, de algo tabú, de algo prohibido. Y todos sabemos, así no sea por el psicoanálisis, lo que se forja cuando algo se prohíbe. Digamos que es el camino para que el deseo surja. Al vetar o intentar vetar la pregunta a lo que se estaba invitando era, precisamente, a que el investigador se ocupara de ella. En este sentido, y apoyados en Miller, diríamos que "La respuesta precede a la pregunta. A partir de la res-puesta del Otro el sujeto podrá plantear la pregunta [...], la pregunta que invita a la respuesta siempre supone que la respuesta ya está allí".

Cuando la profesora advirtió el carácter prohibitivo que estaba transmitiendo, dijo que en-tendiera (como si el investigador fuera tonto) que no se trataba de vetar la pregunta, sino de hacerla en el lugar adecuado. Respecto a esto, no puede primar más el interrogante ¿adecuado para quién? que la pertinencia y relevancia para la Maestría, la universidad y la sociedad de una pregunta que es de "gusto" y "tradición" de la escuela psicoanalítica. Aquí evidenció que no era el sitio apropiado para ella y para los profesores del Departamento de Psicoanálisis. Insistía, de esta manera, en que había preguntas que se podían hacer en la universidad y otras solamente en la escuela analítica, ¿por designio, orden o voluntad de quién? Confiesa quien aquí escribe que una tontería igual no había escuchado hacía mucho tiempo. Estaba estupefacto porque la profesora había mostrado hasta ese momento una actitud distinta y con esto se veía, a las claras, que la pregunta de investigación suscitaba algunas incomodidades.

Cuando terminó de hablar, ahí sí las pocas prevenciones y el uso tímido de la voz del investigador cesaron. Y les comunicó, de manera directa, que no estaba de acuerdo con dicha afirmación, porque consideraba que de lo que se trataba en la Maestría era de poder hacer una construcción que surgiera del deseo de cada uno, tal y como se había leído en el pacto pedagógico, y no del deseo del otro. Como en la experiencia analítica, pues hay similitudes entre analizarse e investigar contando con el psicoanálisis. Luego, $ intentó aclarar lo dicho por la profesora y dijo que estaba sorprendido, una vez se llegó de vacaciones, por el giro o modificación en la pregunta, después de haber hecho todo un recorrido y un trabajo. Decía, intentando también persuadir para que se abandonara la actual pregunta, que había seguido con sumo interés las elaboraciones y que consideraba que se había hecho, en el campo de la toxicomanía, una pregunta muy importante para darle a conocer los resultados a la comunidad y a los analistas. Decía que había invertido libido en ese trabajo, y que de un momento a otro se había quedado sin pistas... ¡Perdido...! Estaba un poco fastidiado por ello, era evidente. Lo decía, seguía hablando, porque el investigador supuestamente no había contado con ellos, que era como si no existieran, como si el Otro no existiera; se quejaba porque se había operado una torsión en la pregunta de investigación y no se los tuvo en cuenta, porque se los habría dejado "mirando para el páramo", sin tener la más mínima noción.

El investigador recordó que en una ocasión había escuchado al mismo profesor decir: "No se puede ceder en el deseo". Y que eso era lo que se estaba haciendo, al no haber más interés en la toxicomanía y menos aún en hacer una simple tareíta para cumplir con ella, para responder a los deseos del otro. En este punto fue absolutamente respetuoso, les dijo que admiraba su trabajo, que se quitaba el sombrero (que no se pone) ante ellos, pero que comprendieran que no estaba dispuesto a enfocarse en otra cosa distinta a su deseo. S2, en ese momento, dijo que uno de los problemas de la época era que cada uno se pasaba por encima las pautas. Que "no se podía actuar como el que crea una norma y piensa que puede hacerla funcionar sin tener en cuenta la legislación de su país". ¿Quién iba a sospechar que el des-enlace final a que sus palabras estaban básicamente referidas a ella, a $, a i(a), a S1, y a todos aquellos otros que intervinieron, indirectamente, en el conflicto que posteriormente estalló y se dio a conocer?

Al respecto le comunicó el joven investigador a la profesora que estaba de acurdo con ella  con ella, pero que ese no era su caso, pues lo que había dicho perfectamente señalaba una formación imaginaria (con esto se le dio a conocer que se comprendía muy bien lo que quería decir), que no se estaba pasando por encima de nadie y sólo se consideraba que no era necesario generar tanta disensión, que perfectamente una pregunta así se podía formular desde el ámbito universitario. Llegado a este punto pensaba, para sus adentros, en la constitución política del país y cómo en ella se consagra el derecho a la educación, la libre expresión del pensamiento, la libertad investigativa, etcétera.; que más adelante, sin saberlo en ese momento, habría de tener en cuenta en un litigio jurídico que ponía en evidencia lo dicho por la profesora, pero contra ella y el Departamento de Psicoanálisis. Sin embargo, así no terminó todo.

Después ella dijo que desde la experiencia del análisis personal, y por los casos que atendía, podía observar cómo responder a la pregunta, que sin duda para los analistas (¿lacanianos solamente?) era una cuestión importante. Aquí dio a entender que ya estaba más dispuesta, que había bajado un poco la guardia y el tono opositor y que le quedó claro que el investigador no estaba dispuesto a ceder en su deseo. Luego de habérseles dicho que, sólo en apariencia, antes se venía bien apuntalado con la pregunta de investigación (se hacía referencia a la toxicomanía) y que, ahora, si para ellos estaba desubicado no era así (los desubicados seguramente eran ellos), porque ahora sí se tenía una muy buena pregunta de investigación; acto seguido sugirieron que podían plantearse varios momentos en la pesquisa (insistiendo con esto, nuevamente, en que se abandonara la pregunta, sólo que ahora utilizaban un procedimiento más sutil), para que al final se decidiera si se daba el paso siguiente o no de responder a la pregunta: ¿Es el núcleo de la formación de los analistas curarlos del sentimiento de culpa? Porque de ello podía saberse, se dijo, pero por los actos, por la necesidad inconsciente de castigo presente en las consecuencias del acto de los psicoanalistas. Por la actitud que adoptaron dieron a conocer una flexibilización momentánea razonable, por cuanto de ello ya se había ocupado el investigador en el primer esbozo que les había entre-gado para el coloquio.

Con todo lo acaecido en dicha reunión se ponderó, ya al final y en secreto, que si bien era importante la asesoría de ellos, de todos modos jugaba un papel como la censura de textos en la Edad Media; lo cual hizo que se interpelara: ¿hay aún algo reprochable de Edad Media en el ámbito universitario y, sobre todo, en los sujetos que se hacen llamar analistas? La ciudad universitaria seguía siendo un amurallado burgo medieval.

Los pasos sugeridos fueron:

1. ¿Qué lugar tiene la culpa en el psicoanálisis? Pregunta teórica.
2. ¿Qué lugar tiene la culpa en un final de análisis? Para luego pensar si se daba o no el último paso, es decir, responder a la pregunta de investigación - interrogante que por la conversación sostenida era mejor trasladar, según la profesora, para el ámbito de la escuela porque la universidad no era el espacio en el que se podía contestar.

La pregunta de este último movimiento, hay que decirlo, fue sugerida por el profesor A (tachado) en una asesoría individual que brindó, por solicitud del investigador, con su habitual amabilidad, cortesía y diplomacia, después de leer el primer ensayo que se hizo para el Coloquio de R.S.I., el cual se tituló, como ya se ha mencionado, "Incidencias de la culpa en el acto analítico".

En esa asesoría, previa a la reunión que se tuvo con los profesores S2 y $ que se acaba de reseñar, el profesor A dijo: "¿Y es que usted va a invertirle una Maestría al chiste de otro..."? "Boludo", diría un argentino. A lo que se le respondió que eso de en tono de chis-te", empleado por Miller, era muy posiblemente con el propósito de fijar la atención en tal afirmación. "Además, usted sabe profesor, le dijo, que en el psicoanálisis un chiste no significa lo mismo que en la vida corriente, pues ¿qué sentido habría tenido entonces para Freud escribir El chiste y su relación con lo inconsciente?" Luego de esto sonrió y dijo que consideraba perfectamente posible hacer una Maestría sólo con la afirmación de Miller, pues en ella había tres conceptos anudados. En la perspectiva de este mismo autor es pertinente decir que: “La formación  del analista consiste, en gran medida, en aprender a tomar las tonterías en serio”.  No obstante, es claro que lo contenido allí no es un simple chiste o una tontería.

 Entonces, la investigación podía consistir en demostrar si tal afirmación era falsa o verdadera y por qué. Es importante decir que el profesor A (tachado) fue de los pocos, muy pocos, que adoptaron una actitud serena, amable y sugerente (al menos en lo manifiesto) respecto al nuevo interés investigativo; lástima que al final su actitud hubiera cambiado un poco, dado, posiblemente, a que tenía que respaldar a su gran amigo de mil batallas, el profesor S1, quien era por ese entonces Jefe del Departamento de Psicoanálisis; persona que, como veremos más adelante permitió sin darse cuenta y ¿por sentimiento de culpa?, que se presentara todo un barullo con dicha situación y con el Departamento de Psicoanálisis en el nivel administrativo, al punto de verse afectado y tener que renunciar, antes de lo previsto, a la dirección de dicho Departamento. Claro que a los estudiantes de la Maestría se les hizo creer que su renuncia obedecía a que se iba para Francia o España a hacer un doctorado, intentando con ello oscurecer la verdad de los inadecuados manejos del Departamento de Psicoanálisis. Este aspecto quedó bien descrito por medio de las cartas de los esposos Ángel y Fernández, personas que al parecer no estuvieron de acuerdo con muchas situaciones que percibieron una vez regresaron de su pasantía en París.

Al final de la reunión con los profesores S2 y $, este último dijo: "Seguramente voy a saber de usted". Este comentario, asociado al de cierta ocasión cuando $ llamara al autor y a dos de sus amigos "Los cicutas de la Maestría", como que presagiaba un trágico desenlace. Con el zumo de este arbusto de las umbelíferas, recordémoslo, Sócrates fue envenenado por sus contradictores al convertirse en un crítico mordaz, así como Lacan con los analistas de la IPA, con su famoso método mayéutico. En esta lógica nos dice Miller: “Tal es incluso la esencia de la dialéctica de Sócrates, por lo cual Lacan puede decir que Sócrates era un analista bastante bueno, ya que sabía operar con la consecuencia sorprendente”.   Se les dijo a ambos que, de todos modos, era importante ponerle un poco de humor a eso. Nos despedimos y se abandonó el recinto al tiempo que se pensaba, fundado en Jaspers: "De antemano ruego que me perdonen si ofendo a alguien. No pretendo tal cosa. Pero estoy resuelto a atreverme a desarrollar, con la prudencia necesaria, los más radicales pensamientos".

Pronto, y a propósito del seminario que seguía, titulado "Los discursos y el Otro", bajo la dirección del profesor S1, surgieron varias preguntas: ¿será que hay en todo esto elementos de antagonismo entre el discurso universitario (o del amo moderno) y el discurso analítico? ¿Será que, en verdad, ambos discursos son opuestos, rivales? Si esto es así, se meditaba, ¿qué implicaciones tiene entonces el discurso analítico en la universidad y el hecho mismo de que haya, como en el caso de la Universidad, un Departamento de Psicoanálisis? ¿Cuál es la función, en el seno de la Universidad, de un Departamento de Psicoanálisis? ¿Acaso soslayar las preguntas fundamentales que en dicho contexto se pueden formular y, de paso, emascular la creatividad de los futuros investigadores, emulando con ello la actitud pedagógica tradicional al servicio de un amo castrador como es el capitalismo?

Con razón señalan muchos epistemólogos que las universidades son verdaderos obstáculos a la investigación, a la "investigación dura" o a la verdadera "Metodología de los programas de investigación científica", según Imre Lakatos.  En este alcance, y como previéndose lo que se iba a desencadenar, se había tenido en cuenta, en el proceso de preparación del "estado de la cuestión", una idea de Juan Fernando Pérez que, desde el momento en que fue leída, se consideró que guardaba relación con lo que estaba aconteciendo. Tal idea se encuentra en el texto "El estado de la cuestión o del significante amo y la investigación".  La elaboración del profesor Pérez, a quien se entregó una copia de las elucubraciones incipientes en torno a la nueva pregunta de investigación y que nos dejó aguardando sus comentarios (aunque su silencio fue, como el de otros, sumamente posibilitador), abrió las ventanas del pensamiento en lo tocante a efectuar lecturas de manera cuidadosa, aunque, a decir ver-dad, la metodología del comentario de texto propuesta por Lacan, había sido tenida en cuenta por quien aquí escribe en la versión del Director del Proceso PROASIS, grupo al que perteneció por espacio de nueve años, y en el que se aprendió a leer a Freud con sumo rigor metodológico.

Dicha elaboración permitió escribir, en esa ocasión: "Dependiendo del tipo de lectura que se haga de los datos o el material obtenido, sea vasto o reducido, ello va a determinar el rumbo de la investigación, lo mismo que la predilección por ciertos detalles. Así, el proceso de lectura opera de un modo diferente para cada investigador, ya que cada lectura se hace desde los conceptos, las hipótesis, las teorías, los interrogantes que emergen de las experiencias, los prejuicios y las escrupulosidades de cado uno. En esta acepción, diríamos con Thomas Kuhn, que el saber del investigador opera como un paradigma, el cual selecciona o rechaza datos.

Las comunidades científicas -nos recuerda Pérez- sustituyen a menudo el lio del trabajo teórico por los intereses económicos, gremiales o sociales, como Lacan lo reconoció en la IPA. Dichas comunidades tienen su abrigo, normalmente en el campo universitario, donde difundir doctrinas es su posición esencial, en forma tal que los S1, cambian tan a menudo como la demanda lo exija. Pierre Bourdieu considera que el campo científico es un lugar de relación de fuerzas. Toda ciencia, todo saber, se basa, simultáneamente, en un contexto socio-cultural de dependencia (heteronomía) y otro de independencia (autonomía). Las ciencias -según Bourdieu- habrían de tener cierta autonomía, cierto aislamiento sin sujeciones a amos. La autonomía fortalece la sociedad civil, una autonomía sana, relativa, no desligada de los acontecimientos de la sociedad. Así que poder movilizarse de esa forma, que en muchos casos deforma, es denominado por muchos "libertad de pensamiento". Libertad que es necesaria para llevar a cabo una investigación, pues el campo universitario, al estar inscrito en la lógica y el funcionamiento del discurso del amo capitalista, ordena qué se debe o no investigar. Luego para poder investigar, contando con el psicoanálisis, es necesario salirse del dogmatismo de las instituciones y de las escuelas y, de este modo, permitir la emergencia de un fragmento de verdad sin que los prejuicios o los intereses de distinto tipo sean los factores determinantes. Algo similar a lo que acontece en el curso de un pro-ceso analítico, donde la verdad del sujeto emerge sin que el analista esté para obstaculizarla. La resistencia del analizante es suficiente.

Desde estas primeras elucubraciones se auguraba lo que iba a suceder, pues desde aquí, en medio de una certidumbre anticipada, se visualizaba que tanto el investigador como la pregunta de investigación iban a ser desaprobadas de la Maestría y de la universidad. A la altura de estas divagaciones nos preguntábamos en el fondo: ¿si así efectúan la dirección de la cura...? Dado que no se cesaba de pensar en Freud y Lacan, y ambos habían demostrado, el primero en Psicología de las masas y análisis del yo, y el segundo en el Seminario XVII El reverso del psicoanálisis, que "la psicología individual es al mismo tiempo y desde el principio psicología social". Lo que quiere decir que lo subjetivo, lo inconsciente, mal llamado individual, se expresa en lo social por medio de los actos y de sus consecuencias, se decía en una elaboración anterior. Desde aquí, y a partir de estos presupuestos teóricos, comenzaba a dibujarse en la mente del investigador lo que posteriormente sería el método de investigación, si bien desde el inicio se aplicó sin ser muy consciente de ello.

El manejo que se le dio a la situación, a la pregunta de investigación y sus efectos, con comentarios insinuantes y descalificadores tales como "¿y usted cómo va a investigar eso?" Y, posteriormente, al percatarse de la manera de conducir los destinos del Departamento de Psicoanálisis, para vergüenza de la referida universidad, hacía que se pensara una y otra vez: si así conducen una "cura", con razón los pacientes rotan tanto y a la postre por ello igualmente hay tanta desconfianza en el medio en cuanto al dispositivo analítico y a los psicoanalistas. ¿O será que no son analistas sino sólo profesores que hacen como impostura, sin lógica o autorización, para asumir esa posición o función y por ello se han defendido, con tal resistencia, ante la pregunta que se hizo en el contexto de la universidad? ¿Habrá otra conjetura que se oponga con fuerza equivalente a la que se ha defendido hasta aquí?

En relación con este elemento ya habían llegado al oído, tanto en el consultorio como en conversaciones desprevenidas, una serie de comentarios alusivos a la práctica analítica de algunos "analistas"; así que lo que se estaba fermentando no era nada absurdo y presentaba los indicios del mismo problema que al parecer muchos conocían muy bien, pero que todos silenciaban en medio de una complicidad inconsciente.

Fue tal la sorpresa, la pasión y el deseo que suscitó la pregunta de investigación, a partir de lo afirmado por Jacques-Alain Miller, que el investigador se dio a la tarea de rastrear datos, directos e indirectos, articulados a la pregunta, no sólo en el interior de la Maestría y del Departamento de Psicoanálisis, sino además en bibliografías y escritos por fuera de dicho contexto, que hicieran alusión al problema. En este punto es necesario precisar con Miller que una cosa es la sorpresa y otra muy distinta el enigma. Mientras la primera se suele aso-ciar con la dialéctica entre el significante y el significado en las neurosis, el segundo, por el contrario, se articula más con el jeroglífico, es decir, con lo que no logramos leer y con la psicosis. Dice Miller: “En los no psicóticos la relación entre el significante y el significado es fluida: el significante se borra de inmediato, mientras uno se apasiona por la significación desplegada” 

Lo atractivo desde el inicio fue que ni la misma S2, de la que se decía en el Departamento que era poseedora de una gran memoria bibliográfica, de fechas, ideas y conceptos, tanto en Freud como en Lacan, llegó a sugerir un texto o un autor que se ocupara de una elaboración semejante. Aún A, que había sido muy solícito y amable en la fase preliminar de la Maestría, cuando el interés estaba aparentemente afianzado en la toxicomanía, y había inspirado una serie de fuentes bibliográficas, llegó a decir: "Es la primera vez que me topo con una pregunta así". Y cuando se le inquirió por alguna bibliografía al respecto dijo que no conocía ninguna.

Así que desde los inicios se intuía, por los comentarios que había suscitado la pregunta, que el "estado del arte o de la cuestión" sobre la misma se reducía a una página, pues hasta ese momento, en el primer trimestre del año 2002, no se había leído nada al respecto en ningún autor a excepción de Miller, quien, entre otras cosas, no hace un desarrollo sobre el problema y lo que dice se sitúa en máximo una página.

Fue así como se interrogó: ¿qué se puede construir al respecto? Pues se suponía o conjeturaba, desde los inicios, que el hecho de formular la pregunta constituía ya tener que pensar y construir en esta dirección, algo así como que la pregunta crea un problema, una perspectiva, unos hechos nuevos; en fin, un campo nuevo para la investigación. En este sentido la pregunta de investigación es como el significante, el cual crea o asesina la cosa, sea ésta material o subjetiva. El significante lo mismo que la lógica descompletan al Otro y hacen que la falta finalmente aflore.

Dadas las dificultades que esta investigación planteaba, según se había dicho, se comenzó a frecuentar otros espacios y a intercambiar ideas con una y otra persona, tanto dentro como fuera del Departamento de Psicoanálisis. En el curso de las elaboraciones se escuchó que en la NEL (Nueva Escuela Lacaniana) estaban ofreciendo un seminario que contenía uno de los tres significantes de la pregunta de investigación. ¿Cuál era el título del seminario y de qué trataba?

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