Sunday, March 10, 2013

Sobre el otro que no existe y los comités de censura…


                                                                                                   Por: Elkin Villegas

De acuerdo con nuestra tesis de partida, nos presentamos aquí de a dos para debilitar, hacer vacilar, socavar al Otro, para mostrarlo en su ruina y, al mismo tiempo, para constituir y representar el comité, para manifestar que la inexistencia del Otro inicia precisamente la época de los comités, en la que hay debate, controversia, polílogo, conflicto, esbozo de consenso, disensión, comunidad –confesable o inconfesable-, parcialidad, escepticismo sobre lo verdadero, lo bueno,  lo bello, sobre el valor exacto de lo dicho, sobre las palabras y las cosas, sobre lo real.
                                                                                       JACQUES- ALAIN MILLER
Antecedentes

En cuanto a ese sugestivo título de un libro de Jacques Alain Miller deseo referirme para fundamentar mi queja respecto a los incidentes de los últimos años. Tras el cortocircuito acaecido el sábado 27 de Octubre  en las VII Jornadas de la Nel, realizado en el Hotel Four Points by Sheraton,[1] surge la pregunta: ¿cuál es realmente el otro que no existe y dónde quedan los comités de ética? Luego del enojo que me suscitó advertir que los organizadores del evento El sexo y el amor en el siglo XXI. ¿De qué satisfacción se trata? les habían ordenado a los encargados de la librería recoger de sus estantes y no vender el libro Cura del sentimiento de culpa y de la depresión. Núcleo de la formación de los psicoanalistas. Elaboración que se inspira en Jacques-Alain Miller cuando dice: “En fin, como chiste se puede decir que el núcleo de la formación de los analistas consiste en curarlos del sentimiento de culpa (…) no hay cura con culpa.” Sobre el mismo asunto Miller afirma en otro lugar: “hay que curarlos del sentimiento de culpa en tanto que dirigen la cura y, al mismo tiempo, y es lo más difícil, no curarlos de él en tanto que sujetos”.

Libro cuyos contenidos compartí hacía poco más de un año con  Juan Fernando Pérez y del que en un primer momento aceptó hacerle el prólogo pero después decidió, sin que expresara una justificación racional adecuada, no hacerlo.[2] En esa ocasión, ante el desprecio y la falta de reconocimiento por el esfuerzo realizado, estuve tentado de preguntarle, como Miguel de Cervantes (1984: 10) en el prólogo al lector del segundo volumen de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, lo siguiente: “¿Pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hacer un libro?” Además, es preciso aclarar que los contenidos del mencionado texto son fruto de un trabajo continuado por mí, el cual inició en el Departamento de Psicoanálisis de la U de A en el año 2002, y se prolongó luego tras mi exclusión arbitraria de tal recinto académico durante estos años bajo el influjo de la Nel. Obra que si hay que decir las cosas con claridad y en aras a la verdad, es fruto de la elaboración por más de 20 años en el análisis  personal, de mi trabajo teórico y de las elucidaciones realizadas bajo la influencia de la Nel Medellín y no una publicación imprevista con el ánimo de armar polémica o de dañar la vida institucional, tal y como Juan Fernando Pérez lo sugirió defensivamente en respuesta a mi alocución indignada.  
El texto me lo habían enviado de Ediciones San Pablo (Bogotá) el día 25 de Octubre,[3] razón por la que no tuve tiempo ni libido disponible en ese momento para reflexionar la cuestión de si le plateaba a los organizadores de las jornadas de la Nel la opción de difundir el libro por medio ellos. Fue así como al percatarme que había una librería en el evento opté, de manera espontánea y natural, por plantearles directamente a los encargados de la misma (quienes supuse que operaban como un concesionario con libertad de comercio) que lo recibieran en consignación y determinaran el porcentaje que debía asignarles por las ventas. Ellos consintieron la propuesta y yo acepté sus reglas del juego y el porcentaje del treinta por ciento por todas las ventas. Si los encomendados de la librería me hubieran comentado que no tenían autorización para recibir más libros, ya que supuestamente todos los títulos para esa ocasión ya habían sido acogidos, tal y como Juan Fernando me lo enunció, con toda seguridad lo habría entendido y la cuestión allí habría quedado.

Sin embargo, mientras a los encargados de la librería los tenía sin cuidado tanto las disputas personales, como las diferencias teóricas y gremiales, ya que solo estaban empeñados en la comercialización de los libros, a los organizadores esas cuestiones, con cierta dosis de pasión, como que si les importaban, dado que finalmente esas disputas y diferencias podrían afectar no solo su reputación ante los colegas internacionales, sino también su economía monetaria y libidinal. Es lo que a posteriori y en última instancia se dibuja en la mente de cada uno de los que le han seguido el hilo a ese suceso. La verdad es que ningún otro argumento posee la fuerza heurística, racional y objetiva para desplazar el significado de los hechos que he procurado relatar. Si se entiende a los delegados de la librería como representantes de los organizadores de las Jornadas de la  Nel, se deduce inmediatamente que en ningún momento se violaron las reglas. Por el contrario, se trató de un procedimiento legítimo, limpio y sin la finalidad de llevar a cabo jugadas ilícitas y encubiertas. Tanto es así que con los encargados de la librería, como suele decir el filósofo Gonzalo Soto Posada, deliberamos, juzgamos y decidimos en unos cuantos minutos.

Asunto del que esos mismos muchachos pueden dar fe. Algo que me gustó y hasta se me ocurrió que por su receptividad, flexibilidad y confianza expresadas, parecían psicoanalizados. Actitud por entero diferente de la posición activa (caracterizada por el control, la vigilancia y el castigo) de los organizadores y sus colaboradores cercanos, quienes sí tenían razones, tanto teóricas, como de su práctica clínica y en el aspecto gremial, por las cuales no permitir la libre y legítima circulación de mi libro, como si él hiciera parte de una lista de libros censurados y prohibidos, como por ejemplo los de Jean Allouch o los de Elizabeth Roudinesco, el Libro negro del psicoanálisis o el reciente libro contra Freud y el psicoanálisis de Michel Onfray titulado  Freud. El crepúsculo de un ídolo. No obstante, si no se analizan a fondo estas cuestiones y se rectifican tales posturas, tanto en el plano individual de la experiencia analítica como en la dinámica de las instituciones analíticas, me temo que no se podrán superar las viejas rencillas de escuela y el carácter fundamentalista de iglesia que tanto se critica hacia fuera. 

Sobre lo real

Se me ha reprochado no haber contado con la comisión organizadora de las jornadas para presentar el libro, mientras que maliciosamente y en secreto los directamente encargados del evento tomaron la decisión de restringir su exhibición y la posterior venta del mismo sin comunicármelo. Aquí la pregunta es: ¿si yo conté con los encargados de la librería para la exhibición del texto (en tanto que representantes de la comisión organizadora de las jornadas, porqué ellos, los organizadores, no hablaron ni contaron conmigo para retirar el libro? En esas circunstancias pensé, y creo que cualquiera podría cavilar lo mismo, en el conocido refrán: “zapatero a sus zapatos”, y tras una rápida consideración práctica advertí que para lo de los libros estaban allí los respectivos encargados, en tal caso ¿para qué iba yo a llamar la atención de aquellos, cuando para ese tipo de cosas precisamente estaban los de la librería? En realidad no consideré que fuera prudente distraer la atención de los organizadores con un producto de mi narcicismo. 

Además, por los sucesos ocurridos en el pasado (que involucraban a algunos profesores del Departamento de Psicoanálisis de la U de A y al tiempo miembros de la Nel) es probable que el libro, dados sus polémicos contenidos, no fuera aceptado por los organizadores de las jornadas, pues ya en otras ocasiones y contextos habían dado a conocer su posición rígida, dogmática y excluyente. Es así como me he preguntado posteriormente: ¿qué sentido tenía contar con ellos para la difusión de mi libro, cuando ha quedado claro para mí y han dado indicios de sobra en varios lugares de que mi actitud y mi presencia en la escuela no son bienvenidas? Varias personas de la Nel han percibido este hecho y me lo han comunicado y no existen dudas de que mi participación se ha procurado inhibir de muchas maneras. Síntoma que irrumpió con fuerza en las jornadas, como la punta de un iceberg, para que la cuestión no siguiera marchando de manera destructiva, secreta y en silencio.

Al siguiente día del cortocircuito abordé a Juan Fernando Pérez con el fin de aclarar el asunto. Momentos antes le había manifestado a Leonardo Gorostiza,  Delegado General (D.G) de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), mi pena e inconformidad  por lo sucedido el día anterior, pues en realidad no me sentía nada bien con la situación molesta suscitada. A lo que respondió con su amabilidad acostumbrada, con serenidad y paciencia invitándome a que no me preocupara por ello.  Por su parte, Juan Fernando se limitó a decir, que no pensara que ellos estaban empeñados en impedir o limitar mi participación en la Nel, que me percatara de que yo no había contado con los organizadores de las Jornadas, que los títulos a distribuir habían sido fijados con anticipación y que por mi actitud era que yo había tenido inconvenientes en otros contextos. Ante lo cual, preferí mejor guardar silencio y agachar la cabeza porque, evidentemente, se veía que no había conciencia ni disposición para aceptar que lo sucedido hacía parte de una cadena de eventos asociados con el fin de inhibir mi participación y borrarme de la escena, tal y como había sucedido en el mencionado Departamento, casi diez años atrás. Sin embargo, las cosas habían cambiado y ello ya no era posible seguirlo ocultando.  

Dada la acumulación de incidentes aislados y repetidos, con el propósito de neutralizar mi presencia, mi palabra y mi influjo, lamento no haber encontrado otra opción mejor para pronunciarme y haber tenido que manifestar públicamente la queja. La cual operó como el hipo (cortocircuito) de  Aristófanes en El banquete de Platón, como emergencia de lo real pulsional que pone a trastabillar los discursos, el amor y la sexualidad. Por tal suceso espero que los participantes, en especial Juan Fernando Pérez, también me puedan entender a mí. Según las palabras de aquél, los libros fueron retirados del Stand de exhibición porque no se habían inscrito con antelación dentro del material bibliográfico del evento. Como si no se tolerara ningún hecho imprevisto y todo se tuviera que prever, calcular y controlar. Nada más contrario a la lógica del discurso y la práctica del psicoanálisis. 

Según dijo Juan Fernando, de un congreso de sexología habían intentado llevar varios de sus títulos para exponerlos y a ellos también se les impidió su circulación. Ahora, ¿mi libro era acaso sobre una cuestión distinta a la teoría y la práctica del psicoanálisis y yo un extraño para los organizadores de las jornadas? ¿Valía la comparación? ¿Se trataba de una elaboración inconveniente para los intereses de los organizadores de las jornadas? ¿No era esa medida un poco exagerada con un simpatizante de la Nel y del movimiento psicoanalítico internacional promovido por la AMP? Seguro que sí. Por ello fue que no pude contener mi enojo ante ese pasaje al acto, el cual constituye, a la luz del énfasis que se hizo en las jornadas sobre la posición receptiva y femenina en el psicoanálisis, una actitud defensiva, combativa y masculina que no permite un diálogo fluido, conveniente y veraz.

Acepto la reacción adoptada, así no esté de acuerdo con ella, y me excuso con la comisión organizadora del evento, con los asistentes y con el Delegado General de la AMP por no haber comentado con anticipación el interés de que mi libro fuera incluido dentro del material bibliográfico que se había previsto y recibido para tal ocasión. Sin embargo, la verdad es que no se me ocurrió, dada la racha de desplantes y descortesías que en el pasado había experimentado, pues cabe recordar que por haber procurado responder en el contexto de la Universidad de Antioquia a la pregunta: ¿es la cura del sentimiento de culpa el núcleo de la formación de los psicoanalistas? no sólo me habían excluido de manera injustificada de la Maestría en Ciencias Sociales: Psicoanálisis, Cultura y vínculo Social, que hacía parte del Departamento de Psicoanálisis y éste de la facultad de Ciencias Sociales y Humanas, sino que además por haber hecho pública mi queja ante los estrados judiciales[4] me había granjeado la enemistad de muchos de los profesores y estudiantes del Departamento de Psicoanálisis y me habían negado, en tres ocasiones consecutivas, la posibilidad de pertenecer a la Nel como asociado, sin que hasta la fecha medie una adecuada justificación. Este solo hecho habla del encono que aún afecta nuestras las relaciones.[5]

No conforme con ello habían tomado medidas  de las que algunos participantes de la Nel se han percatado, para impedir mi participación como Más Uno en los carteles y en todo tipo de actividades en las que yo pudiera tener algún liderazgo y  responsabilidad de un cartel o de un curso.  Lo anterior sucedió luego de que fuera nombrado Más Uno del cartel sobre Feminidad y fin de análisis, cartel por el que fue necesario batallar para que fuera aceptado y, como algo paradójico, al poco tiempo de haber sido declarado se disolvió. ¿La razón? Considero que la postura masculina y el embarazo fálico de los integrantes no nos permitieron trabajar con serenidad un problema crucial del final del análisis. La verdad es que todo el tiempo he estado sometido a vigilancia y control, luego lo que se presentó en las jornadas fue un castigo más de los tantos que han procurado aplicarme. En este punto vale la pena recordar a Freud al final de Más allá del principio del placer, quien decía: “En cuanto a lo demás, un poeta (Ruckert) nos consuela por la lentitud con que progresa nuestro conocimiento científico: ‘Lo que no puede tomarse volando hay que alcanzarlo cojeando. La escritura dice: cojear no es pecado’.[6]

Es probable que ante lo anterior algunos digan, para procurar desacreditarme y borrarme, que estoy paranoico, tal y como en otras ocasiones lo han sugerido en distintos contextos. Ahora bien, ¿cuál es la razón de todo ello? Que están heridos en su narcicismo porque los he hecho ver como simples profesores y no como psicoanalistas. No me perdonan que yo haya dudado de la supuesta “experiencia de lo real en la cura psicoanalítica” por la que han pasado. Sin darse cuenta de que son precisamente sus acciones las que los delatan como profesores (con todos los enredos y las confusiones que ello implica, en la lógica del discurso capitalista) y no como analistas. En las jornadas de la Nel algo de esto hizo emergencia con la decisión (¿o reacción emotiva?) de impedir el tránsito de mi libro, quedando al descubierto el punto de discordia entre algunos de ellos conmigo. ¿Esto también es parte de mi psicopatología?

La pregunta aquí es ¿una actitud así favorece la formación de los analistas y la dinámica de la escuela? A mi manera de ver eso también es fundamentalismo, actitud que no permite una formación adecuada, al ponerse el énfasis en el saber teórico y no en la experiencia analítica, dando lugar a una mayor y mejor cualificación de los analistas en nuestro medio. La verdad es que actitudes como esa seguramente Lacan las habría repudiado, pues cabe recordar que él fue objeto de una censura y una persecución injustificadas en la IPA por parte de una serie de personajes que consideraban que el trabajo de aquél atentaba contra la doctrina y contra la comodidad de los paradigmas y  la práctica psicoanalítica de aquella época. La cuestión es que Lacan nunca aceptó esa desmesura. Desmesura que algunos asistentes al evento no dejaron de reprocharle a los organizadores, como fue el caso de Mario Elkin Ramírez, quien en medio de la interrupción que suscité con mi “queja histérica” le dijo a Juan Ruiz, quien estaba a su lado en ese momento, algo así como: “¿y por qué no le dejaron vender el librito…?

Lo llamativo de todo esto es que aunque han procurado borrarme de los ambientes psicoanalíticos de Medellín, que a decir verdad son bastante deficientes en lo tocante a la formación de los analistas por la vía de la experiencia en el diván, la realidad es que con ello solo me han promovido y potenciado. Tal y como sucede con las formaciones del inconsciente, entre ellas el síntoma, en las que lo que se procura esconder termina siendo lo que más brilla,  lo que insiste y se impone. En este punto estoy convencido de que si los organizadores hubieran previsto serena  y prudentemente el efecto de prohibir la circulación de mi libro, se habrían quedado más bien callados y, en consecuencia, lo habrían comprado unas cuantas personas sin mucho ruido, pero con su accionar fálico y de poder hicieron que la venta se redujera al máximo,  pero su difusión fuera tan imperativa que de un momento a otro los más de trescientos que asistieron a las jornadas se tuvieran que preguntar por el mencionado texto.

Elaboración escrita que al ser prohibida como un objeto tabú, es probable que se convierta en un objeto de deseo y de curiosidad que muchos quisieran conocer. ¿No es esta la dialéctica del Edipo? Por ello, así como sucedió con la exclusión de la mencionada Maestría, tengo mucho por agradecer y poco por maldecir, pues en realidad su actitud defensiva y la famosa exclusión aquella me ha beneficiado más de lo que se han podido imaginar. La cuestión es que por ese impase mi libro será ahora leído por Leonardo Gorostiza y por otros analistas que se lo alcanzaron a llevar como obsequio. Ahora bien, como a mí no me da miedo ser criticado y me considero un constante aprendiz, le solicité al Delegado General, que por favor me hiciera los comentarios que considerara pertinentes sobre mi censurada y retenida elaboración.

Entonces, ¿quién es el que no cuenta con los otros? ¿Yo, o algunos integrantes de la Nel que al parecer no han podido sanar la herida narcisista ocasionada por mi elaboración escrita? En el caso de los encargados de la librería ninguno de ellos puede decir que impuse mi voluntad para que los libros fueran aceptados y recibidos. Hablé con uno de ellos, le plateé la cuestión y él inmediatamente aceptó. Ahora, en cuanto a mi participación en la Nel, reconozco que soy un poco confrontador e incisivo. Es quizá mi rasgo paterno y mi síntoma fundamental. Características que al parecer no son asumidas  ni aceptadas por los miembros y asociados de la Nel, de quienes yo si tengo que asumir y aceptar sus propios rasgos de carácter, sus compulsiones insólitas y sus síntomas que no son precisamente los más adecuados en el vínculo social. 

¿Acaso no es esa la mejor actitud para el despliegue creativo e intelectual? ¿No será que es precisamente esa la actitud que falta en Medellín entre los analistas y por tal ausencia el psicoanálisis en nuestro medio no es un discurso y un saber apasionante como lo es en Argentina y en otras latitudes? ¿No es acaso la ausencia de dinamismo teórico y práctico lo que se necesita para que muchos en el futuro, dada la apatía y el desgano generalizados,  nada acordes con el deseo del psicoanalista, tengan que emigrar a otras tierras en las que sí existen condiciones para que el psicoanálisis exista? De todo ello somos responsables.

La verdad es que en la hermana república de la Argentina la gente sí se psicoanaliza, algo que se constata allá y se advirtió en la actitud y las palabras de muchos de los gauchos que pasaron por aquí el fin de semana de las Jornadas. Esa es nuestra gran falencia, la cual ha quedado manifestada en la censura de la que he sido objeto. De acuerdo con la presentación renovada de su testimonio del pase, Leonardo Gorostiza (D.G de la AMP) en el curso de su análisis siempre se preguntó: ¿qué era lo que me llevaba a proseguir el análisis aún más? A lo que decía sin rodeos ni ficciones: “En torno al falo estamos embarazados. Como analistas los hombres hemos de trabajar mucho en el análisis para desembarazarnos del falo.” Asunto que se relaciona con la posición femenina del final del análisis, con la aceptación de la falta, la cual produce en muchos paz y tranquilidad, mientras que en otros da lugar a una actitud reactiva constante de mal humor. Es probable que el predominio de la masculinidad, que niega y rechaza todo brote de feminidad, sea una fuente de múltiples violencias en nuestro medio.

Para el porvenir

Así que es necesario aspirar, como identidad del analista al final de su análisis, a la feminidad, lo cual es necesario entender no como un insulto ni como una agresión fenomenológica a la homosexualidad, sino como un hecho estructural a partir del cual procuramos  entender la actitud amorosa y pacífica de lo humano como desmonte del superyó masculino del sujeto, entendido como actividad, como rigidez y como goce fálico. Algo que es sumamente difícil de alcanzar en la experiencia analítica y es la razón principal por la que la mayoría no logra conquistar el famoso fin de análisis. Es necesario agregar que la  tranquilidad del alma, de la que cantidad de tinta ha corrido en las elucidaciones de la filosofía, es también una consecuencia de la postura femenina. De ahí que existan tantas coincidencias entre psicoanálisis y filosofía.  Según lo anterior se hace necesario entonces decir que el psicoanálisis no es una cuestión de meros semblantes, pues la experiencia analítica termina por evidenciar que se tiene pasión por lo inconsciente o no se tiene.

Esto no se puede ocultar  más y es necesario que nos comencemos a desacomodar y que nos preocupemos más por los análisis personales y no tanto por continuar haciendo pantalla por medio de la teoría. A mi manera de ver, este ha sido el factor molesto en el que yo he enfatizado y es la razón por la que aún muchos no me perdonan. Sin embargo, es importante saber que el problema no es conmigo,  sino con lo real de la formación de los analistas y que hacer el semblante, tal y como en la vida empresarial contemporánea se hace hoy, no ayuda mucho. La verdad es que seguir haciendo el semblante de analistas, es algo que a muchos no les cuadra más; es necesario analizarse y analizarse bien. Ser analista no es cuestión de apariencia, es una pasión que se lleva por dentro, alejada de intereses gremiales, políticos o económicos. Si esto no fuera así, sería lamentable y el psicoanálisis estaría en vía de extinción. Razón por la que no considero que esté justificado impedir la circulación de un libro que podría, como en el caso de Edipo, contribuir a abrir los ojos de la subjetividad sobre lo real de la cura psicoanalítica.

En este punto vale la pena preguntarse, ¿a qué le estamos jugando? A la promoción de las apariencias, como lo hacen las organizaciones, entre ellas la universidad, al servicio del discurso científico y capitalista, o en pro del discurso psicoanalítico, el cual habría de caracterizarse por una mayor tolerancia y apertura hacia lo real que no podemos controlar a plenitud. Parafraseando a Leonardo Gorostiza, es necesario asumir el fracaso de la buena manera, sin la ilusión de que a la falta (el vacío estructural) la vamos a obturar o a dominar de una vez y para siempre. Pensar la escuela, la formación de los analistas y los casos clínicos sin hendiduras, constituye un descrédito del psicoanálisis para el porvenir… Todo no lo podemos saber, controlar y calzar. Esa es la antilógica del discurso del amo, de lo masculino y de la vida empresarial contemporánea,  la cual es incapaz de tolerar la dimensión de la falta. Incapacidad que constituye una fisura en lo tocante a los análisis personales de los psicoanalistas en nuestro medio.

Lo anterior no quiere decir que el analista tenga que ser un eterno enamorado de lo que no va, de los errores y de las catástrofes entorno a lo real. No se trata de la neurótica necesidad inconsciente de fracaso o de sufrimiento freudiano (presente en Los que fracasan al triunfa de 1916) que privilegia siempre el error o la falla, sino de procurar hacer las cosas bien, pero sin la ilusión de lo consistente, lo armónico y lo perfecto. En muchas ocasiones hablamos de la falla estructural por excelencia que es la no relación sexual, pero en el ámbito institucional parece que estamos llenos de ilusiones en cuanto a la efectiva funcionalidad de las cosas. Sin  embargo, es necesario decir que si  no aceptamos las fallas en el campo de la vida cotidiana es probable que tampoco aceptemos aquella grieta estructural,  y sólo nos estemos amoldando a una institución en la que, el mutuo elogio y el desconocimiento de la legítima participación de otros, son el pan de cada día.

No se trata de palabras, de repetición de lo que otros han dicho para que nos vean como psicoanalistas lacanianos. Se trata de vivir esa experiencia por medio de lo real de la cura psicoanalítica y no creer que ello se aprehenda  por medio de lecturas, conferencias o seminarios.  Por los testimonios del pase sabemos que nadie se hace psicoanalista por medio de cursos. Es imprescindible el análisis personal y a ello, personalmente, es a lo que le he venido apostando en los distintos actos de palabra que he venido realizando en los últimos años en la Nel. Ese es el punto nodal del cortocircuito con los analistas del medio. Si esto no se tolera, tengo que decir que no se está trabajando para formar psicoanalistas y promover el psicoanálisis en la ciudad, sino sólo para intentar sostener una empresa narcisista con base en el semblante de sus miembros.

Entonces, si bien es cierto que para amar es necesario que el sujeto habite una posición femenina, también es válido decir que tal posición se requiere para psicoanalizarse, ser psicoanalista y crear una escuela de psicoanálisis, ya que del lado de una actitud esencialmente masculina e intransigente no se encuentran sino escollos, agresividad y malas relaciones con el semejante en el plano de la comunicación. Para subsistir las cuatro posturas del amante, del paciente, del psicoanalista y de la escuela (no de una institución cualquiera) se requiere de una actitud receptiva y flexible como la que en las jornadas se describió para el caso de la postura femenina. En palabras del Delegado General, Leonardo Gorostiza, digamos que las cuatro requieren de un vaciamiento fálico o de que los sujetos nos “desembaracemos del falo”, lo cual no es fácil ni es  una tarea exclusiva de los hombres, pues las mujeres en posición fálica y de dominación masculina estarían tan embarazadas con el falo como el hombre en posición varonil. Posición que, en términos lógicos, coincide con la actitud del sujeto histérico y del amo, quien como se observa en la clínica no está muy dispuesto a ceder o asumirse como un ser en falta…  

Finalmente, se podría decir que ese conflicto o disociación entre un superyó masculino y otro femenino lo entendemos, a partir de nuestra elaboración del sentimiento de culpa y de la depresión, como la superación de la arcaica introyección del sadomasoquismo de la pareja parental, caracterizado por la actividad, la agresividad y el goce, los cuales se transforman al final de la experiencia analítica en pasividad creadora, tranquilidad del alma y predominio de una posición deseante cada vez más posibilitadora para el sujeto y el vínculo social. Dicho en palabras de Lacan y Freud, es el tránsito que va de la primacía del odio, la agresividad y el goce a la supremacía del amor, la ternura y el deseo. Paso que no suprime la dialéctica entre el goce y el deseo, sino que solo transforma la distribución energética y psíquica de la actividad pulsional, dando lugar a que el proceso primario evolucione en secundario. Algo que Freud bien podría llamar, en El malestar en la cultura, un progreso de la humanidad que va de la beligerancia del hombre primitivo a la civilización de un eros creador…

Referencias Bibliográficas 



[1] Lo llamativo es que en el año 2002, entre los días 15, 16 y 17 de Noviembre,  en el mismo Hotel se había desarrollado un evento similar de la NEL con invitados internacionales, en el cual se le había planteado a Graciela Brodski (Delegada General de la AMP), a Juan Carlos Indart y a Miquel Bassols, la inquietud investigativa derivada de Miller que dio lugar al libro objeto de la controversia que aquí se narra.  
[2] De esto tengo correos electrónicos que lo prueban.
[3]  Tal y como puedo probar con la guía y con la fecha de recibido inscrita en la factura expedida por la empresa de transportes Servientrega. 
[4] Lo cual está descrito con lujo de detalles en el libro: Avatares políticos y transferenciales. Una pregunta sobre la culpa, Medellín, Grupo Editorial Uniciencia, 2007.
[5] Al respecto, en el curso de las jornadas, tuve la oportunidad de manifestarles tanto a Héctor Gallo como a Mario Elkin Ramírez, que en mi caso las cosas del pasado (relacionadas con la Maestría de la U de A) estaban totalmente esclarecidas y tramitadas, ellos a su vez me manifestaron que tampoco tenían problemas... 
[6] FREUD, Sigmund. Obras completas, XVIII. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 62.

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