Sunday, March 10, 2013

El malestar en la empresa. Un síntoma del sujeto contemporáneo

Por: Elkin Villegas
Aspectos generales

Es preciso aclarar que el título de la presente elaboración es el mismo de un programa radial que tuviéramos en la emisora cultural 95.9 Cámara f.m. Programa que se realizó durante los años 2008-2009 y se pasaba los días sábados y domingos al caer la tarde.  Por dicha realización radiofónica pasaron una serie de profesionales, profesores de distintas universidades e intelectuales preocupados por la situación actual interna de las empresas. Lo llamativo es que a pesar de la audiencia y de la pertinencia de los problemas que allí solíamos tratar, de un momento a otro las directivas de la emisora nos comunicaron que “de arriba habían determinado suspender, temporalmente, los programas como el nuestro”. La realidad es que aunque se insistió esperamos durante varios meses, hasta que finalmente se vio claro que se trataba de una estrategia para suprimir, con algo de sutileza, nuestras intervenciones. ¿Cuál la razón para esa decisión? Al parecer fueron varias, pero a nuestra manera de ver las cosas, fueron básicamente dos: el psicoanálisis y la clase dirigente empresarial, conservadora de Antioquia, a la cual seguramente no le gustó ser cuestionada, desde el seno mismo de una entidad como lo es la emisora, que ha sido creada para avalar la dinámica mercantil.

Sin embargo, pese a lo duro del título del presente libro, es necesario decir, a la luz de nuestra experiencia clínica psicoanalítica que más duro e inconveniente puede ser llamar las cosas de otra manera a como suceden, pues ninguna dificultad o conflicto se supera a partir de la morigeración del lenguaje. La experiencia enseña que ese tipo de frugalidad es cómplice de la destructividad. Es como lo que sucede en el ámbito clínico con patologías contemporáneas como la depresión, la cual no se supera en muchos casos hablando obsesiva y defensivamente de cosas bonitas y placenteras, sino tratando a fondo las angustias y los malestares del ser. El enmascaramiento de la realidad biológica, psicológica y social es fuente de muchos más sufrimientos y situaciones caóticas que la confrontación con la realidad. Por ello es que la filosofía y la ciencia siempre han visto en las formas del engaño lingüístico (retórica) faltas a la ética y a la dignidad humana. Además el malestar que cada uno experimenta, en el campo laboral, no se diferencia mucho del que cada uno lleva dentro de sí. De donde se deriva, en realidad, que el malestar emana más del mismo sujeto y de sus formas patológicas en la relación con los otros, que de la misma dinámica empresarial. Aunque es verdad, y no es conveniente negarlo, que las fuentes del malestar son tanto internas como externas.

Es necesario decir, adicionalmente, que la mayor parte de los contenidos de la actual elucidación, es fruto de una pesquisa realizada varios años atrás, con motivo de nuestro trabajo de grado en Psicología Social. Desde esa época hasta el presente consideramos que la función del psicólogo es, tal y como se esboza tanto en la ley que regula el ejercicio de la Psicología en Colombia, como en la Ley 1616 del 21 de Enero de 2013, promover la salud mental de los sujetos y crear condiciones favorables en el ambiente de trabajo. Labor que al parecer muchos han olvidado y distorsionado al ser absorbidos por las exigencias de la dinámica mercantil y productiva de las empresas actuales. Ahora bien, en un reportaje realizado recientemente al periodista Español Borja Vilaseca de El país-negocios, autor del libro Encantado de conocerme, se estimaba que una porción importante de españoles sufre algún trastorno psíquico como consecuencia de su trabajo.  Decía que por mucho que se les trate como máquinas, los trabajadores son ante todo seres humanos.

Los expertos en management insisten en que la "cultura obsoleta" que impera en el 80% de las empresas españolas, así como el "liderazgo tóxico" y mediocre que ejerce la mayoría de sus jefes, está causando un creciente malestar entre la población activa.  Se considera que el 38% de los asalariados (más de 7,6 millones de personas) sufre algún trastorno psíquico derivado del trabajo, como el estrés, el síndrome de fatiga crónica o burnout, el mobbing y la depresión. Manifestaciones de las que Enrique Rojas  habla extensamente en su libro Adiós, depresión. En busca de la felicidad razonable. Según este autor: “El síndrome de fatiga crónica es una afección caracterizada por un cansancio profundo de una duración no inferior a seis meses, cuyas pruebas de exploración física o de laboratorio no aportan nada que lo justifique”  Fenómenos para los cuales el psicoanálisis y la psicología social no son indiferentes.

Cada vez más especialistas cuestionan la supuesta correlación entre el crecimiento económico que genera el sistema capitalista y el bienestar de la sociedad. España vive apegada a la cultura de la presencia, postergando su evolución hacia la de la eficiencia, basada en la dirección por objetivos."La mayoría de empresas parecen dormidas, esperando a que este malestar sea masivo e inaguantable", alertan los expertos. Nadie pone en duda que el sistema capitalista es muy eficiente a la hora de generar crecimiento económico: a lo largo de la última década, España ha crecido un 2,6% anual de media, según un informe de Caixa Catalunya. Entre otras causas que justifican este desarrollo se encuentra la aportación de la inmigración al producto interno bruto (PIB), y, entre otras consecuencias, la disminución del paro, que en el segundo trimestre del  año 2007 afectaba al 7,95% de la población activa, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Además, desde enero a septiembre del año 2006 el número total de empresas constituidas ascendió a 115.753, un 8,49% más que durante el mismo periodo de 2005, según un estudio realizado por Informa D&B. Y el porcentaje de compañías de hasta 42 meses de vida aumentó durante ese mismo plazo un 35,2%, según un informe del Instituto de Empresa. Estos datos ponen de manifiesto la bonanza económica en la que se encuentra este país, ahora mismo, la octava economía más importante del mundo. Sin embargo, aunque la mayoría de actores socioeconómicos relacionan este auge económico con el incremento del bienestar de la sociedad, empiezan a alzarse otras voces que no sólo cuestionan dicha correlación, sino que se atreven a decir lo que nadie quiere escuchar: "Cada vez estamos más agotados y somos menos felices". Un goce productivo y mortífero que, a la luz de Jacques Lacan y su elaboración sobre el discurso capitalista, consideramos que se ha desplazado sutil y paulatinamente para instalarse de manera duradera en el lugar del deseo, el amor y la sexualidad. Razón por la cual decimos con Ricoeur: “cabe suponer un enlace directo entre destructividad y superyó, sin una etapa erótica”. En esta perspectiva se podría decir que nuestra elaboración, en el presente libro, apunta a un “desviacionismo positivo”, por medio del cual pretendemos realizar, a la manera de Michel Foucault, una especie de “resistencia ético estética” en contra del avasallamiento actual del paradigma económico y utilitarista.

Lo cierto es que "la vorágine que marca la pauta del sistema de mercado actual parece generar la creencia de que el afán de lucro es la única manera de garantizar la supervivencia de las empresas", señala Juan Carlos Cubeiro, director de la consultora Eurotalent, especializada en desarrollo estratégico y directivo para la mejora cualitativa de las organizaciones. Este experto lamenta que "muchos empresarios persigan este fin sin preocuparse por los medios para conseguirlo, desbaratando a los profesionales la posibilidad de encontrar el equilibrio con su vida personal y familiar". No en vano, "España todavía vive apegada a la cultura de la presencia -caracterizada por el autoritarismo, el control y la desconfianza-, postergando su necesaria evolución hacia la de la eficiencia, basada en la dirección por objetivos, la flexibilidad y la autonomía", apunta Cubeiro. Así, los españoles son de los que más curran: 1.780 horas de media durante 2006, según The Economist, esto es, 219 horas al año más que la media de la Unión Europea (UE) de los 15. No obstante, es problemático que en el curso del año 2012 la tasa de desempleo haya alcanzado el 25%, contribuyendo esta realidad económica y social a incrementar el malestar laboral que en muchas partes del mundo se presenta, como consecuencia del afán y las presiones de un sistema económico que al parecer se ha olvidado de lo humano y su dignidad.

Colombia, por ejemplo, se dice en los medios de comunicación, es uno de los países del mundo con menos equidad laboral. Con uno de los salarios mínimos más bajos y un altísimo desempleo.  Y que pese a ello, a la miseria absoluta y la violencia social, como dice Jesús Dapena Botero,  se diga que es el país más feliz del mundo. Según Dapena, “el mobbing en Colombia es mayor del 9%, datos que padecen el problema del subrregistro epidemiológico” a la luz de los datos “del profesor Hernando Restrepo, quien, afirma Dapena, tiene estadísticas más actualizadas”.  Es necesario aclarar que los tiempos actuales de crisis presentan rasgos sumamente particulares, pues dada la dinámica económica, social y política del país resulta incoherente que un profesional con varios títulos, especializaciones y suficientes capacidades académicos e intelectuales, tenga que apelar (como ocurre a diario), al sostén del “poder político” para poderse ubicar laboralmente. Cuando la realidad es que muchos sujetos, sin suficiente experiencia ni preparación académica, ostentan cargos de suma responsabilidad, para los cuales no tienen las competencias. Es el  caso del docente universitario, quien ha de reprimir su espíritu crítico, así paradójicamente se invite a ello públicamente, para poder preservar su puestico dentro de la institución, la cual se ha convertido, en muchos casos observables, en una común instancia de producción económica que no favorece ni promueve la creatividad y mucho menos la libertad de cátedra y la investigación. 

Lo cual también termina convirtiéndose, como algo apenas obvio, en fuente de profundo malestar organizacional. Sin embargo, algunos periodistas han comunicado, sin saberse de donde ha salido tal información, que “somos el país más feliz del mundo”. Probablemente el más feliz con el síntoma del malestar (masoquismo moral), pues sabido es que existen sujetos, que son felices con su padecimiento. Es lo que Freud llamaba “beneficio de la enfermedad” o “satisfacción en el padecimiento”. Fruición que encuentra en el síntoma, el sufrimiento y el malestar una forma sustitutiva del goce y de la vida sexual. Sin embargo, ¿qué es lo que persigue Freud? Según Ricoeur: “Lo que quiere Freud es que el analizado, haciendo suyo el sentido que le era ajeno, amplíe su campo de conciencia, viva mejor y finalmente sea un poco más libre y, de ser posible,  un poco más feliz”.  Algo que los totalitarismos del poder, lo económico y las ideologías no toman en cuenta, pues desconocen otras realidades humanas, las cuales al ser suprimidas llevan al sujeto, paradójicamente, a un fracaso y a un malestar inminentes,  justamente luego de triunfar en lo económico. 

El mismo año 2006, el 15% de la población activa española dedicó más de 50 horas semanales a su función profesional, sin contar las horas extras, el tiempo destinado a comer o los desplazamientos in itínere, según una encuesta del portal de internet Monster, especializado en ofertas de empleo. La mitad de los profesionales, por otra parte, trabajó más de 40 horas; el 25%, entre 25 y 40 horas, y el 10% restante, menos de 25 horas. Al parecer a nuestra madre patria también la ha contaminado el imperativo global y superyoico  de "trabajar y trabajar". Una compulsión patológica al trabajo que se traduce en falta de resultados, ineficiencia y malestar del sujeto y del ambiente organizacional. Todo ello se relaciona con el poema de Hesíodo, titulado Los trabajos y días, el cual gira en torno a dos verdades generales: el trabajo es el destino universal del hombre, pero sólo quien esté preparado a trabajar podrá con tal destino. En el poema el trabajo es considerado el origen de todos los bienes. Por ello tanto los hombres como los dioses odian a los holgazanes. Estar en el trabajo intranquilo no es lo mismo que estar trabajando. Prueba de ello es que la productividad española sólo ha crecido un 0,9% en la última década, y ya se encuentra 16 puntos por debajo de la media de la UE de los 15, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Y ya es un 25% más baja que Francia, Italia y Alemania, ocupando la 29ª posición mundial desde el punto de vista de la competitividad, según el ranking elaborado en 2006 por el Foro Económico de Davos.

Así, orientar la estrategia empresarial exclusivamente al crecimiento económico no suele traer consigo el resultado esperado, sino más bien todo lo contrario. "El modelo de negocio que sólo tiene en cuenta los números es obsoleto e inadecuado porque solamente invierte en aspectos tangibles, los cuales, al estar al alcance de cualquier compañía, no generan ningún valor añadido", afirma el profesor de Harvard Robert S. Kaplan, considerado por The Financial Times como uno de los 25 mejores "pensadores económicos" del momento. Paradójicamente, la pérdida de competitividad y la escasez de valor añadido producido por las empresas están afectando al salario de sus plantillas. El modelo económico actual es bárbaro, lo mismo que la dinámica social e institucional que se inspira en él. En años recientes, los españoles cobraron una media de 1.553 euros brutos al mes, una cantidad similar a la registrada en 1997, según las conclusiones de un estudio de Adecco y el IESE. Mientras, el sueldo de los directivos se ha ido multiplicando, hasta situarse entre 40 y 100 veces por encima del resto de trabajadores, según un informe de la consultora de recursos humanos ICSA. Un malestar que en Colombia cobija a varios sectores de la población, en ámbitos como el educativo, el de la salud y el de la rama judicial, entre otros.

Pero el afán de lucro no sólo afecta a los salarios de la gran mayoría: "Como consecuencia de la falta de racionalización de la organización del trabajo y del liderazgo ambicioso, tóxico y autoritario ejercido por la mayoría de directivos y jefes, cada vez más asalariados son víctimas de diversos trastornos psíquicos", afirma el psicólogo laboral Iñaki Piñuel, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares. Esta afirmación es corroborada por Valentí Valls, médico adjunto y cardiólogo del hospital Clínico de Barcelona, para quien "las personas que trabajan más de 10 horas al día pueden estar poniendo en riesgo su salud, aunque no perciban conscientemente el estrés en su organismo". Ahora mismo el estrés afecta al 32% de la población activa, según datos del informe Cisneros VI, y "afecta tanto física como mentalmente, hasta desencadenar crisis de ansiedad, anginas de pecho e infartos", añade Valls.

Además, "el estrés suele ser la antesala del síndrome del trabajador quemado, más conocido como burnout, caracterizado por el agotamiento emocional, el aislamiento laboral y el vacío existencial derivado, sobre todo, de la creencia de que el trabajo que uno hace carece por completo de sentido", describe Piñuel. Un malestar que hace parte de la dinámica empresarial contemporánea que corroe y deteriora de manera imperceptible a sujetos, familias y empresas. En palabras de José Alberto Mujica Cordano, “Pepe” Mujica, en su discurso famoso en la Cumbre de Río del 2012, en contra de la velocidad del mundo globalizado y mercantil, el “hiperconsumo es el que está agrediendo al planeta, creando cosas que duran poco, porque hay que vender mucho […] El desarrollo no puede ser en contra de la felicidad humana, del amor, de las relaciones humanas, de cuidar a los hijos, de tener amigos y lo elemental. Porque eso, precisamente, es el tesoro más importante que tenemos.” La dinámica de la velocidad infructuosa en el mundo laboral, se asemeja a las enseñanzas de la fábula de Esopo “La liebre y la tortuga”, en la cual la liebre representa al mercantilismo, mientras que la tortuga simboliza el trabajo laborioso y bien hecho de las ciencias del espíritu, entre ellas la filosofía.

En tal perspectiva se inscribe el libro de Carl Honoré, titulado Elogio de la lentitud: un movimiento mundial desafía el culto a la velocidad. Libro en el que en su sinopsis se lee: “¿Por qué tenemos siempre tanta prisa? ¿Cómo se cura esa auténtica enfermedad que es nuestra actitud ante el tiempo? ¿Es posible, e incluso deseable, hacer las cosas con más lentitud? Vivimos en la era de la velocidad. El mundo que nos rodea se mueve con más rapidez de lo que jamás lo había hecho. Nos esforzamos por ser más eficientes, por hacer más cosas por minuto, por hora, cada día. Desde que la revolución industrial hizo avanzar al mundo, el culto a la velocidad nos ha empujado hasta el punto de ruptura. Esta obra rastrea la historia de nuestra relación cada vez más dependiente del tiempo, y aborda las consecuencias y la dificultad de vivir en esta cultura acelerada que hemos creado”. Una dinámica acelerada que en lugar de procurar el cuidado de sí, de los otros y de las cosas mueve precisamente a su empeoramiento. Velocidad, contra la que, seguramente, nuestro pensador Fernando Gonzales se opondría con reflexiones tales como Viaje a pie o el Libro de los viajes o de las presencias.

Otro malestar en alza es el acoso laboral (mobbing), que ya afecta al 9% de los trabajadores. Realidad que en Colombia está consignada en la ley 1010 de enero de 2006,  la cual dio lugar a que en varias ocasiones tuviéramos como invitado en nuestro programa radial: “El malestar en la empresa… de 95.9 Cámara f.m, al abogado Eduardo Rincón Herrera.  Malestar en la empresa es otra manera de hablar, en la perspectiva de Fernando Ulloa, de la “cultura de la mortificación". Las víctimas de esta violencia psicológica se caracterizan por ser personas que destacan en un ambiente laboral mediocre, marcado por la envidia y la rivalidad entre compañeros, que luchan por escalar en la jerarquía", sostiene Piñuel. Aspecto que ilustramos con lujo de detalles, más adelante, en la síntesis de la investigación que realizáramos en Psicología Social. Este experto también señala la adicción al trabajo (workaholics) como un fenómeno que tiene más presencia en las llamadas "empresas tóxicas", que suelen premiar los excesos de sus profesionales, "despreocupándose de si dicho sobreesfuerzo agrava su deterioro físico y psíquico". Se estima que el 8% de la población activa dedica más de 12 horas al día a su trabajo o profesión para huir de sus conflictos internos y de los problemas personales en la relación con el otro. En esta lógica nos dice Melanie Klein: “Sostengo que una buena relación con el mundo depende del éxito logrado en la lucha contra el caos interior (la posición depresiva) y en haber establecido con seguridad objetos ‘buenos’ internos”.  Recordemos que la relación con el semejante, es una de las tres fuentes del malestar descritas por Freud en El malestar en la cultura.

Todos esos trastornos psíquicos suelen tener un final común: la depresión, descrita como "un profundo sentimiento de tristeza y de apatía" que ya afecta a entre el 15% y el 30% de los trabajadores, y que supone para las empresas españolas un desembolso anual de 750 millones de euros en bajas laborales, sin contar el impacto brutal que tiene sobre su productividad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En esta perspectiva el psiquiatra colombiano, Daniel Gutiérrez, director del Centro Integral de Atención en Salud Mental, en una entrevista realizada recientemente  en la que se le preguntó: ¿Es posible desde un punto de vista psiquiátrico determinar el estado de salud mental de los colombianos? Respondió: “Su pregunta remite a un tema de psicología social y psiquiatría cultural. Los colombianos a pesar de la violencia, la inseguridad, la parapolítica y la mala salud (a nivel hospitalario, de consulta y de prevención) han sido resistentes a todos estos embates. Entonces, a pesar del maltrato, Colombia es un país sano. Acaban de decir incluso que somos el país más feliz del mundo, según una encuesta. Ahora bien, yo creo que esto es más el deseo que la realidad de los colombianos. Porque lo cierto es que somos un país cansado, sin optimismo, frustrado; un país donde no tenemos líderes serios, que nos permitan seguir sus valores y generar de verdad una actitud de confianza y seguridad en el país”. Todo lo cual incide en el ambiente laboral de las organizaciones.

Entonces, digamos que la tristeza, la aflicción y la melancolía son un trabajo, el cual absorbe al yo para inhibirlo y paralizarlo. De ahí el malestar, en tanto otro de los nombres de la psicopatología. Mientras la solución a ese trastorno, propuesta por los médicos (quienes se alojan como especialistas de la salud mental para ahorrarle costos a las entidades promotoras de salud) y los psiquiatras, es restaurar los déficit de serotonina, por medio de una medicación entre cuyos efectos secundarios esta el incremento del desanimo y una mayor improductividad, el malestar organizacional es visto por distintos investigadores (no alienados por el imperativo actual de la medicalización) como la combinación de conflictos internos con un ambiente laboral inapropiado y un jefe acosador, agresivo y con serios problemas psicológicos. El cual presiona al trabajador para que se sienta cada vez más culpable y un completo inútil. En tales circunstancias el remedio termina siendo peor que la enfermedad. Acoso moral en el trabajo que, en palabras de la investigadora Argentina Sandra Caponi,  fuera estudiado por Pignarre y también se conoce en la actualidad como medicalización de la vida cotidiana laboral. Sin embargo, dice Dapena lo siguiente:

       Con lo que no acuerdo es con lo que dices de que los inhibidores de recaptación de la serotonina aumenten el desánimo y la improductividad, tendrías que demostrármelo, lo que pasa es que pueden mejorar el estado del ánimo, hacernos aparentemente más felices, sin atacar la causa de la depresión, por razones laborales, es poner el parche donde no está la etiología del dolor y una de las cosas que aprendí de un excelente profesor de medicina interna que tuve es que en nuestra profesión médica debemos ser etiológicos, para prevenir, curar y rehabilitar los males. También te quiero anotar que los antidepresivos no son neurolépticos. Estos neurolépticos son antipsicóticos, aunque no se usen necesariamente para la psicosis exclusivamente y los hay típicos, los antiguos, con enormes efectos secundarios y los nuevos con menos efectos secundarios, aunque los tienen ¿eh?

Su mecanismo de acción sobre los neurotransmisores es distinto pues los antipsicóticos funcionan bloqueando la transmisión de dopamina y adrenalinas, mientras los antidepresivos actuales pueden actuar sobre un sólo neurotransmisor, la serotonina, que mantienen en el espacio sináptico, entre las neuronas y hay otros duales que actúan manteniendo no sólo esta substancia sino la noradrenalina, para que haya una mejor transmisión sináptica, o sea que hacen el efecto contrario de los neurolépticos, así puedan mezclarse en algunos casos de esquizofrenia que cursan con depresión, como nos lo enseñó la doctora María Jesús Acuña Gallego, miembro del comité organizador de un curso, que dictamos para el personal de Salud Mental, de psicopatología y psicoterapia psicodinámica entre el 2011 y el 2012, en el que yo participé con una clase sobre las fobias, que creo haberte mandado.

Dinámica farmacéutica que con Michel Foucault bien podríamos considerar que hace parte del biopoder de la industria internacional, inspirada en los imperativos de goce del capitalismo salvaje (otro de los nombres del padre), empeñado en contribuir con el borramiento progresivo de la subjetividad y de paso en desconocer el sufrimiento psíquico o mental, que no se supera necesariamente a base de neurolépticos. Según el filósofo Gonzalo Soto, a diferencia del carnaval medieval, uno de los imperativos del capitalismo contemporáneo, es el espectáculo. Dice: “es que en el capitalismo no hay mejor negocio que el espectáculo y la carnavalización continua de la vida […] Acertadamente lo ha desvelado Eco: “para apoyar el universo de los negocios, no hay mejor negocio que el espectáculo.”  Espectáculo que, como bien sabemos, se asocia con la consigna romana: pan y circo, el cual beneficia y, al mismo tiempo afecta el mundo laboral. Espectáculo circense que se relaciona con el consumo tanto de sustancias psicoactivas ilícitas como de neurolépticos de libre y legal circulación, los cueles son utilizados para inhibir la conciencia moral, la tristeza y los sentimientos de culpabilidad, e inducir al sujeto por la senda de un goce frenético, caótico y extremo, en el que solo se beneficiarían todos aquellos que hacen del espectáculo un negocio inhumano al servicio de la utilidad pero en detrimento del cuidado de sí.  

Ahora bien, tanto Cubeiro como Piñuel, opinan que "dado que todos los actores implicados están perdiendo, la transformación empresarial española ha dejado de ser una opción para convertirse en una necesidad vital". Y concluyen: "Lamentablemente, la mayoría de empresas parecen dormidas, esperando inconscientemente a que este malestar sea masivo e inaguantable". Todo apunta a la tesis formulada por el filósofo español José Antonio Marina, para quien "la realidad demuestra que ninguna situación cambia hasta que deviene insoportable". Si todo esto se dice en España, que es considerado un país desarrollado. ¿Qué decir del malestar del sujeto en las empresas colombianas, en las que lo propio, en tales nichos y contextos de múltiples pobrezas, es el fenómeno de la corrupción, los conflictos psíquicos y la violencia? En esta onda de pensamiento nos dice Hannah Arendt: “Es muy agradable sentirse culpable cuando uno sabe que no ha hecho nada malo. Sí, es muy loable... Sin embargo, es muy duro, y ciertamente deprimente, reconocer la propia culpa y arrepentirse. La juventud alemana vive rodeada, por todas partes, de hombres investidos de autoridad y en el desempeño de cargos públicos que son, en verdad, muy culpables, pero que no sienten que lo sean”. Todo ello se podría considerar como una metáfora, de lo que a diario sucede en Colombia.

Señala Vilaseca que cada año, el llamado síndrome posvacacional vuelve a ser protagonista durante las primeras semanas de septiembre, cuando la mayoría de los trabajadores retoma su actividad laboral después de las vacaciones de verano. Se estima que el 35% de los 20,3 millones de asalariados españoles suele padecer "insomnio, pérdida de apetito, agotamiento emocional, falta de concentración, así como algunos momentos de ansiedad y vacío interior", según la Asociación Nacional de Entidades Preventivas Acreditadas (ANEPA). Todos estos síntomas, provocados por un desajuste temporal de los hábitos, desaparecen a los pocos días.  Sin embargo, "para cada vez más españoles esta vuelta a la normalidad supone la aparición de una angustia existencial, que en ocasiones se convierte en la antesala de una profunda depresión", sostiene el psicólogo laboral Iñaki Piñuel, quien en años recientes publicara La dimisión interior. Del síndrome posvacacional a los riesgos psicosociales en el trabajo (Pirámide).

En su opinión, "la aparición de este síndrome pone de manifiesto las condiciones tóxicas a las que están abocados millones de trabajadores, que padecen daños psíquicos a lo largo de todo el año, pero que sólo toman plena consciencia de su malestar después de un breve periodo de descanso y desconexión con la empresa". Razón por la cual en muchas empresas se violan los pactos y la legislación laboral e intentan anular los períodos largos de descanso y vacaciones, procurando que los empleados aún en su tiempo de reposo continúen produciendo y sin la posibilidad de experimentar un merecido cuidado de sí. Como si el imperativo económico de los tiempos actuales fuera, en términos de Lacan, el de ¡Goza! y el sujeto tuviera que renunciar, en pro de las exigencias superyoicas de la organización, tanto a una comunicación racional efectiva y a una vida saludable y tranquila como a cuidar de los otros (familiares y amigos) y de sus propios bienes. Algo que se ha traducido en un evidente malestar empresarial, como fuente de sufrimiento del sujeto en la contemporaneidad. En esta orientación es importante diferenciar el malestar del sujeto en la empresa, es decir el que cada uno padece, del malestar que la compañía genera como consecuencia de las presiones mercantiles que en ella se experimentan y por la sumatoria de los malestares individuales transferidos al ámbito de la organización. En esta perspectiva y en relación con los datos estadísticos consultados, Jesús Dapena Botero ha manifestado lo siguiente:

A pesar de las estadísticas de las que hablas de horas de trabajo, la Merkel y la Unión Europeo acusan a los españoles de que no trabajamos; no sé si tengan razón, porque aquí hay abusadores crónicos de la situación de paro y la facilidad con la que daban invalideces, que aquí se llaman incapacidades. Te lo digo por lo que veo en mi trabajo. Tuve en psicoterapia cuando trabajé en una institución neuropsiquiátrica, que se inicio como spa, como los balnearios a los que iban las maravillosas histéricas de Freud, al estilo de la Emmy de N. más concretamente que se hizo invalidar por una depresión crónica, pero yo creo que se trataba más bien de un caso de histeria, con enormes beneficios secundarios de la enfermedad, sin sentimiento de culpa alguno y un total cinismo, que se hacía hospitalizar, con la connivencia de la institución hasta por dos años. Hice una psicoterapia focalizada al hecho de que hubiese hecho del hospital, un refugio de la angustia cotidiana, que todos los seres humanos debemos afrontar. Cada vez que le tocaba el tema, me amenazaba con suicidarse si la dábamos de alta; como el psiquiatra, quien me autorizó que la tratase psicoterapéuticamente, era quien podía darle de alta y le ponía una polimedicación absurda, le dije que yo no era la persona que la daría de alta ni tocaría su medicación, que esos eran asuntos que tendría que hablar con él, que si yo la invitaba a hablar del asunto era para que pudiera entender ese síntoma tan peculiar que tenía, de pasar hospitalizada hasta por períodos de dos años.

Fue un año largo de trabajo con cinco sesiones a la semana; la labor terapéutica parecía estéril, hasta que hizo una intoxicación medicamentosa por la polifarmacia que recibía, por lo cual hubo que remitirla a un hospital general porque tenía una paresia vesical grave, que hizo que hiciera un shock, que yo diagnostiqué y llamé a la ambulancia. Una vez tratada en el otro centro, volvió a la clínica neuropsiquiátrica para pedir ella misma el alta pues comprendió en la realidad material de su cuerpo que estaba siendo tratada con medicación excesiva pero fue justo el día que yo regresaba de mis vacaciones y no volvimos a hablar sino en la zona social del centro hospitalario y nunca más volví a verla; espero que aunque tenga que pagar más luz, hacer la cama, lavar los trastos, cosas que se ahorraba durante la semana, porque el fin de semana se iba a su casa, ahora disfrute más de la relación con su hija, su nieto y un amiguete con el que tenía más un amor platónico que otra cosa.

Entre los adictos hay un montón de invalidados, que son meros trastornos de personalidad, que perfectamente pudieran trabajar, pero que el Papa Estado los protegió y alcahutió y abusan de su condición, a cambio de la angustia que les da, no tener en qué ocupar el tiempo, lo que hace que se mantenga el consumo y la demanda de alprazolam, la más adictiva de las benzodiacepinas, como tranquilizantes menores. Tratar de disminuírselas, al principio, causó más reacciones violentas que reducir la metadona, agonista opiáceo, pero me mantuve en mi ley y hoy me lo agradecen porque se ven más lucidos y sin el riesgo letal de la combinación de metadona y benzodiacepinas.

Pero el problema es que no hay oferta de empleo para que esta gente vuelva a trabajar, porque España ha demostrado la crítica que hacía Walter Benjamin a la idea de progreso, que tan sabiamente recogiera Armando Bauleo en su libro: Psicoanálisis y grupalidad. Reflexiones acerca de los nuevos objetos del psicoanálisis,  en el capítulo final dedicado a las adicciones. Si en Colombia, hay jóvenes, como Rodrigo D, condenados al no futuro, aquí abundan como consecuencia del falso estado de abundancia y el abuso del Estado de Bienestar que hoy se ve amenazado por las privatizaciones.

Otros datos dignos de ser contados

En otro reportaje de mediados de junio del año 2008 Borja Vilaseca dice  que  once millones de españoles sufren a consecuencia del mal clima laboral. Para transformarlo y sentirse mejor cada persona debe buscar ayuda profesional y resolver sus conflictos internos. La falta de apoyo y comunicación en el equipo crean las mayores tensiones. Afirma que la desconfianza en las iniciativas ajenas es un fiel reflejo de la inseguridad propia. Por las incontables vicisitudes del vínculo con el otro en la vida empresarial cada sujeto siente antipatía crónica o le guarda rencor a algún miembro de su equipo. Quizás le saque de quicio ese colega tan victimista que siempre aparece en el momento menos oportuno, contándole lo desafortunada que es su vida y la manía que le tiene el jefe y el resto de colaboradores. O tal vez aquel otro tan chistoso, que parece haberla tomado con usted, soltando bromas que no suelen hacerle ni pizca de gracia... Quién sabe, igual convive con alguno de estos personajes, pero en realidad el que más le molesta es uno que sin saber muy bien por qué compite agresivamente contra usted, tratando de dejarle en evidencia cada vez que el jefe hace acto de presencia. Todo ello hace posible que le ronden pensamientos negativos, e incluso violentos, sobre alguno de sus compañeros. Algo que sin duda contribuye a incrementar los sentimientos de culpa, el malestar y la depresión.

¿Qué hacer en tales casos? ¿Respirar profundo y hacer una pausa? Es probable que lo sucedido sea considerado como culpa del otro, al considerar cada sujeto que es una buena persona y que ha tenido mala suerte por tener que compartir tanto tiempo en compañía de gente tan conflictiva. En éste punto, recomienda el mencionado periodista que los expertos en psicología organizacional afirman que tales  sentimientos normalmente son recíprocos, pues a cada uno se le critica también en  los pasillos y a veces por aquellos de los que menos se lo espera. Pocas veces el sujeto  baraja la posibilidad de considerar que en realidad  el compañero conflictivo sea él mismo. Una problemática transferencial que da lugar a que siempre la fuente del malestar sea ubicada por fuera del sujeto y nunca en su interior. Recordemos que para el filósofo griego Sócrates existía una relación intrínseca entre “conocerse a sí mismo” y el “cuidado de sí”, algo que en el afán compulsivo de lucro contemporáneo no parece preocupar a nadie. Según Vilaseca, todas estas inquietudes forman parte del día a día de las organizaciones españolas. Entre otros informes que intentan cuantificar la gestión y el impacto de todos estos intangibles, se destaca el Estudio Cisneros 2006, de la Universidad de Alcalá de Henares. Sus conclusiones se basan en una encuesta realizada a 4.500 trabajadores de la Comunidad de Madrid.

Entre otras fuentes de tensión y preocupación laboral, dice el estudio que el 55,7% de los profesionales (más de 11 millones de españoles) señala como uno de los principales factores "el mal ambiente que se respira entre compañeros". Le siguen "la falta de comunicación en el seno de trabajo" (51,5%); "la falta de apoyo por parte de los compañeros" (45,1%) y "las envidias y rivalidades que se dan entre los miembros de un mismo equipo", que afecta al 39,4% de los empleados. Fruto de esta competitividad, cada vez se dan más casos de acoso laboral, más conocido como mobbing, que ya es uno de los mayores problemas relacionados con la salud laboral en España. Según un estudio de la consultora Mobbing Research, este acoso afecta al 12,5% de los empleados (unos 2,5 millones de personas), que acaban por salir voluntariamente de las empresas, causar baja por depresión o incluso suicidarse, tal y como es el caso de Telecom France, empresa en la que se han suicidado, por el mismo fenómeno del malestar laboral, más de 25 personas. Los expertos en psicología laboral aseguran que las víctimas de esta violencia psicológica suelen ser personas que se destacan en un entorno laboral mediocre e incapaz de valorar la esencia de lo humano, más allá de la productividad. Razón por la que en muchas ocasiones aún el personal directivo, de instituciones eclesiásticas que gozan de prestigio social, ante la encrucijada con un caso de difícil manejo, tiende a lavarse las manos como Pilatos y a remitir la responsabilidad de sus actos ante instancias superiores que, a su vez, cohonestan con manejos oscuros que atentan contra las buenas costumbres, la dignidad humana y los principios constitucionales. 

En nuestro medio, otro factor que ha contribuido a incrementar el malestar al interior de las organizaciones, es la progresiva ausencia de mecanismos de “libre expresión y protesta”. Algo que, a la luz de los sofisticados dispositivos de la administración moderna, ha tendido a desaparecer, ya que cada vez menos existen formas de participación dialogada y medios de desfogue y catárticos como las huelgas, así como otras formas de resistencia por sentimiento inconsciente de culpabilidad (un afecto inconsciente, reprimido). Según parece el paradigma de la actualidad es todos medicados, con buena disposición, en silencio y haciende bien su trabajo. Y todavía hay más datos que ponen de manifiesto la jungla en la que parecen haberse convertido la gran mayoría de empresas españolas. En el  año 2007, por ejemplo, la consultora de recursos humanos Otto Walter realizó un análisis basado en más de 3.000 experiencias de unos 650 directivos españoles, que en un 90% de los casos afirmó haberse tenido que "enfrentar a trabajadores provocadores de conflictos, que contaminan el clima laboral, criticando y manipulando al resto de compañeros con su actitud negativa, acusadora y victimista".

Según Fernando Ulloa: “‘Clima’ es una  palabra etimológicamente ligada a clínica, ya que el clínico se inclina frente al sufrimiento de quien lo demanda, en tanto el clima, entre otras cosas, es función de la inclinación del eje de la tierra, y aquí, de las inclinaciones subjetivas que entran a jugar.”  Lo cierto es que "la empresa es una red de relaciones humanas cuya finalidad es conseguir una serie de resultados que tan sólo pueden obtenerse trabajando en equipo", apunta el coach Vicenç Olivé, codirector del Instituto Gestalt, que imparte cursos para la mejora del ambiente laboral. Eso sí, "debido a la hipervelocidad, el estrés y el cansancio generalizado, en mayor o menor medida el conflicto suele ser uno de los rasgos inherentes a la vida de cualquier trabajador", afirma  este especialista.

"La gran mayoría de estos desencuentros personales son pequeños malentendidos, que ponen de manifiesto que no es lo mismo hablar que comunicarse", afirma Olivé. "Y esta carencia relacional genera una serie de choques, que a su vez crean y fortalecen redes neuronales negativas con las personas que forman parte de nuestro entorno laboral más inmediato". Por eso "nos solemos poner nerviosos o de mal humor cada vez que nos cruzamos con alguno de los compañeros con los que hemos tenido algún desencuentro en el pasado", concluye. Aspecto por lo demás importante para todos aquellos que, en nuestro contexto, han creído que las cuestiones  imaginarias son exclusivas  de los sujetos invadidos por la mentalidad Cristiana. En este punto es necesario decir que la vida organizacional contemporánea, bajo el paradigma del afán productivo, promueve un modo de operar así, toda vez que se aparta de la las reglas del juego, dejando tras de sí una estela de malestar, que ya se ha referido, conocida en los ámbitos empresariales como síndrome de Burnout. Realidad del mundo empresarial actual que hace difícil que se presenten, como diría Paul Ricoeur, unas “instituciones justas”, así muchas corporaciones se cobijen con un semblante de prudencia, justicia y santidad, como es el caso de varias entidades supuestamente al servicio de la salud y de la educación.

La promesa del capitalismo, sin que consiga dejar de ser una mera ilusión, una fábula en palabras de Aldous Huxley es crear un mundo feliz, consistente y perfecto en el que el dolor físico, la angustia y el malestar no tendrían cabida. Un mundo de vidas tranquilas en apariencia, como el del film dirigido por Bruce A. Evans titulado “Mr Brooks. La vida perfecta”, en el que Kevin Costner representa a un destacado empresario (el hombre del año de la Cámara de Comercio de Portland) quien en realidad es un compulsivo y mortificado asesino. Un mundo “feliz y tranquilo” caracterizado por  la impavidez, la insensibilidad y la indiferencia como en el mundo de Epicuro, en el que de paso se tienden a negar la finitud, la falta estructural del ser y la culpabilidad. Postura subjetiva inconveniente que se ha encargado de introducir mucho más malestar e inconformidad, pues sabido es que la culpabilidad, cuando no alcanza niveles patológicos como en muchas neurosis obsesivas y en la melancolía, es una fuente de regulación, de convivencia pacífica y del cuidado para con los demás.

Los deseos de muerte por parte del sujeto para con sus semejantes, en especial con las figuras de autoridad, son en muchos casos, simultáneamente, el germen de múltiples autoreproches y mecanismos de reparación; en otros en cambio, pueden ser el campo abierto de las compulsiones, sin reparación y una profunda búsqueda de castigo por sentimiento inconsciente de culpabilidad. Lógica en la que Melanie Klein nos dice: “Así la muerte, aunque frustre por otras razones, es sentida en cierto modo como una victoria; origina un triunfo y de ahí el aumento de la culpabilidad”.  De acuerdo con Ricoeur: “dos enfermedades del sentimiento de culpa: la neurosis obsesiva y la melancolía […] El superyó se revela en la melancolía como puro cultivo de la pulsión de muerte, hasta el extremo del suicidio”.  Es por lo que afirmamos en distintos apartes de nuestras elaboraciones que el cinismo patológico, cimentado en la lógica macabra del capitalismo, no crea las condiciones mínimas de civilidad en los actuales momentos críticos de “vida líquida”.

Sea como fuere, "la manera en la que interactuamos con nuestros compañeros de trabajo dice mucho acerca de una relación mucho más profunda y que es la causante de todos y cada uno de estos conflictos laborales: la relación que tenemos con nosotros mismos", afirma el médico Mario Alonso, profesor de liderazgo, comunicación y creatividad del Eurofórum, del IDDI y del centro de formación Garrigues. En su opinión, "no vemos a los demás como son, sino como somos nosotros". Apreciación que, como bien sabemos, el psicoanálisis comparte a cabalidad bajo el concepto de transferencia. Es decir, que "cuando desconfiamos de las motivaciones de los demás, ello suele indicar que nos sentimos inseguros y que apenas confiamos en nosotros mismos". O que "cuando nos molesta que no nos reconozcan nuestros méritos, suele significar que carecemos de autoestima". E incluso "cuando nos quejamos de que los demás son muy críticos con nuestro trabajo, seguramente sea porque somos muy susceptibles y exigentes con nosotros mismos". De ahí que "en vez de señalar a los demás como los responsables de nuestros problemas internos y relacionales, hemos de mirar en nuestro interior para encontrar la solución que andamos buscando", reflexiona.

Invitación que se resume en nuestro libro Cura del sentimiento de culpa y de la depresión,  a poder cuidar primero de nosotros, para luego ahí sí poder cuidar de los otros y de las cosas. Lástima que esas tres modalidades sean hoy pensadas solo en términos de producción económica, la cual, dicho sea de paso, muchas veces no alcanza a promover esas formas dignas y convenientes del cuidado de sí. Después de la publicación del libro mencionado y en consonancia con los problemas asociados al malestar en las organizaciones, hemos decidido enfatizar en la culpabilidad simbólica (ya no en el sentimiento de culpa imaginario que hace sufrir y fracasar),  la cual es necesaria y conveniente en el vínculo social, para permitir la realización de las tres modalidades referidas del cuidado de sí. Tanto así, que es posible afirmar que cuando no se tiene una culpabilidad que mueva a la regulación de nuestras pasiones, tampoco es posible el cuidado de los otros y de las cosas. En este sentido es necesario distinguir entre una culpa silenciosa, destructiva y patológica de otra que vela por la verbalización, la preservación de los vínculos y el Eros creador. Lo paradójico es que quien no se siente culpable (tal y como mostramos a partir de un caso singular al final del presente trabajo), tiende a ser invadido por un mal peor: una necesidad inconsciente de castigo de origen desconocido.

Es así como "al conocer, comprender y cambiar el observador es cuando empieza a transformarse lo observado", añade Alonso. "La evolución natural que están siguiendo cada vez más profesionales consiste en abandonar el papel de víctima, que les llevaba a reaccionar negativamente frente a lo que les pasaba, para convertirse en protagonistas, ofreciendo la mejor respuesta frente a cada circunstancia". Cuidar de sí, buscar ayuda y superar los conflictos internos, son una buena manera para superar el malestar organizacional en los tiempos actuales. Una cuestión que a lo largo del presente estudio denominamos responsabilidad ética, como efecto de la destitución del superyó capitalista. Entonces, llegados a este punto, conviene volver  un momento sobre el sujeto. ¿Qué es lo que cada uno realmente puede hacer para cambiar su relación con sus compañeros de trabajo? Modificarse a sí mismo. Para lograrlo, "es necesario ser consciente de cuál es nuestro estado de ánimo cada vez que interactuamos con los demás", explica el coach Enrique Simó, experto en inteligencia emocional y desarrollo personal. Sobre todo porque "cuando carecemos de energía vital, solemos vivir más inconscientemente, filtrando lo que nos sucede de una manera más egocéntrica y, por tanto, más negativa y conflictiva".

Así, "para poder relacionarnos más armoniosamente, es fundamental vivir más conscientemente, creando espacio entre lo que nos sucede y la respuesta o actitud que tomamos frente a lo que nos pasa". También "es importante comprender que todo el mundo lo hace lo mejor que puede -según su grado de comprensión y conciencia-, igual que tú mismo lo haces lo mejor que puedes". De ahí que "si quieres que los demás te acepten tal como eres, lo mejor que puedes hacer es empezar por aceptar a los demás tal como son". Y concluye: "Cuando emites malestar, negatividad o toxicidad, al primero al que envenenas es a ti mismo". Algo que en palabras de Zygmunt Bauman, se podría interpretar como Vida líquida empresarial, donde cada quien hace lo que le viene en gana sin que existan mecanismos administrativos y jurídicos de regulación y de control, que permitan la preservación saludable del sujeto, de los otros y de la organización misma. Es preciso anotar que mientras la expresión “vida líquida” se articula con las nociones freudo-lacanianas del proceso primario, el registro de lo imaginario y el goce, el proceso secundario se rige por la regulación, la ligazón, lo simbólico y el deseo que no es sin ley.

Finalmente, el periodista español pone en evidencia las actitudes más nocivas y proactivas que suelen presentarse en las empresas. Entre las nocivas destaca: ser conflictivo y negativo, quejándose siempre de los demás- Ser indolente y pasivo, escaqueándose de sus responsabilidades- Ser arrogante y prepotente, creyéndose superior a los demás- Ser muy orgulloso y no aceptar ayuda de nadie- Ser muy susceptible y ponerse fácilmente a la defensiva- Ser autoritario, imponiendo su voluntad sobre los demás- Ser falso e hipócrita, mintiendo para parecer mejor de lo que es- Ser irrespetuoso y muy crítico, menospreciando el trabajo de los demás- Ser cobarde y no decir lo que de verdad se piensa- Ser egocéntrico e indiferente y no escuchar las demandas de los demás. Actitudes todas ellas que ponen en evidencia como lo propio del sujeto contemporáneo, en la vida de las organizaciones de hoy, no es precisamente aquello que Foucault llamaba, siguiendo a los griegos, el cuidado de sí (ética), el cuidado de los otros (política) y el cuidado de las cosas (ciencia). En este punto se podría decir que tanto la filosofía como la psicología social y el psicoanálisis tienen mucho que aportar en la reflexión y la dinámica contemporáneas de las compañías. Razón por la que el énfasis en el presente trabajo es desde tales saberes y no desde la psiquiatría u otros campos. El problema está en que los representantes de una u otra disciplina, se dediquen a realizar interminables disquisiciones sobre asuntos de poca relevancia y no sobre los problemas cruciales de la época.   

Entre las actitudes proactivas sugiere: ser constructivo, viendo el lado positivo de las cosas que pasan- Tener sentido del humor y amenizar el ambiente en la medida de lo posible- Ser cercano y accesible, compartiendo experiencias personales y profesionales- Ser humilde, empatizando con las necesidades y deseos de los demás- Ser sereno y estar tranquilo para poder relacionarse armoniosamente- Ser auténtico, mostrando coherencia entre lo que se dice y se hace- Ser responsable de uno mismo, dejando de culpar a la empresa y a los demás- Ser valiente y asertivo para decir lo que se piensa con respeto- Ser tolerante para aceptar y respetar posturas e ideas diferentes- Ser justo en el trato con los demás, sin preferencias subjetivas y partidistas. Exigencias ideales que, de todas maneras, sería necesario pensar si de paso no contribuyen a incrementar el malestar del que se viene hablando. Como si se partiera de la ilusión, según la cual conocerse a sí mismo y cuidar de sí fueran cuestiones fáciles y no requirieran de un gran esfuerzo por aceptarnos como sujetos portadores de múltiples malestares.

Quizá el mayor malestar contemporáneo consista en negar, por medio de la compulsión al goce productivo, el malestar. Probablemente la identificación a ese síntoma, por medio de la experiencia psicoanalítica en el Diván, nos ayude a superar o a reducir esa pandemia problemática… A continuación iniciamos con una elaboración del filósofo medieval Gonzalo Soto Posada, quien amablemente aceptó contribuir con un escrito de su amplia  cosecha, sumamente simbólico, titulado inicialmente “El cuidado de sí en la cultura”. Según Ricoeur: “¿Es el símbolo únicamente vestigio? ¿No será también aurora de sentido?”  El símbolo de acuerdo con el pensador francés, uno de los autores preferidos por el filósofo medieval, se caracteriza por una estructura semántica de doble sentido: mostrar y ocultar. Razón por la que para finalizar, evocamos un fragmento de su pensamiento: “En efecto, más allá de la voluntad de hacer sufrir, de eliminar, se alza la voluntad de humillar, de entregar al otro al desamparo del abandono, del desprecio de sí”.   El texto del profesor Soto fue compuesto en el contexto de su participación en el Seminario: “El malestar en la empresa. Un síntoma del sujeto contemporáneo”, uno de los nombres (signos) del goce del sujeto que trabaja asignado tanto a nuestro programa radial en 95.9 Cámara f.m. (Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia), como al seminario en la misma organización.

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